6 jul 2020

Camino Vargas, una nueva inspectora


  En tiempos convulsos y de desasosiego la novela policíaca dicen que triunfa. Pues será verdad. También cuentan que ha dejado de ser un género menor, lo cual debe ser cierto a tenor del número de títulos y sobre todo de ventas.

  Es cierto, al menos así lo veo yo, que en la mayoría de los casos las policíacas han perdido negritud. Los aspectos sórdidos, sombríos y oscuros de la sociedad y el alma humana se han edulcorado para no ofender a las almas más sensibles.

  Hace unos años la lista de escritores de novelas policíacas españoles era reducidísima. Muchos ni se acuerdan de Francisco García Pavón y su detective Plinio. Algunos más, y entrados en años, recuerdan al gran Manuel Vázquez Montalbán y su detective gourmet Pepe Carvalho. Francisco González Ledesma o Andreu Martín son más cercanos, al igual que Eduardo Mendoza con el detective sin nombre.

  Hoy la lista ocuparía mucho espacio y veríamos los nombres de muchas escritoras: Alicia Giménez Barttlet, Dolores Redondo, Eva García Sáenz de Urturi, Carme Riera, Rosa Ribas, Nieves Abarca, Susana Hernández o Susana Martín Gijón…

  La última de ellas, Susana Martín Gijón, ha traído al mundo a una nueva detective,  Camino Vargas, en su novela Progenie.

  La trama se desarrolla en la achicharrada Sevilla. Un asesinato pone en acción a la detective Vargas y su equipo. Cuando aparecen otros dos más, con características comunes, las alarmas se disparan. Lo que parece más o menos evidente no tiene nada que ver con el desenlace. Tras esos asesinatos y su investigación hay un trasfondo social. La maternidad y sobre todo los tratamientos de reproducción asistida están en el foco de atención de la autora y la detective.

  Camino Vargas es un personaje que llega para quedarse y valdrá más que vayamos sabiendo quien es: “Liviana con el seguimiento de las normas, le cuesta obedecer las órdenes con las que no comulga y los convencionalismos impuestos por una sociedad de la que se siente ajena con demasiada frecuencia. Toma sus propias rutas, a menudo con atajos que la lleven a conseguir su objetivo, todo según su propia idea de la justicia y de la existencia, tanto en su profesión como en la vida” (página 76).

  Su inseguridad en el cargo, en el que no se encuentra a gusto, la lleva a mostrarse tajante con sus subordinados. A pesar de ello, no es mala gente. Intenta controlarse pero lleva la insatisfacción a cuestas.

  En las páginas 188-189 se realiza una disertación sobre el sentido de ser madres y las pesadas cargas que ello supone para las mujeres. Estas páginas, en función de las creencias y sentimientos de cada cual, recibirán aplausos o recriminaciones. Teniendo en cuenta la trayectoria de Susana Martín Gijón no resulta nada extraño.

  La inspectora tiene clara su concepción del mundo: “Nunca deja de sorprenderme la facilidad del capitalismo para abrazar lo que más le conviene. En este caso, maternidad social y biológicamente tardía. Y encima lo venderán como un favor que nos hacen a las mujeres” (página 289). 

  El compromiso militante es patente a lo largo de la novela: “Ese es el verdadero don de Nerea: no un cuerpo explosivo, ni una cara bonita, ni siquiera su inteligencia. Es la capacidad de irradiar luz, de hacer que uno quiera permanecer a su lado, como si la felicidad residiera justo ahí” (página 354).

  Para comprobar esto y más tendrán que leer Progenie. El final me resultó un poco exagerado, pero igual es por mi desconocimiento. Es una policíaca entretenida que cuenta cosas.  

  En su biblioteca pública o librería preferida la podrán encontrar. Buena lectura para estos días de verano.

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