No es
extraño que me tope con alguien que argumente que antes con menos dinero se
vivía mejor. Y esto lo dicen personas que superan los sesenta años, pero
también gentes mucho más jóvenes. Recuerdan, los que las tuvieron en sus
bolsillos, las pesetas con una añoranza que no se justifica desde la Historia.
El paso del tiempo atempera lo malo, en los mayores, y en los más «nuevos» la
publicidad engañosa, vamos los bulos y mentiras descaradas, les llevan a pensar
que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pues no, rotundamente no. ¿Forma de
comprobarlo? Acudan a los libros de Historia, a las estadísticas oficiales y
dejen de lado lo que se dice en Facebook o Twitter, ahora X.
Por
una cuestión biológica todavía hay muchos ciudadanos que vivieron parte del
franquismo y es curioso que hay quienes ven con nostalgia aquellos tiempos de
dictadura. Puedo entender a quienes se beneficiaron de la corrupción sistémica
del franquismo, no comprendo a quienes las pasaron canutas por proceder de
familias trabajadoras y hoy miran con añoranza la opresión y el hambre que
pasaron.
Los
más avispados, también los más ilusos y quienes no recuerdan o no quieren
recordar, se limitan a unas evocaciones distorsionadas por el tiempo. Los
mayores se centran en la etapa del desarrollismo franquista, años sesenta y
setenta, grosso modo, cuando los empresarios adictos al régimen, junto a
políticos y militares franquistas hicieron lo que les dio la gana. Especularon,
robaron directamente, todo lo que quisieron y más. Los enormes pelotazos en la
construcción y las incipientes industrias generaron monumentales riquezas que
nunca se trasladaron al resto de los ciudadanos.
Horarios
interminables, sueldos míseros, en muchísimas ocasiones ni daban de alta a los
trabajadores que firmaban el primer día de trabajo una hoja en blanco, ya
sabemos lo que eso significaba. Con enorme esfuerzo personal los «curritos» se
compraron una vivienda con enormes hipotecas. Se de lo que hablo, mi padre se
hartó de hacer horas extraordinarias para poder acceder a una vivienda. Lo de
la televisión fue también una sangría para la economía familiar y no digamos el
primer coche, en el caso de mis padres fue el único que tuvieron, un R-5. Las
mujeres, en las ciudades, no trabajaban, estaba mal visto o en su defecto eran
«sirvientas», mal pagadas y explotadas por los señoritos.
Esa
vida es la que ensalzan, pero… ¿cuando iban de vacaciones? Nunca. ¿Cuántos
pares de zapatos tenían, teníamos? Dos, uno para domingos y fiestas y otros
para diario. ¿Y ropa? Poco más que el calzado. Siempre limpia, eso sí. ¿Salían
a tomar algo? Contadas ocasiones. El hombre trabajaba y la mujer cuidaba la
casa y los niños. No había tiempo ni dinero para tal cosa. Y así podría seguir ad
infinitum. ¿Estaban contentos con su vida? ¡Sí por los cojones!
Los
nostálgicos comparan los precios de hoy de un café y ¡pasan su coste actual a
pesetas de entonces!, creyéndose que el paso de los años no incrementaría los
precios. Eso es mezclar churras con elefantes. Un pequeño repaso para ellos. La
inflación en 1975 era del 14,10 %, en 1976 del 19,80 %, en 1977 del 26,4 %, en
1978 del 16,50 %, en 1983 del 12,20 %.
Así
era la vida a mi alrededor. Familias de trabajadores, emigrantes, desplazados
por el hambre y la falta de expectativas en sus pueblos. En esa época comenzó el
éxodo rural, fomentado por aquella criminal dictadura.
Quienes
ensalzan aquellos años me producen una terrible tristeza, a no ser aquellos
privilegiados del régimen que no les hago ni puto caso.
Y
llegó la democracia. La Transición generó muchas expectativas que aún no se han
cumplido, pero esa es otra historia. La situación económica de los trabajadores
era mala, la inflacción seguía disparada y el dinero daba para poco por mucho
que se estirase.
Las
huelgas fueron continuas en época de Adolfo Suárez, continuaron en la etapa de
Felipe González, descendiendo su número, pero así y todo a los gobiernos de
González les hicieron cuatro huelgas generales.
La
entrada de España en la Unión Europea fue un enorme revulsivo para la economía
española. Curiosamente hay quienes reniegan de ella, de la UE, sin valorar lo
que aportó a nuestro país. Poniendo en la balanza los pros y los contra no
tengo dudas de que ganan los primeros.
