La
vida es un juego emocionante que siempre acaba mal. Algo así se dice en La carne y en torno a esa idea gira el
último libro de Rosa Montero.
La
protagonista, Soledad, tiene miedo a envejecer. Mujer compleja que con el
transcurso de la narración aún se vuelve más. No lleva bien los sesenta. A esta
comisaria de exposiciones, que aparenta diez años menos, le pesa la vida. Como suele suceder, la edad
mental y la física no concuerdan.
La
autora nos pide a los lectores que no desvelemos alguna de las características
de la protagonista, no lo haré. No lo hago nunca, en esta ocasión más
justificado aún.
Sin
más preámbulos: me gustó. Novela corta en extensión, 236 páginas, con letra que
agradecen los cristalinos rígidos y que leí de dos tirones.
Las
primeras páginas son muy buenas. Te atrapan. Luego te dejas llevar por la
historia.
Soledad
es una mujer activa en todas las facetas de su vida, no quiere renunciar a
nada, y eso incluye la sexualidad. El deseo de venganza la lleva a contratar a
un puto y a partir de ahí… léanlo. La preparación para el primer encuentro con
el prostituto es divertida. Por cierto, gigoló no aparece en el diccionario de
la Real, curioso.
No
es una novela erótica. El sexo es importante - ¿para quién no? - pero no define
la obra. La necesidad de compañía, el miedo a la soledad, e incluso el amor son
más acuciantes – aunque en esto del amor tengo serias dudas -. Eso no significa
que Soledad no le guste un buen polvo. Le gustan, vaya que sí le gustan. ¿A
quién no?
Hay
momentos en que a uno le apetece darle un par de tortas a Soledad. Sabe que
está cometiendo errores y a pesar de ello sigue adelante – nada del otro mundo
¿verdad? -.
Todo
tiene su explicación…
Rosa
Montero introduce pequeñas notas sobre algunos escritores malditos. La
protagonista va a montar una exposición bibliográfica en la Biblioteca Nacional
y eso da pie a unas breves, e interesantes, biografías. Todas ellas encajan muy
bien en el desarrollo narrativo.
La
propia autora se convierte en personaje y su presencia llega a ser importante.
Vamos, que Rosa Montero le echó un capote a su personaje. Le debió dar penita.
Es
un libro que me proporcionó alegrías. No todos lo hacen. No soy muy dado a
recomendaciones pero La carne se lo recomiendo. Y ya saben:
para gustos, colores.
Permítanme
que traiga aquí dos líneas del final del libro: Pero luego se quedó mirando los anchos hombros del corredor, las nalgas
musculosas tensándose rítmicamente ante sus ojos. Ah, ese esplendor de la carne.
La
carne es débil y el deseo mucho.

La carne tira mucho by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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