Cada uno se informa y toma sus
referencias de dónde le da la gana, faltaría más. Hay quienes leen y escuchan,
luego lo pasan por su tamiz para formar opinión; otros directamente copian,
pegan y se acabó. Pues bueno.
Las redes sociales nos permiten
conocernos mejor. Sí, ya sé que en ellas se miente, se exagera, da igual, son clarificadoras.
¿Por qué se disculpa mentir en Facebook, Twitter o Instagram…? ¿Alguien me lo
puede explicar? No me sirve eso del anonimato o que se dan por supuestos los
engaños. Tampoco admito los fingimientos. ¡Dioses, cuánto ilustrado hay del
corta y pega!
Las redes sociales se utilizan
como diversión, y está muy bien. Fotografías de viajes, comidas, cosas curiosas,
vídeos graciosos… me parece bien. Antes esas cosas las contábamos de palabra y
ahora lo soltamos al mundo mundial. Pues vale. También podemos ponernos más
“intelectualoides” y colgar cosas más sesudas y trascendentes. También me
parece bien. Reconozcamos que somos exhibicionistas, algunos han llegado a stripers.
¿Las redes nos aportan algo? Al
parecer sí. La dedicación de tantas horas por parte de millones de personas
será por algo.
Hasta no hace mucho nuestro
protagonismo se circunscribía al que nos permitían los libros que leíamos, las
películas que veíamos y, cómo no, los sueños que teníamos. Hoy en las redes somos
los “prota”, aunque sea a base de falsificar, fingir, mentir o inventar. Todo
sea por unos “me gusta” más. Por fin hay personas que tienen “vida”.
Un argumento muy escuchado es que
gracias a las redes la gente lee más. Pues bien, pero habría que diferenciar
entre información y conocimiento, cosas muy distintas.
Imagino que no será necesario
hablar de las fake news. Son tantas
que ya hay cantidad de páginas que se dedican a desmentirlas. En política están
al orden del día y son compartidas con total alegría. No vale argumentar
desconocimiento. Si no están seguros de la veracidad de una noticia ¿para qué
las comparten?
Por cierto, en español hay una
palabra que define a la perfección fake
news: bulo. Fíjense que utilizando el término en inglés parece que
suavizamos su significado, dicho en español no nos cabe duda: un bulo, tal y
como lo define la RAE (Real Academia Española), es una noticia falsa propalada
con algún fin.
Tengo claro que ni Facebook ni
Twitter o similares nos conducen al conocimiento, ni siquiera a la información
veraz.
Luego está lo de la coherencia.
Ya saben, eso de ser consecuentes y lógicos con los principios que decimos
tener. Esto es muy bueno. Sólo hay que darse una vuelta por “face” o “tuiter”
para ver las contradicciones. Muchos de aquellos que se dicen educados,
demócratas y defensores de la libertad de expresión a la que les llevan la
contraria saltan furibundos contra todo dios. Insultan, desprecian y dicen
barbaridades sin sonrojarse. Se comportan como verdaderos energúmenos. Unos lo
hacen desde el anonimato otros a cara descubierta, pero todos sin ser
conscientes del alcance de lo que dicen. Oigan, es que no lo dirían a no ser
que… sean gilipollas perdidos.
Antes, se sigue haciendo, a los babayos (término asturiano) en las
charlas de los bares era fácil pararlos, ahora en internet andan desbocados.
Después están esos tan íntegros
ideológicamente, sobre todo entre gentes que se dicen de izquierdas, que no
dudan en utilizar noticias, informaciones, bulos de la derecha más rancia para
apoyar sus argumentos contra “compañeros”. Bueno, eso era así hasta ahora, ya
hemos visto como en las primarias del Partido Popular valió todo. Es que hay
cosas que unen.
Cada uno sabemos lo que hacemos
en esa “vida” digital. Todos estamos muy satisfechos de nuestras aportaciones
pero que no se nos olvide que en ellas estamos totalmente expuestos y sometidos
a críticas, y desgraciadamente a insultos.
De momento cojamos la lámpara
para buscar la coherencia y el conocimiento en las redes.
¿Por dónde anda la coherencia y el conocimiento en las redes sociales? by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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