23 oct 2023

Espacios que dan vida

 


 

 Habrá quienes piensen que las bibliotecas son algo trasnochado, sin sentido. Y tendrán razón. Tenemos internet en nuestra mano y ninguna biblioteca puede competir en información y entretenimiento con él. Nuevamente tengo que darles la razón. ¿Las cerramos entonces? Pues… va a ser que no.
  Las bibliotecas dan vida. Así de rotundo. Ese espacio de estanterías repletas de libros ordenados, que llevan un papelito blanco (tejuelo) con números y letras en mayúsculas y minúsculas (Clasificación Decimal Universal) ininteligibles para la mayoría de los lectores transmite paz y la sensación de traspasar un umbral, no diré sacro, pero sí de respeto.
  Los libros son mágicos. Así de categórico. Cuando un lector abre las páginas de un libro y lee surge la magia. Esa sensación de entrar en otro mundo es inigualable. Ni la fotografía, ni el cine producen, al menos en mí, ese impacto emocional. Lo leído me transporta a tantos mundos conocidos, desconocidos e inimaginados que me sobrecoge. Y ahí están las bibliotecas públicas donde nos podemos acercar a esos tesoros que esperan pacientemente a que un lector los tome en sus manos y hoja a hoja devore su contenido.
  No, las bibliotecas públicas no son un almacén, ni una tienda ni nada por el estilo. Son la máxima expresión del amor por el conocimiento, por la vida. Las bibliotecas públicas ponen al alcance de los ciudadanos el saber acumulado de la humanidad y las obras de las mentes más imaginativas. En ellas unas personas, casi anónimas en un mundo de egos exacerbados, asesoran, si así se lo requieren, con un afán de satisfacer las demandas de los lectores. En las bibliotecas no hay favoritismos, intereses o egoísmos de cualquier tipo, solo inteligencia, sabiduría y ocio.
  Hoy, cuando vemos como se recortan muchas libertades en el mundo, las bibliotecas públicas siguen siendo ese espacio abierto a todos. Ese espacio que nos da acceso a la libertad absoluta, la de pensar e imaginar a través de los libros. Nada es igualable.
  Podemos engañarnos y decir que hoy se lee más que nunca gracias a móviles, tabletas u ordenadores, pero no se menciona la falta de concreción, tiempo para pensar y asimilar lo leído. Tampoco se menciona que vía internet, en muchas ocasiones,  el «lector» se queda con los primeros resultados que se le ofrecen y de ahí a tragar bulos y mentiras hay un pequeño paso.
  Quienes acceden a las bibliotecas públicas o van buscando un libro, un autor concreto, o a la «caza» de sorpresas. El acto de recorrer las estanterías, hojear uno y varios libros, leer trocitos, acelera el pulso, exige concentración y muestra el interés de la persona por la lectura.
  Ya, me podrán decir que eso mismo sucede con las librerías, es verdad, pero solo en cierta medida. La diferencia es que en unas, las librerías, el factor negocio es fundamental, en las bibliotecas públicas solo hay una prioridad, el lector y la lectura.
  Fui bibliotecario, siempre lo seré, soy lector, lo seré hasta el último momento. Las bibliotecas públicas han sido parte importantísima de mi vida, por favor, háganles un hueco en la suya y verán la vida de otra manera.

 

 

 

                                                                                        

 

 

                                                                                                 

 

 

 

 


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