8 sept 2015

Si eres una persona mojigata no leas Cómo se hace una chica



Decidió cambiar su vida. Conservar unas cosas y tirar otras. Conservará el tabaco, beber, acostarse con todos los tíos que pueda, trasnochar hasta el amanecer, escribir. Tirará el cinismo, el speed, cualquier pene de más de veinte centímetros, escuchar consejos sexuales de tipos extraños en fiestas.

A partir de esta toma de decisiones Johanna Morrigan - alias Dolly Wilde – se convertirá en otra persona. Johanna es la protagonista de la novela Cómo se hace una chica de Caitlin Moran.

De adolescente precoz, en todos los terrenos, que ensaya con tabaco, alcohol, sexo, decide ponerse ella las reglas, nada de dejarse llevar por otros. Es un aprendizaje vital y más cosas.
Su gestación como durísima crítica musical de Indie – o lo que es lo mismo, música independiente – no le va a la zaga de sus habilidades sexuales o como bebedora consumada.

El comienzo del libro ya deja claras las cosas. En la tercera línea la primera provocación al mojigato de turno: “Yo tengo catorce. Estoy despierta. Me estoy masturbando”.
Johanna lo da todo en el sexo, recibe poco. Sus encuentros sexuales acaban con el tipo de turno dormido y ella haciéndoselo sola.

Quien busque solo masturbaciones y sexo que vaya a otro lado. La sexualidad es parte del crecimiento de Johanna. ¿Acaso no lo fue de todos nosotros? No es un libro pornográfico, en absoluto.

“No podemos seguir siendo pobres y anónimos mucho tiempo. Los años noventa son una mala época para ser pobres y anónimos”. Esta frase tal vez defina mejor lo que también es Cómo se hace una chica. Una familia, que se quiere, sobrevive en Wolverhampton – región occidental de Inglaterra -  como puede. No voy a despachurrar la trama.

La crítica social es continua: “La ciudad se les murió delante de las narices, y eso les crea cierta sensación compartida de culpabilidad. Las ciudades industriales moribundas huelen así: a culpabilidad y a miedo. Los mayores se disculpan en silencio ante sus hijos”.

El Thatcherismo dejó la sociedad británica hecha unos zorros, empobrecida y con mala leche.

“Depender de los actos de piedad puntuales degrada la sociedad, Johanna”. Dolly Wilde, o Johanna Morrigan, tiene un padre jodido – física y anímicamente – pero cojonudo. Su visión del mundo es ácida, aunque no exenta de humor negro: “Lo esencial, Johanna, es que a nadie le gusta que cuando va a comprar a la tienda de la esquina lo persigan unos putos huérfanos tuertos que no paran de llorar. Es un coñazo social. Siempre han existido pobres que sufren. El Estado del bienestar pagaba para que desapareciera ese problema. Basta de niños congelados en las puertas de las tiendas”.

Aquí tenemos a un buen padre explicando la realidad económica y política a su hija adolescente. Me encanta.

Otra perlita: “Cuando la clase media se pone vehemente hablando de política, está pensando en sus privilegios: sus amnistías fiscales y sus inversiones. Cuando los pobres se ponen vehementes hablando de política, están luchando para sobrevivir”.

Solo está frase da para una buena discusión con gente  liberal. Aunque bien pensado, no merece la pena.

Aunque Johanna está muy de acuerdo con su padre, discrepan en gustos musicales, ella tiene otra prioridad: “Para mí, la cuestión de perder la virginidad es mucho más apremiante que el declive industrial de Wolverhampton”. Las cosas como son. Hay cosas importantes y otras que lo son menos.

Me reafirmo, no creo que a los mojigatos les gusten estas afirmaciones, al menos a los que yo conozco.

El descreimiento, el desencanto es consustancial a las nuevas generaciones. En situaciones de crisis social, como la de ahora, esa indignación se traslada a todos los ciudadanos.

Johanna no es ajena a esa tendencia universal: “En cuanto encuentre algo en lo que creer, voy a creer en ello más de lo que nadie a creído jamás en nada. Me voy a entregar a ello en cuerpo y alma”.

Está visto que Dolly no tuvo la oportunidad de conocer a la gente de Podemos. Abría acampado en la Puerta del Sol.

Cómo se hace una chica rezuma feminismo. Me parece a mí que es un feminismo cercano a Femen por lo que tiene de directo, sin tapujos. Eso también me gusta.
En este sentido valga como ejemplo “Oír a las mujeres cantando canciones sobre ellas mismas, y no a los hombres cantando sobre mujeres, hace que de repente todo parezca maravillosamente claro, y posible”. ¡Ahí queda eso!

A quienes le guste la música de los 80 y 90, principalmente la independiente, en este libro encontrarán muchas referencias. Menciona a grupos y músicos de los que yo jamás había oído hablar. No tengo ni idea. Da igual, no me aturulló en absoluto.

Por descarnado que pueda parecer, en algún momento, es un libro de superación personal de una mujer a la que le gusta la música, que se afianza cada vez más como mujer, y que no deja de ser una romántica: “Me pareció que en realidad era por eso por lo que a la gente le gustaba tanto follar. Para llegar a ese punto. Para llegar a ese sitio diminuto y tranquilo donde no había nada más que hacer que estar con el otro. Sólo ser dos seres humanos que, durante un breve período, dejan de ansiar. Ése es el hermoso destino final. El final de todo”. ¿Es romántica o no?

Me prestó leerlo. Mojigatos abstenerse.

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