Publicado en La Nueva España el 6 de enero de 2017
¡Dejémonos
de quejas! Las multas de tráfico son por nuestra seguridad. No pongan caras
raras, lo dijo el concejal de Seguridad Ciudadana de Oviedo: “En Oviedo no hay
afán recaudatorio con las multas, sino tres años sin fallecidos en atropello”. Ya ven, no les engaño. Lo argumenta quien
sabe de esto. Por sí nos quedaba alguna
duda añadió: “Los radares son medidas de seguridad”.
Sirvan
estos comentarios para verificar la “autenticidad” del título de este artículo.
Debo aclarar que este concejal comparó la situación de Madrid con la de Oviedo
en eso de los “foto-rojos”. Aunque se le olvidó recordar la población y el
número de vehículos de una y otra ciudad.
Nada,
un pequeño despiste.
El
señor concejal de la muy noble, muy leal ciudad de Oviedo no menciona que los
semáforos de la plaza de Castilla, por ejemplo, pasaban del verde al ámbar y al
rojo en unos segundos – últimamente ya no lo hacen –. ¿O van a decirme que no?
¿La
ingente cantidad de multas que cobra el ayuntamiento capitalino no hace
sospechar a los sagaces concejales que algo pasa? ¿Tan negligentes – y
peligrosos – somos los conductores que transitamos la heroica y buena ciudad?
No
se me ofenda, don Ricardo – no tengo el gusto de conocerle -, me sirve usted de
ejemplo, nada más. Consuélese, otras ciudades y pueblos tienen la misma
“problemática”. ¡Y qué le voy a contar de las sanciones en carreteras y
autovías!
La
inmensa mayoría de las veces son multas bien impuestas. Es más, pocas son las
ocasiones en las que nos pillan en flagrante delito para lo que delinquimos.
Nos
han dicho que el 2016 se cerró con 1.160 muertos en carretera, 29 más que en
2015, y que para mayor desgracia suben estas cifras por primera vez desde 2003.
Mala,
muy mala noticia.
El
director general de Tráfico, Gregorio Serrano, achacó esta siniestralidad a la
distracción, velocidad inadecuada, cansancio, no mantener la distancia de
seguridad, así como al consumo de alcohol y drogas. A todo ello se le añade el
envejecimiento del parque automovilístico español.
Sin
duda alguna tiene mucha razón y además todos los datos.
¿Hablamos
del estado de muchas carreteras? ¿De su firme, de la señalización horizontal y
vertical, de la falta de mantenimiento en general?
No
exagero.
Puedo
poner como ejemplo el denominado corredor del Narcea, la AS-15. La cantidad de
accidentes que se producen en esta vía no solo están causados por los
conductores. Su estado, deplorable, ha sido determinante en muchos accidentes –
algunos mortales -.
Esto
no se sanciona.
De
las carreteras comarcales y locales ya ni hablamos.
Por
las ciudades y pueblos vemos pocos policías locales regulando la circulación.
En las carreteras nacionales los agentes de tráfico están desaparecidos.
¿Cuándo han visto por última vez
motoristas de la Guardia Civil de Tráfico? Podemos atravesar España y no los
veremos.
En
la mayoría de las ocasiones, cuando atisbamos un coche es de milagro, están
agazapados tras un radar y es para multar.
No
se enfaden, ustedes cumplen órdenes.
La
presencia policial se supone que tiene una función preventiva – lo sigo
creyendo – pero en esto del tráfico no se cumple. Han destinado a los agentes a
ser, principalmente, recaudadores. Los ciudadanos no tenemos la menor duda.
Sí
su función fuese la de contribuir a la prevención se harían visibles, no
necesitarían camuflarse ni instalar tanto radar. Su presencia física sería un
elemento disuasorio de primer orden.
Oigan,
y no me digan que no.
En
cuestiones tan serias como la de evitar atentados la visibilidad en las calles
de las fuerzas de seguridad se considera imprescindible y disuasoria. ¿Dudan de
su eficacia a la hora de evitar accidentes?
El
aumento de los controles, vía radares, no evita el incremento de la
siniestralidad, está demostrado. Venga, anímense, que los agentes hagan acto de
presencia en las calles y carreteras y
ya veremos si se reducen los accidentes.
¡A
que no se atreven! Desde luego que no. Eso supondría más gasto en carburantes y
menos recaudación.
Todo
sea por nuestra seguridad.
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