La vida en las ciudades es un sinvivir. Corre
para aquí, para allí. Correr. Correr. ¿Para qué? No tengo ni idea, pero es así.
Los urbanitas sobreviven, no viven. El estrés forma parte de su ser. De eso
trata la novela Mil cosas, de Juan Tallón.
Los protagonistas son Anne y Travis,
matrimonio con un hijo. La acción transcurre en una ciudad, cualquier ciudad,
incluso los nombres de los personajes principales contribuyen a esa
indefinición.
Es el último día de trabajo antes de las
vacaciones. Hace calor, tanto que lo sentimos a lo largo de la narración. El
esperado día se convierte en una jornada aún más estresante. Travis trabaja en
una editorial y es día de cierre de una revista. Es un manojo de nervios. No
encuentra un momento para dejar una carta en Correos o preocuparse por su madre
hospitalizada. El trabajo le absorbe. El trayecto en coche hasta la oficina es
agónico. Anne, por su parte, brega en una empresa donde atiende consultas ciudadanas
vía telefónica. No le gusta lo que hace y encima sufre acoso de un compañero.
Esta podría ser la vida de muchas personas
que ansían quince días de vacaciones para huir de la vorágine en la que viven.
La narración transmite el ansia de los
personajes. Tallón nos cuenta el transcurso de la jornada para ambos
protagonistas y a pesar de parecer algo intrascendente logra captar nuestra
atención, al menos la mía. Son 149 páginas que se pueden leer de una sentada.
La novela se va desarrollando con la rapidez que imprimen sus protagonistas.
Travis me empezó a caer gordo casi desde el
inicio. Su incapacidad para hacer frente a los pequeños problemas domésticos,
absorbido por su trabajo, dejándolo todo lo demás de lado hizo que me cayera
mal. Imagino que a cualquier lector le pasa lo mismo. Hay personajes que no nos
gustan y otros que si. Tengo la costumbre, no siempre, de escribir en los
márgenes de los libros, subrayar e incluso doblar las esquinas de alguna
página. Hace años no me atrevía, ahora sí. Pues bien, en la página 73 escribí:
«El tipo este es desesperante», les aseguro que es cierto. Lean la novela y sí
se acuerdan de esto me comprenderán.
El ritmo no decae y Travis cada vez está más
agobiado, mientras Anne canaliza mejor la tensión. Todo va rodado hasta el
final, cuando el mundo estalla. El estrés acumulado en la narración de pronto
pasa al lector como una pesada losa. La novela adquiere en ese momento una
dimensión diferente que nos lleva a reflexionar sobre la vida que llevamos.
Normalmente me alargo más en mis opiniones,
en esta ocasión voy a ser breve, creo que no son necesarias más explicaciones,
les animo a que lean Mil cosas. Tallón se está convirtiendo en uno de
mis escritores favoritos.
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