España
se adhirió a la UE en 1985 y su entrada efectiva se produjo en 1986, desde
entonces la economía española no sufre los vaivenes anteriores y la economía
corre paralela a la del resto de los países integrantes. Unos datos de la
inflación: en 1984 era del 9,00 %, en 1987 del 4,60 %, en 1988 del 1,40 %, en
2013 del 0,30 %, en 2019 del 0,80 %, en 2021 del 6,50 % y en 2022 del 5,7.
Voy
con más datos, necesarios vistas las mentiras y deformaciones que se
argumentan. Quien lo desee puede consultar libros, estadísticas o buscar por
internet, en sitios fiables, las informaciones. Aquí van.
En
1985 el salario mínimo interprofesional era de unas treinta y siete mil pesetas
mensuales, unos 222 euros, unas quinientas veinte mil pesetas, en euros 3125
anuales. Según el Ministerio de Hacienda el salario medio era de 1400000
pesetas, pasándolo a euros serían 8414.
La
tasa de paro llegó al 21 %. El tipo hipotecario en los años 80, del siglo
pasado, estaba alrededor de 17%, repito, del diecisiete por ciento. En esos
años un piso de 80 metros costaba unos 3,5 millones de pesetas, en euros serían
21035. Según los datos del Ministerio de Hacienda a un trabajador le suponía
como mínimo el salario de tres años.
Un
televisor, por ejemplo, de veinte pulgadas tenía un precio de 69900 pesetas,
420 euros de hoy.
Hay
muchos más datos, pero creo suficientes estos para hacerse una idea.
Durante
el gobierno de Aznar crecían los billetes en los árboles. Ironía. Tal cosa nos
hicieron creer, el tiempo nos demostró la cruda realidad. La liberalización del
suelo contribuyó al desarrollo de la burbuja inmobiliaria que después nos
estallaría. En esos momentos muchos jóvenes abandonaron su formación para irse
a trabajar. La construcción absorbía ingentes cantidades de trabajadores y con
ella los sectores afines. La enorme demanda de viviendas hizo que los
empresarios pagasen aceptablemente y con las horas extraordinarias los sueldos
eran muy apetecibles. La locura de especular con la viviendas, fomentada por
los bancos concediendo hipotecas del altísimo riesgo cerró el círculo. Hubo
quien se creyó que España era el no va más. Ya, ya.
El
genio económico de Aznar, el señor Rato, acabó abandonando el Fondo Monetario
Internacional por «problemillas» relacionados con el blanqueo de dinero y con
posterioridad acabó en la cárcel en España. Ese era el nivel del gobierno
«aznariano».
Llegó
la crisis del 2007-2008 y todo patas arriba. Pérdida de empleos, contención
salarial y rebajas para funcionarios, empresas de la construcción a la quiebra,
embargos de viviendas por impagos, rescate bancario… ralentización de la
economía en general y mayores gastos para el Estado.
Desde
luego es un repaso muy general, pero no por ello deja de ser real.
Toda
aquella euforia se fue al garete. Desde ese momento se incrementaron las
campañas mediáticas de intoxicación. No era nada nuevo. Las redes sociales
contribuyeron de forma clara y desde los grupos de extrema derecha y la derecha
más recalcitrante no pararon de desinformar, cuando no de mentir. En los años
siguientes la cosa empeoró.
La
mala gestión de los primeros embates de la crisis se llevó por delante al gobierno
de Zapatero, quien había desbancado al PP tras las mentiras de estos sobre los
atentados del 11 de marzo de 2004. La actitud en ese momento - también en los
posteriores, llegando incluso hasta hoy – del Partido Popular fue… me cuesta
trabajo encontrar un calificativo.
La
política española y la economía española no mejoró con la llegada de M. Rajoy a
la presidencia. El apoyo a la banca que afirmaron, por activa y pasiva, que no
iba a costar nada a los españoles fue una de las muchas mentiras que contaron.
Con M. Rajoy «El PP es el partido que más subidas de impuestos ha realizado en
la historia fiscal de este país, mayor volumen recaudatorio y en menos tiempo.
Esta voracidad por obtener ingresos, sin importar su procedencia, se extendió
también a una inusual amnistía fiscal por la que sólo se obtuvo la mitad de la
caja prevista». El entrecomillado por supuesto no es mío, ¿saben de quien es?
de el periódico El Mundo de 24 de noviembre de 2013.
Con
M. Rajoy llegó el referendum independentista catalán lo cual supuso
inestabilidad política y económica.
Las
cosas desde el 2007 fueron complicadas, los indicadores económicas no eran
buenos y lo que es peor, la economía de los ciudadanos se resentía gravemente.
Como en toda crisis hubo personas, grupos empresariales y bancos, que hicieron
pingües beneficios, mayores que nunca, así siguen.
