Pensar en rascacielos nos lleva a Nueva York,
pues no debiera ser así, por número es superado por Hong Kong. La ciudad china
tiene 657, edificios que tienen más de 150 metros de altura, de los cuales seis
superan los trescientos metros. Es la ciudad con el mayor número de ellos.
Hong Kong tiene una población de 7402000
habitantes, en una superficie de 1110 kilómetros cuadrados, lo que supone una
altísima densidad de población por kilómetro cuadrado. Dicen que es el país con
menos deuda del mundo respecto a su producto interior bruto. El PIB per
cápita, en 2022, fue de 46175 euros. En España, varían según la fuente en
ese año, van de los veinticuatro mil euros a los veintiocho mil.
Hasta hace pocos años, 1997, fue colonia
británica. La anexión británica se produjo al final de la Primera Guerra del
Opio, 1842. Con posterioridad se le unió la península de Kowloon, en 1860. Lo
que hoy conocemos como Hong Kong se concretó en 1898 cuando la metrópoli
arrendó, de forma gratuita, a China los denominados Nuevos Territorios,
necesarios por el incremento de la población. Este acuerdo incluía 235 islas de
los alrededores por un período de 99, hasta 1997.
A través de Hong Kong el Reino Unido
importaba el té de China, más adelante la Compañía Británica de las Indias
Orientales encontró otro producto mucho más rentable, el opio. Desde la década
de 1990 la ciudad se convirtió en uno de las grandes centros financieros del
mundo, a ello se suma el comercio y las telecomunicaciones. La bolsa de Hong
Kong es una de las más grandes del mundo. El gobierno no interviene en la
economía y aplican lo que han denominado «no intervencionismo positivo».
Al finalizar la concesión, 1997, el
territorio revertió a China que aceptó conceder a Hong Kong «un alto nivel de
autonomía, excepto en defensa y relaciones exteriores por los siguientes 50
años». Lo que pase en ese momento será otro cantar. Imagino que el gobierno
chino no cambiará demasiado el estatus de la ciudad ya podría perder su
dinamismo económico y cuando se habla de dinero los chinos son tan capitalistas
como el que más.
En 2020 China introdujo la Ley de Seguridad
Nacional para la ciudad que permite la persecución de disidentes y
manifestantes y redujo su autonomía. En esto del control social siguen
mostrando la peor cara de los comunistas.
Antes de poner los pies en la ciudad ya me
alucinó. Desde al avión vimos que están ampliando el aeropuerto, eso pensamos,
el paisaje era el de un montón de grúas, cuando digo un montón me refiero a que
había más de cien, muchas más. Luego siguió la dimensión del aeropuerto,
faltaría más, y el número de viajeros que por allí deambulaban.
El
primer paso fue hacernos con la Octopus, una tarjeta recargable que nos
permitió viajar en todos los medios de transporte e incluso pagar en tiendas y
restaurantes. Si al abandonar la ciudad aún queda dinero en ella, por todos los
lados hay máquinas para recargarla o comprobar el saldo, te lo devuelven. La
compramos en el aeropuerto, en la zona donde se coge el tren para ir a la
ciudad, y allí mismo te reintegran el dinero sobrante. Es muy útil.
El metro está muy limpio, es cómodo y rápido.
La entrada y salida de los vagones es ordenada, nada que ver con lo que hacemos
por estas tierras. Los hongkoneses son silenciosos, no hay bullicio. Lo mismo
sucede en el tranvía o el tren.
Hablando de limpieza, por estas tierras
asiáticas pude comprobar que los hombres, casi en su totalidad, después de
utilizar el baño se lavan las manos. No se extrañen que haga referencia a este
detalle, en España la mayoría, y digo la mayoría de los paisanos huyen después
de micionar del lavabo.
Vale, sigo.
El metro nos dejó muy cerca del hotel y casi
me desnuco mirando para arriba, ¡menudos pedazos de edificios! Me olvide de ver
el horizonte, a no ser que vayas hasta Victoria Park, cosa que hicimos.
Decidimos subir de noche, el espectáculo fue para abrir la boca y exclamar un
¡hala, menuda pasada!
Hong Kong es una ciudad para los coches, al
igual que Singapur o Bangkok. Cruzar las calles resulta complicado en muchos
sitios. Hay que buscar una pasarela y hacerlo por ella. Así y todo en la aceras
tienes que andar esquivando al personal. ¡Dioses! está todo hasta arriba de
gente. La súper población asiática esta ahí. Lo reducido del territorio de la
ciudad les obliga a construir en altura. Otra característica que se repite en
esta ciudad, como en Bangkok y Singapur, es la conexión por medio de pasadizos
entre edificios.
Todo es tan grande que no podía faltar la
escalera mecánica más larga del mundo con casi un kilómetro de longitud. No se
imaginen todos esos metros seguidos. Son tramos de escalera unidos por espacios
en llano, cortos, que dan salida a calles, salvan un desnivel importante. La
escalera va abarrotada ya que comunica zona comercial con zona residencial, a
eso se unen los turistas que vamos a verla. El ascenso lleva unos veinte
minutos.
