Sin motivo aparente, me vino a la
cabeza el recuerdo de aquel viejo lector del diccionario de inglés. El paso de
los años, demasiados, han borrado los detalles.
Muchas tardes, cuando llegábamos
a la biblioteca, allí estaba él. Digo llegábamos pues mi amigo Pedro y yo
éramos de los habituales. Las primeras veces, desde la distancia, nos parecía
una situación peculiar. Era el único viejo de la sala de consulta, el resto de
los inquilinos éramos jóvenes universitarios.
El primer día no fuimos capaces
de descubrir qué voluminoso libro estaba consultando. Más adelante comprobamos
que era un diccionario de inglés. Siempre el mismo. El hombre, con
persistencia, fijaba la mirada en las páginas. De vez en cuando levantaba la
vista y observaba todo lo que sucedía a su alrededor. Cuando se topaba varias
veces con los ojos del jovenzuelo de turno, sentado frente a él o a sus
lados, iniciaba la fase de acercamiento.
Inicialmente era una explicación sobre su fijación con el diccionario. No soy
capaz a rememorar los detalles, luego ya pasaba a cualquier tema.
Ahí comenzaba una lucha titánica
entre el viejo por mantener la conversación y el joven por rehuirla y continuar
a lo suyo. Nosotros también caímos en su celada. En los primeros minutos le
seguíamos la charleta, pero ante su perseverancia intentábamos rehuirle. No era
fácil, él tenía experiencia y había librado muchas batallas.
Tras un par días de escaramuzas buscábamos un sitio fuera de su alcance. No éramos los únicos. Desde
el puesto alejado contemplábamos, partiéndonos de risa, como unos tras otros
iban cayendo en las redes de aquel viejo los tiernos universitarios.
Aquel hombre formaba parte de la
sala de estudio.
Pasado un tiempo, lo empezamos a
echar de menos. Nunca más lo volvimos a ver. Si la memoria no me engaña, creo
que nos dijeron que había fallecido.
Lo recuerdo con ese cariño que da
el tiempo pasado. Nunca nadie le faltó al respeto, o al menos no lo vimos. Tal
vez era un viejo que necesitaba el calor de aquella sala y el de aquellos
jóvenes que éramos. Nunca supimos nada de su vida, sólo era un viejo que leía
un diccionario de inglés en la biblioteca pública Jovellanos de Gijón.
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