Lo
que nos faltaba, una reina, para más señas Isabel II, metida a detective. La
autora de tal «atrevimiento» es Sofia Bennett, que firma sus libros como S.J.
Bennett. Había visto en la librería títulos de la autora, pero hasta ahora no
me decidí a comprarme uno, al final me decante por Un crimen entre la
realeza, traducido por Patricia Antón de Vez. Esta es la tercera entrega de la serie «Su
Majestad, la reina investigadora.» Los títulos anteriores fueron El nudo
Windsor y Un caso de tres perros. Bennett se centró inicialmente en
la literatura juvenil y dió el paso a la novela para adultos con esta serie.
Un
crimen entre la realeza se desarrolla en Norfolk (Inglaterra) donde la
Familia Real británica posee la denominada mansión de Sandringham. Un inciso.
Como curiosidad busqué la «casa de campo», ¡menudo casoplón! No me extraña que
les gustase ir allí a pasar temporaditas, sobre todo desde diciembre hasta
febrero. Los terrenos que la circundan tienen unas ocho mil hectáreas. No le
falta de nada, establos, jardines, árboles frutales… entre ganaderos,
agricultores y demás, allí trabajan unas doscientas personas. La «casita» es
propiedad de la Familia, al igual que el Castillo de Balmoral que todos
conocemos, y no forma parte de los bienes del Estado.
Sigo.
La novela
la podemos clasificar en el Cozy crime, subgénero de la ficción
policial, que traducen por «crimen amable». Repasando las características que
atribuyen al subgénero, Un crimen entre la realeza las cumple a
rajatabla. Veamos.
No
hay elementos truculentos, o los mínimos, quedan relegados a una mención y poco
más. Esta novela lo cumple, la aparición de un brazo con un anillo en un dedo
es el origen de la investigación.
Las Cozy se sitúan, por
norma general, en pequeñas comunidades en las que todos los personajes se
conocen. Este es el caso. El investigador es un aficionado, generalmente
mujeres. La reina Isabel II cumple las dos condiciones. Tienen también
contactos policiales, Isabel los tiene todos. ¡Menuda confianza me gasto!
¿Quién se atreve a no responder a las preguntas preguntas de la reina? Hay que
dejar claro que Isabel II no va buscando casos, aunque los desea, se encuentra
con ellos. Esa es otra de las características de las novelas Cozy, la casualidad. Otra
particularidad de estas novelas es que los protagonistas suelen estar
acompañados por animales, mascotas que pueden tener su protagonismo. Es de
sobra conocido el gusto de Isabel II por los animales, de los británicos en
general. Hemos visto, cuando vivía, imágenes en las que iba acompañada por sus
perros, de raza corgi. También recordamos las imágenes de otro monarca
exhibiendo su «trofeo», un elefante muerto ¿se acuerdan?
La
imagen que nos da Bennett de Isabel II es muy edulcorada. Buenismo descarado.
Toda la familia real sale bien parada, hasta Carlos, lo cual tiene bemoles.
Como
no podía ser de otra forma, la intervención real es fundamental para descubrir
al criminal. Las pesquisas reales son subrepticias y permanecen en secreto,
cuenta con la inestimable colaboración de Rozie Oshodi, secretaria privada
adjunta de la reina, que era capitana en la Real Artillería Montada. Es decir,
la que le hace el trabajo sucio.
La
acción se desarrolla tras el referéndum del Brexit y las elecciones en Estados
Unidos que dieron la victoria a Trump, cuestiones que se mencionan de pasada.
Lo
dicho, el calificativo de Cozy crime
se ajusta muy bien. Es una novela amable de lectura fácil y sin mayor
trascendencia. Eso sí, el peloteo de la autora con la monarquía británica es
total, llega al extremo de dedicarle el libro a Isabel II. Debe estar buscando
que la nombren Lady.
Seguiremos
viendo más títulos de la serie, casi seguro.
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