6 ene 2012

Creo en los milagros


Quién me lo iba a decir: soy creyente. Mi agnosticismo se ha ido al garete. Los milagros existen, vaya que sí. Piénsenlo un poco. ¿Alguien duda de que el PP haya obrado milagros? Yo no.
Hasta hace dos días, como quien dice, el país se caía en pedazos. Todo el mundo protestábamos, nos cabreabámos y en las elecciones cada cual votó lo que votó. Pues desde esa fecha, 20 de noviembre 2011, todo va a mejor.
Los medios de comunicación chirrían menos, los profetas del caos están tranquilos, los mercados se sosiegan, la Merkel y el Sarkozy se sonríen cariñosamente mientras acarician la cabeza de Rajoy y aquí todos los ciudadanos estamos encantados.

¡Cómo no voy a creer en los milagros! Hace menos de dos meses, en la campaña electoral, nuestro Presidente y todos los suyos nos dijeron que de tocar los impuestos nada de nada. Se comprometieron con los ciudadanos a no mentir. Se les olvidó decirnos que eso era para más adelante.
Nos han contado que las medidas tomadas son el inicio de otras aún más duras. Todos nos ponemos a la faena con el cinturón: más agujeros. No nos dicen en qué consistirán. Lo harán después de las elecciones andaluzas. Están a punto de ver la luz que les ilumine.

¿El PP es o no el partido de los milagros? En menos de dos meses se ha comprobado que nos han engañado; han incumplido las promesas realizadas; nos han congelado los sueldos –lo que equivale a bajárnoslos, una vez más; han subido los impuestos directos a las rentas medias y aquí todo dios está acojonado.  Y no pasa nada. Ah, por el IVA no se preocupen, ya lo subirán.

Otra prueba irrefutable del carácter milagrero del PP: la negociación con los sindicatos. Venga, convénzanse, estamos en la Corte de los milagros. Los sindicatos están dispuestos a aceptar una reducción de la jornada laboral y del salario con tal de mantener al trabajador en la empresa. ¿Qué? ¿Es un milagro o una putada? Miren que hubiese sido fácil decirles: oigan, señores empresarios, en esto no cuenten con nosotros. Entre ustedes y el gobierno impónganlo, pero no con nuestro consentimiento.

Otro axioma que me reafirma en mi opinión es la casi divinidad de Rajoy. No se sabe si sube o baja, es un misterio inescrutable. Haga lo que haga, él aguanta el chaparrón y todos le miramos con cara de tontos. Va a lo suyo, como todos los dioses habidos y por haber, y los mortales solo somos piezas de un juego que no comprendemos. Hablando de incomprensión ¿Valencia no era un ejemplo a seguir?

Siguiente verdad revelada: da igual que Rajoy comparezca o no en el Congreso de los Diputados. Toma de las decisiones más duras que se pueden tomar, amenazan con otras más duras y él sigue agazapado en su Moncloa. Los voceros mediáticos ni rechistan. Ven, otra prueba más.

Ante esto solo me queda pedir perdón públicamente por mi escepticismo y flagelarme hasta caer rendido ante tales signos de divinidad.
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Creo en los milagros por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

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