La
vida política se enmierdó por obra de la ultraderecha, Vox, y el PP hasta
niveles impensables con anterioridad a la llegada de Pedro Sánchez al gobierno.
El primer gobierno de coalición molestó a la derecha extrema y la extrema
derecha. La caza del hombre había comenzado cuando Sánchez obtuvo los
suficientes apoyos para desplazar a M. Rajoy de la presidencia mediante una
moción de censura. Estos movimientos políticos no previsibles tienen una
repercusión económica ya que las empresas y inversores quieren paz y
tranquilidad en sus patios. A pesar de las presiones, los bulos y las mentiras,
la economía continuó a buen ritmo, pero llegó lo impensable, la pandemia de la COVID-19.
Tras más de dos años duros, empezando por la muerte de miles de ciudadanos, en
los que la sociedad en su conjunto se resintió, no solo la española, la mundial
y cuando parecía que la vida se normalizaba la guerra contra Ucrania, iniciada
por Putin, nos volvió a sumir en otra crisis. Así seguimos. Nuevamente los
bancos, empresas, financieros y quienes mueven los mercados nacionales e
internaciones se están haciendo de oro, por supuesto a costa de los ciudadanos.
Estas
realidades las hemos podido sobrellevar gracias a las iniciativas del gobierno
de coalición socialcomunista bolivariano - ¿les suena la expresión? - que
inyectó a todos los sectores económicos miles y miles de euros. Nunca en la
Historia de España hubo tal cantidad de apoyos a los ciudadanos. No, esto no es
sacar la cara por el Gobierno, es una realidad mensurable y contrastable.
Las
cosas van muy bien para las empresas de todos los sectores, se quejan porque
nunca tienen bastante, son insaciables. Preguntan a los ciudadanos y responden
que la economía va mal, cuando a continuación les preguntan por la suya, la
familiar, responden que bien. No es nada nuevo. En la década de los 2000,
Javier Jareño, economista del Banco de España realizó un estudio sobre esto, la
opinión de los españoles sobre la economía, y llegó a la conclusión que vaya
mal o bien la economía los españoles siempre dirán que va mal. En esa opinión
negativa tiene mucho, casi todo, que ver con las mentiras y los bulos
interesados que cuentan determinados medios de comunicación que cuentan con la
colaboración de las redes sociales, hervidero putrefacto de odio y oscuros
intereses.
A
pesar de los follones que montan desde la derecha y extrema derecha, la
economía se ha comportado relativamente bien en este 2023. El mercado de trabajo
bastante estable junto con las políticas fiscales nacionales han amortiguado el
impacto de la inflación sobre las rentas familiares.
La
regulación, dentro de lo posible, de los precios de la electricidad y
carburantes, contribuyeron a que el efecto de la inflación fuese menor en las
clases más bajas.
Los
precios de la compra se han disparado sin razones claras, al menos nadie las
encuentra. Las grandes superficies, que son las que marcan la pauta, han
querido resarcirse de la contención durante la pandemia.
Las
cosas no es que vayan maravillosamente, para nada, nunca es así, pero esperan
que el PIB crezca en 2023 a una tasa del 2,3%, lo cual no está mal. Ahora la
cuestión es que la inflación subyacente baje lo más posible.
Venga,
los últimos datos. Según las Estadísticas de Hipotecas del Instituto Nacional
de Estadística (INE) las hipotecas fijas durante agosto rondaban el 3,464 %. El
Idealista por su parte informó que en agosto 2023 el precio del metro
cuadrado de las viviendas estaba en 2004 euros. Según esto una vivienda de 80
metros costaría unos 160000 euros, pasándolo a pesetas serían 26621760 pesetas.
Háganse
un favor, no se crean que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hoy disfrutamos en
este país de bienes y servicios impensables hace sesenta años. Siempre queremos
más, pero no nos dejemos engañar. Por mucho que se empeñen las cosas fueron
como fueron y no como se las cuentan o se imaginan.
Un
último favor, no sigan comparando en pesetas y euros el precio de los
productos. Repito, ¿son tan ingenuos de pensar que los productos en pesetas no
hubieran subido en todos estos años?
En
fin, si se quieren engañar…
El
reparto de la riqueza en España es desigual. Las diferencias entre los de
arriba y los de abajo se han incrementado de forma notable. Tenemos un sistema
fiscal que beneficia a los más ricos y el mayor peso recaudatorio recae sobre
los asalariados y pequeños empresarios. Esta realidad, es fácil de comprobar,
no impide que muchos ciudadanos de clase baja y media exijan la retirada de los
impuestos de sucesiones, donaciones y patrimonio. ¡Hay que joderse!
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