Nos
acercamos a Victoria Harbour, puerto situado entre la península de Kowloon y la
isla de Hong Kong. Continuamos, como no, hacia la Avenida de las Estrellas, que
se encuentra en el paseo de Tsim Sha
Tsui. A imagen y semejanza del Paseo de la Fama de Hollywood tiene más de cien
huellas de manos de celebridades locales. En ese paseo están ubicadas una
estatua de Bruce Lee, héroe local, y la del cerdito Mcdull, personaje de
dibujos animados muy popular. No podía ser de otra manera y el paseo está
petado de gente. A las ocho de la tarde desde ahí se contempla el espectáculo
de luces y sonido del skyline de Hong Kong. Al finalizar cogimos un
barco para cruzar al otro lado de la bahía Victoria. No es el espectáculo de
Marina Bay de Singapur, pero está chulo.
Hay un lugar que no se puede perder, el Chi
Lin Nunnery. Se trata de un complejo de templos budistas ubicado en Diamond
Hill, Kowlon. Fundado en 1934 para retiro de monjas budistas. Tiene la
particularidad de estar construido sin un solo clavo con madera de ciprés. Es
el edificio de madera hecho a mano más grande del mundo. Es precioso, es visita
obligada. Frente al convento se encuentra el Jardín Nan Lian, sencillamente
maravilloso. A pesar de estar rodeados por rascacielos y calles muy transitadas
es un remanso de paz. El conjunto es hermoso. Hay varios templos también muy
guapos, pero no hay tiempo para todo.
Otra visita interesante, al menos para
nosotros, fue la que nos llevó hasta el Buda Tian Tan, situado en Ngong Ping,
en la isla de Lantau, la más grande de Hong Kong que forma parte de los Nuevos
Territorios. Desde el centro financiero de Hong Kong se puede llegar en tren,
unos cuarenta y cinco minutos de viaje hasta Tung Chung, allí se coge el
Teleférico Ngong Ping 360. Este teleférico tarda unos veinticinco minutos en
recorrer el trayecto, una distancia de 5787 metros y salva 420 metros de
altitud. En el ascenso se ve Hong Kong, el aeropuerto y el puente Hong
Kong-Zhunai-Macao.
El puente que se ve no es uno, si no varios y tiene túneles.
La longitud total es de cincuenta y cinco kilómetros y el puente principal
tiene veinticuatro kilómetros, el túnel seis kilómetros setecientos metros. Se
empezó a construir en 2009 y finalizó en 2017. El coste total ascendió a unos
17000 millones de euros. Estando el día despejado, como fue en nuestro caso,
las vistas son magníficas.
El Buda de Tian Tan mide 34 metros y pesa 250
toneladas. Está realizado en bronce. Para llegar hasta él hay que subir 268
escalones. Al rededor del Buda hay seis figuras conocidas como «la ofrenda de
los seis Devas».
Muy cerca, y justo enfrente, de este Buda se
encuentra el Monasterio de Po Lin.
No resistimos la tentación y nos acercamos
hasta el llamado «Edificio Monster», Yick cheong building,
en Quarry Bay. Se trata de cinco complejos residenciales, cada uno de
ellos con dieciocho alturas y cuarenta apartamentos de reducidas dimensiones,
unos cuarenta metros. Alguna de las fuentes que consulté por internet hablan de
que allí viven unas diez mil personas.
Hay mucho más que ver, pero el recorrer sus
calles ya es un espectáculo. Si uno viaja a esa parte del mundo merece la pena
pasar dos o tres días por la ciudad.
Asia nos queda muy lejos geográficamente,
pero también a nivel de comprensión por desconocimiento de lo que es la
realidad de esos países. Fue mi primer viaje a esa parte del mundo y me impactó
lo que vi. Dadas mis condiciones físicas fue muy duro por las horas de vuelo y
luego por el ansía de visitar lugares, algunos de imposible acceso para mí. La
medicación vino en mi ayuda. Mereció la pena, vaya que sí. Nos «diferencian»
minucias y nos unen muchas más cosas, los seres humanos no somos tan diferentes
como algunos, los intransigentes, xenófobos y racistas, nos presentan. El
consumismo desaforado es igual en todos los lugares del mundo y eso marca y une
mucho. Es cierto, por lo que pude ver, que las diferencias entre clases
sociales son brutales, a pesar de lo aparente. En Singapur y Hong Kong son
menos evidentes que en Bangkok, en Tailandia en general. A nivel tecnológico,
por ejemplo, creo que andan por encima de los europeos. La cifra de habitantes
de todos ellos es muy elevada por lo que tienen elevados consumos internos.
Son, además, lugares en los cuales las empresas financieras y de todo tipo
campan a sus anchas por lo que sus cifras macroeconómicas parecen muy buenas,
otra cosa es la realidad social en la que destaca el control de los ciudadanos
por parte de los gobiernos, lo reducido de los servicios públicos y las
prestaciones sociales.
Si el cuerpo lo permite espero seguir
viajando. El mundo es muy grande y hermoso. Hay que dejarse de chovinismos
absurdos y renegar de todo aquello que se interpone en nuestro interior para
ver a otros ciudadanos del mundo como iguales.
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