El nombre de Pedro Blanco no les
dirá, seguramente, nada. Sí además les digo que fue uno de los mayores negreros
del mundo probablemente tampoco les aclare demasiado.
Pedro Blanco Fernández de Trava
nació en Málaga y llegó a convertirse en uno de los mayores negreros del siglo
XIX. Fue conocido como el Mongo Blanco o el Mongo de las Gallinas -Las Gallinas
es el actual río Moa que desemboca en Sulima, Sierra Leona-.
Desde esa zona de África arrastró
a negros bozales hasta América, fundamentalmente Cuba. En la isla caribeña
llegó a ser propietario de ingenios azucareros entre otros muchos negocios.
Llegó a ser muy rico. La trata de negros era el gran pelotazo del momento.
No solo se enriquecieron los
negreros. Nobles, eclesiásticos, empresarios, gentes con algunos ahorrillos invirtieron
en la trata. Tampoco las casas reales le hicieron ascos. En el caso de España,
la reina consorte y posteriormente regente María Cristina de Borbón-Dos
Sicilias dedicó grandes sumas de dinero a ese inhumano comercio. Por cierto, no
tuvo problemas en apropiarse de dinero público para ese fin y también para sus gastillos.
Las otras monarquías europeas
tampoco tuvieron reparos. El ejemplo más brutal fue el de Leopoldo II, rey
belga, único propietario del Congo desde 1885 a 1908. Su crueldad no tuvo límites. Los
historiadores hablan de que fue responsable de la muerte de entre dos y quince
millones de personas en aquellas tierras. Aunque fuese la más baja sería
terrorífico.
Bueno, sobre la esclavitud tienen
mucho y bueno escrito a su disposición. Mi intención es darles unas pinceladas
sobre Mongo Blanco, libro escrito por
Carlos Bardem.
La novela está plagada de
personajes y acontecimientos reales, no todas las denominadas novelas
históricas lo están. Lo habitual, tratándose de historias sobre la esclavitud,
es que el punto de vista sea el del esclavo, en esta ocasión Bardem hace lo
contrario, nos pone ante la visión del negrero.
El protagonista Pedro Blanco, el
Mongo Blanco, al final de su vida está internado en un manicomio y en las
conversaciones que tiene con su médico, Alberto Castells, va desgranando su
vida. Dos concepciones del mundo contrapuestas. Por un lado el despiadado
realismo del negrero y la humanista del médico. A lo largo de 615 páginas se
van desgranando los entresijos del negocio de la trata. Muerte, guerras,
hipocresía, violaciones y sexo en todas sus variantes y dinero, mucho dinero
recorren la historia de Mongo Blanco.
Descubriremos la ciudad de Málaga
en la época de la ocupación francesa, navegaremos por los mares hasta llegar a
tierras americanas y africanas y visitaremos aquella Cuba de la explotación. En
aquella época los esclavos eran una mercancía más. Se les podía cambiar por un
mueble o asesinar por diversión o maldad. Los ingenios azucareros cubanos
abastecían al mundo y eran un tragadero constante de mano de obra esclava. En
aquellos tiempos se fraguaron con sangre esclava muchas de las grandes riquezas
de España. Catalanes y vascos repatriaron los enormes capitales así conseguidos
en la perla del Caribe y los invirtieron en la industria de esos territorios.
La industrialización vasca y catalana es producto del lavado de cara que
quisieron darse esos antiguos negreros, que no traficaban directamente pero sí
financiaban. Algunos consiguieron títulos nobiliarios que aún hoy perviven y
sus herederos exhiben muy ufanos.
Pedro Blanco aparece como un
hombre ilustrado. Ideas claras y bien expuestas hacen titubear en más de una
ocasión al cándido del doctor. En ocasiones realiza interpretaciones sociales
que bien pudieran identificarse con las socialistas. Vean: “El oro y la sangre
corren por igual en venas e iglesias. Y siempre los siervos agradecen con oro a
los dioses de los hombres que los subyugan, rezando para poder liberarse y ser
ellos amos de otros con menos suerte. Para eso rezan y estofan con oro los
muros de las iglesias de un dios blanco” (página 15).
Su total falta de empatía esconde
a un monstruo que sabe defender muy bien su causa, tanto que incluso hace
olvidar, por un momento, quien es realmente: “No, yo no he admirado a hombres
de ningún color sobre los de otro. Los he detestado a todos por igual. Solo he
querido a individuos, mi humanidad nunca fue más allá de las personas que
quise. ¿Humanidad? Solo otra de esas grandes palabras que nada significan y son
coartadas para los mayores crímenes, como patria y Dios” (página 27). En esta
misma línea: “Sé tantas cosas de Su Majestad la Gran Zorra Isabel II, de su
intrigante madre, de los manejos del dictador Narváez con los británicos, de su
traición para regalarles nuestras posesiones africanas” (página 64). No estaba
errado Pedro Blanco.
Bardem es licenciado en Historia
y se nota, como también se nota en las disertaciones del Mongo Blanco, por
ejemplo cuando habla de la creación de las Juntas territoriales en la etapa de
la invasión francesa: “Pronto se crearon Juntas en cada región, en cada ciudad,
pero casi más por terror a los desórdenes, al pueblo, que a las tropas de
Napoleón. El levantamiento patriótico trajo tumultos que, por muy contra los
franceses que se dijera, también olían a revolución contra riqueza y
privilegios. A una revuelta de los pobres para asesinar por igual a ricos y
franceses” (página 91).
Pedro Blanco acepta lo que es: “Yo
fui monstruo, sí, un hijo excesivo de mi tiempo” (página 95).
Cada uno de los capítulos en que
está dividido el libro tiene como introducción los artículos de El reglamento de esclavos de Cuba
expedido el 14 de noviembre de 1842, siendo Gobernador y Capitán General de
Cuba Gerónimo Valdés. Ese reglamento contenía un total de 48 artículos.
La esclavitud ha estado presente
en la historia de la humanidad. Cambiaron las formas y otros modelos de
esclavitud más sutiles se impusieron. Llegó el colonialismo puro y duro y más
tarde la explotación económica que son hijos de aquel “próspero negocio”.
Eso sí, siempre hemos encontrado
justificaciones y disculpas. El Mongo Blanco también lo tenía claro: “Si los
ingleses se dedicaron a perseguir la trata tras abandonarla fue solamente para
que nadie más se hiciera con tal lucrativo negocio, no os engañéis. Hicieron de
la necesidad virtud y lo vendieron muy bien. Los británicos abandonaron la
trata directa, sí, dejaron que los demás nos manchásemos las manos de sangre mientras
ellos se las manchaban con la tinta de contabilidades y asientos” (página 272).
Carlos Bardem se lo curró. Comprobando
la veracidad histórica de algunas personas y hechos llegué a ojear una tesis
doctoral en la que aparece Pedro Blanco. Esa tesis está escrita por Dolores
García Cantús y se titula Fernando Poo una aventura colonial española en el
África Occidental (1778-1900), disponible de forma gratuita en Internet.
Les recomiendo la lectura de Mongo Blanco. Carlos Bardem tiene arte
para la escritura, es entretenido y aporta información histórica. Por cierto,
el final es… Lo tendrán que leer.
Mongo Blanco, la historia de un negrero contada por el mismo by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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