21 jul 2014

La publicidad que alegra nuestra existencia



El mundo de la publicidad es nuestro mundo.

En revistas de actualidad, motor, cine, música, fotografía, astrología, gastronomía, informática, historia, salud, televisión – aunque parezca imposible – viajes, del corazón, masculinas, femeninas, infantiles, de padres – sí de padres – tatuajes,  no puede faltar.

La publicidad – al igual que lo dioses – está en todas. Directa, indirecta, subliminal. Nos la tragamos siempre. Pero no es cosa exclusiva suya. No hay periódico, digital o no, que no la tenga. Facebook, blogs, páginas personales. Yo que sé…Es ubicua.

Da igual el soporte, pero sobre el papel tiene su encanto.

La prensa escrita hasta no hace mucho vivía de los ingresos publicitarios, hoy no me atrevería a decir tal cosa. El número de anuncios ha bajado y las deudas de esos medios han crecido.
Bancos, grandes empresarios, han “salvado” a casi todos del desastre y la desaparición. ¿Habrán perdido su independencia? Estamos seguros de que no. Bueno, vamos a dejarlo.

Fíjense si son importantes los ingresos publicitarios que diarios muy devotos no dudan en llenar varias páginas con anuncios de putos y putas.

A mí lo que me llama la atención es la publi de las revistas, y no soy lector asiduo de ellas.

Cada una tiene sus características y ajustan la propaganda al perfil de sus lectores. La mayoría de ellas son el quiero y no puedo. Les falta algo. Mezclan un reloj con un coche o un champú. Eso no tiene glamour, no.

Las que podemos comprar la mayoría de los mortales nos motivan a una compra compulsiva, pero no nos llega al corazón. O son chabacanas o son estilo Isabel Preysler. ¿O es que me van a decir que la Preysler anunciando azulejos o bombones tenía glamour? No, va a ser que no.

Encanto, glamour lo tienen las revistas de los hoteles, los de cinco estrellas para arriba, claro.

Cuando a uno le cae en las manos una revista de esos sitios no puede menos que sonrojarse. Seré paleto.

Todas están cortadas por el mismo patrón. Las autoalabanzas y promoción de otros establecimientos de la misma cadena en diversos lugares del mundo – a cual más exótico – cubren varias páginas.

Gracias a estas revistas hoteleras uno puede descubrir paraísos que las revistas de las agencias de viajes no traen. ¡Qué hoteles! ¡Qué playas! ¡Qué carísimo debe ser!
¡Diosss, de cuanta ignorancia sacan a uno!

Entre uno y otro, van colando anuncios de relojes inalcanzables. Suizos todos ellos.

En estas publicaciones no falta la entrevista con un artista de renombre internacional. A poder ser un músico, ya saben, por aquello del glamour. Un pintor no, que mancha mucho.

Los anuncios de zapatos ¿los han visto? ¿De verdad se pueden usar? Por favor, esos son para enseñar, no para pisar un charco.

Siempre hay alguna entrevista con un  personaje relevante socialmente, así como otras dedicadas al medio ambiente. Pero ya saben, todo con mucha clase y estilo.

En ellas nada chirria. No hay espacio para lo ordinario ni lo vulgar. Oigan, que es que por no haber no hay anuncios de coches. De verdad, no los anuncian.

Relojes, relojes por todos lados. Bolsos, pero no unos cualquiera, de esos no. Los bolsos son de los que regalan a las alcaldesas. Caros, carísimos.

El toque tecnológico está presente, no se vayan a pensar que se han quedado anticuados. Elegantes sí, añosos no.

Unas páginas la dedican a la moda sport, pero de esa que se utiliza en los yates kilométricos. Esa ropa hace además juego con un puerto deportivo, que es obligado en toda revista que se precie. Como también es esencial un campo de golf.

Visto lo visto, yo de ahora en adelante voy a coleccionarlas. Las releeré con fruición e igual se me contagia algo de ese glamour.

No hay nada como una buena publicidad para alegrarnos la vida.

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