Quién me lo iba a decir: soy
creyente. Mi agnosticismo se ha ido al garete. Los milagros existen, vaya que
sí. Piénsenlo un poco. ¿Alguien duda de que el PP haya obrado milagros? Yo no.
Hasta hace dos días, como quien
dice, el país se caía en pedazos. Todo el mundo protestábamos, nos cabreabámos
y en las elecciones cada cual votó lo que votó. Pues desde esa fecha, 20 de
noviembre 2011, todo va a mejor.
Los medios de comunicación
chirrían menos, los profetas del caos están tranquilos, los mercados se sosiegan, la Merkel y el Sarkozy se sonríen cariñosamente mientras acarician la cabeza de
Rajoy y aquí todos los ciudadanos estamos encantados.
¡Cómo no voy a creer en los
milagros! Hace menos de dos meses, en la campaña electoral, nuestro Presidente
y todos los suyos nos dijeron que de tocar los impuestos nada de nada. Se
comprometieron con los ciudadanos a no mentir. Se les olvidó decirnos que eso
era para más adelante.
Nos han contado que las medidas
tomadas son el inicio de otras aún más duras. Todos nos ponemos a la faena con
el cinturón: más agujeros. No nos dicen en qué consistirán. Lo harán después de
las elecciones andaluzas. Están a punto de ver la luz que les ilumine.
¿El PP es o no el partido de los
milagros? En menos de dos meses se ha comprobado que nos han engañado; han
incumplido las promesas realizadas; nos han congelado
los sueldos –lo que equivale a bajárnoslos, una vez más; han subido los
impuestos directos a las rentas medias y aquí todo dios está acojonado. Y no pasa nada. Ah, por el IVA no se
preocupen, ya lo subirán.
Otra prueba irrefutable del
carácter milagrero del PP: la negociación con los sindicatos. Venga,
convénzanse, estamos en la Corte de los
milagros. Los sindicatos están dispuestos a aceptar una reducción de la
jornada laboral y del salario con tal de mantener al trabajador en la empresa.
¿Qué? ¿Es un milagro o una putada? Miren que hubiese sido fácil decirles: oigan, señores empresarios, en esto no
cuenten con nosotros. Entre ustedes y el gobierno impónganlo, pero no con
nuestro consentimiento.
Otro axioma que me reafirma en mi
opinión es la casi divinidad de Rajoy. No se sabe si sube o baja, es un
misterio inescrutable. Haga lo que haga, él aguanta el chaparrón y todos le
miramos con cara de tontos. Va a lo suyo, como todos los dioses habidos y por
haber, y los mortales solo somos piezas de un juego que no comprendemos. Hablando de incomprensión
¿Valencia no era un ejemplo a seguir?
Siguiente verdad revelada: da
igual que Rajoy comparezca o no en el Congreso de los Diputados. Toma de las
decisiones más duras que se pueden tomar, amenazan con otras más duras y él
sigue agazapado en su Moncloa. Los voceros mediáticos ni rechistan. Ven, otra
prueba más.
Ante esto solo me queda pedir
perdón públicamente por mi escepticismo y flagelarme hasta caer rendido ante
tales signos de divinidad.
Creo en los milagros por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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