13 sept 2015

Un pusilánime en la guerra templada de Expo 58



Si tuviera que contar, en pocas palabras, de qué va la novela Expo 58 de Jonathan Coe diría que de un pusilánime, una guerra fría que se quedó en templada y de la Exposición General de primera categoría de Bruselas de 1958 – oficialmente se llamó así -.

Y me quedaría bastante tranquilo. Hay más, desde luego.

La exposición de Bruselas es el eje central que aglutina varias historias, sin dejar de lado al protagonista, Thomas Foley.

La historia de Foley es la de sus curiosas relaciones personales, que incluyen las matrimoniales y las otras. El pobre es un quiero y no me atrevo. Lo hago, no lo hago. Desea a otras mujeres, amaga, crea expectativas que no se atreve a consumar y desconcierta a todos. Bueno, consuma una vez y pasa lo que pasa.

El puritanismo forma parte de la vida de Thomas Foley, en su matrimonio y fuera de él. Y lo digo en el sentido que conlleva de falsedad e hipocresía. Su actitud causa daño a su mujer y a Anneke, con la que no deja de coquetear.

Seis meses de exposición dan para entablar muchas relaciones.

Otra de las intrahistorias es la de la propia exposición. El certamen fue aprovechado para demostrar las bondades que podía tener la energía atómica – aún seguimos esperando por ellas -. Las grandes potencias exhibieron sus logros tras la guerra mundial. Como símbolo indiscutible nos queda el Atomium, con el que Bélgica quiso representar el futuro.
La descripción de algunos pabellones y su contenido tiene su espacio, especialmente  el inglés, sus vicisitudes y sus glorias son recogidas de forma extensa.

Leyendo algunos artículos sobre esta celebración, me encontré con el dato curioso de que mientras estuvo abierta la Expo 58, Bélgica produjo cinco toneladas diarias de chocolate. ¡Qué perdición!

También me topé con opiniones que afirman que sirvió para estrechar las relaciones entre países. No digo yo que no fuese así. Seguro que en esos seis meses todo fue “armonía”. Parece que se lo quisieron tomar en serio y el lema de la expo fue un rimbombante “Por un mundo más humano”. La matanza mundial estaba muy cerca y todos quisieron lavarse la cara.

Ese espíritu no debió calar mucho puesto que la guerra de Vietnam continuó y en 1961 se inició la construcción del Muro de Berlín, por ejemplo.

La tercera pata de la novela es la Guerra Fría, aunque más bien parece una guerra de las de Gila.

La urdimbre del espionaje resulta casi ñoña. Es como un cuento. Desde luego no tiene nada que ver con El tercer hombre. Tal vez sea la influencia de esa película – recordar que es de 1949 – la que me da otra visión de lo que fue la Guerra Fría y esta de Expo 58 me parece una broma.

Thomas Foley se ve envuelto en el lío de espías sin quererlo, al menos aparenta no desearlo. Otra faceta de su vida en la que no se atreve a tomar una decisión. Un pusilánime. No vive, le conducen por la vida. No deja de ser un colaborador involuntario en su matrimonio, en sus escarceos amorosos o en las intrigas de un James Bond barato.

Se supone que es humor inglés, y lo es – Coe es de Birmingham -. Ahí se queda.

Me entretuvo, sin más. Se lee rápido y fácil.

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