2 oct 2023

La tierra de los Thai


 


Panorámica de Bangkok desde el río Chao Phraya 

  Intentar comentar un viaje de diecisiete días es casi una osadía ya que el conocimiento adquirido es menos que mínimo. Así y todo voy a ello. Aviso a posibles lectores, no voy a ser breve.
  La «Tierra de los Thai» es el antiguo país conocido como Siam, hoy Tailandia. En 1939 cambió ese nombre de Siam por Prathet Thai, que significa «País de Gente Libre». Al traducirse al inglés  pasó a ser Thailand, «Tierra de los Thai», en español Tailandia.
  Los europeos tenemos una imagen de nosotros muy egocéntrica. Seguimos pensando que somos los que dirigimos el mundo. Pues va a ser que no. Creo que sí somos paladines, con reservas, en la defensa de los derechos humanos, sociales y políticos.
  Dicho esto, hay muchos mundos, cada uno con sus peculiaridades. Es cierto que hay que algo que nos une, el consumismo, pero hasta eso nos diferencia.
  Viajar no es solo hacer fotos, hay que mantener los ojos bien abiertos para absorber la vida en la calle. Unos días no sirven, reitero, para adentrarse en una sociedad, desde luego, pero sí para atisbar unos cuantos detalles.
  Nunca había visitado ningún país asiático, en esta ocasión nos acercamos a Tailandia, Singapur y Hong Kong. El viaje es largo, muy largo y pesado. Menos mal que los aviones son enormes, fuimos en Airbus A380, un pedazo de avión de dos alturas y la cosa es más llevadera. Mis condiciones físicas son las que son y llegué cansado y dolorido, pero la ilusión y el subidón de la adrenalina contribuyeron a sobrellevar las horas de vuelo.
  Nuestra primer parada fue Tailandia, Bangkok, su capital. Ya desde el avión se ve la enormidad de la ciudad y llaman la atención el número de rascacielos, por su altura y número.



  Bangkok tiene unos doce millones de habitantes, el país unos setenta millones con una superficie similar a la de España. No hay una Tailandia vaciada, tienen una densidad de población de 136 habitantes por kilómetro cuadrado. Conviven los grandes, enormes rascacielos, con viviendas paupérrimas lo que indica los contrastes económicos y sociales. En 2022 el PIB per cápita fue de 6736 euros, cifra que lo dice todo.



  Deambulando por las calles nos topamos con esas diferencias que separan dos mundos que conviven en un mismo espacio, muy alejados uno del otro. La zona comercial es como entrar en el paraíso del consumismo. Nunca había visto nada igual. Bangkok está repleto de grandes  superficies comerciales, pero en la zona centro la concentración es brutal. Están todos conectados mediante pasarelas cubiertas que protegen tanto del sol como de la lluvia. No es que sean uno, dos, tres, cuatro… en un rato no sé cuantos atravesamos. Son enormes. Tienen de todo. Unos más ostentosos otros menos, pero siempre grandes y repletos de gente. No les faltan zonas de restaurantes. En algunos vimos la zona de tecnología con aparatos que no sabíamos para qué son, en uno o dos años llegarán aquí. Si pensamos que tecnológicamente somos el no va más es por desconocimiento, y me refiero a la vida diaria. Por estas tierras nuestras hay muchísima gente que lleva los ojos pegados al móvil, allí es difícil ver a alguien que no los lleve.  Los restaurantes con carta electrónica y robots no son raros.



  Hablando de consumir es obligada, bueno, obligado no hay casi nada, visitar el mercado de Chatuchak. Es un mercado de fin de semana, y ¿saben una cosa? no es que sea grande, es grande elevado a la décima potencia. Se le considera unos de los más extensos del mundo. La Wiki, dice que tiene una extensión de 140000 metros cuadrados, que tiene entre 8000 y 15000 puestos y que  lo visitan entre sábado y domingo unas 200000 personas. Fíjense si es grande que a la entrada te dan un plano. El mercadón está dividido en secciones, hay de todo. Cualquier cosa que se te ocurra seguro que la encuentras allí. Desgraciadamente también muchos animales que desde luego no son mascotas, son animales salvajes. Les habló de muchos puestos de venta de todo tipo de loros, tortugas, reptiles varios, serpientes gordas y finitas, vimos incluso algo parecido a los lemures, y otros que me recordaron a los mapaches. Ni idea que eran. Peces a miles.
  Tailandia se saltó la revolución industrial y pasó directamente a la era tecnológica. ¿Es un país subdesarrollado? Creo que podemos afirmarlo. Las diferencias sociales, la falta de subsidios por desempleo, la carencia de derechos sociales… me lleva a esa conclusión.
  Es mínimo el subsidio por desempleo por lo que los ciudadanos no tienen incentivos para quedarse en el paro. Que los ultraliberales y anarcoliberales se contengan. Eso supone que cuando se quedan sin empleo se buscan la vida como pueden y acceden a lo que allí denominan «sector informal», vamos, que se pasan a la economía sumergida. Lo ven como algo normal. Por cierto, un cuarenta por ciento de la población trabaja en la agricultura, podemos imaginar lo que eso supone.
  Por mal que estén ellos, siempre hay países que están peor. Calculan que en Tailandia hay unos tres millones de trabajadores inmigrantes de Laos, Camboya y Myanmar, sin papeles claro.
  Volviendo a eso del «sector informal», en el que no hay contratos ni nada que se le parezca, hay un porcentaje elevadísimo de la población. En este sector incluyen a los vendedores ambulantes o los tuk-tuks. Los tuk-tuks son esos motocarros de tres ruedas, los clásicos, con una cabina donde pueden viajar dos o tres personas, otra al lado del conductor. El precio del trayecto, nunca muy largo, hay que negociarlo.
  Una cuestión de contraste total es la comida. Hay que olvidarse de nuestros sabores, olores, presentación y del pan. ¡Sí, del pan! Con las comidas no lo ponen. Lo hay en lugares especializados, pero vamos, rara avis.




  Las comidas son más ligeras, nada de la cantidad de grasa que les metemos nosotros. Llevan muchos vegetales, en ocasiones los ponen en crudo. Tienen sabores complejos, múltiples olores y texturas. Los platos se preparan rápido. La mayoría de los ingredientes ya los tienen listos para juntarse, la medida y proporción la hacen a ojo. Hay platos en los que es el comensal el que los elabora a su gusto. Traen los ingredientes y cada uno hace su componenda. En una ocasión comimos en un restaurante de un centro comercial. Cada mesa estaba separada por mamparas transparentes, con capacidad para cuatro, seis comensales. En la mesa había una pantalla en la que elegimos el menú. Nos llegó la comanda en un robot que una camarera dispuso en la mesa, la cual tenía una placa eléctrica en la que posó una gran pota con agua. Aparte venía la carne que solicitamos, así como las verduras y setas. Carne y verduras en platos distintos. Cada comensal, con la ayuda de un cacillo agujereado se prepara la carne y verduras a su gusto. Luego decidimos echar todas las verduras,  oigan meten tofu y me allí me gustó, para dar más sabor a la carne y viceversa. Así no es posible engordar.
  Hablando del sobrepeso que nos caracteriza, sólo hay que ver a los occidentales y a los asiáticos, a esto de la «salubridad» de las comidas hay que sumar las sudadas que pillas que derriten cualquier grasa que se puede haber ingerido.


  En los puestos callejeros hay que seleccionar donde comer. La vista y el sentido común te dicen donde se puede hacer. Hay algunos muy cutres, otros en los que todo es apetecible y se ve la limpieza y esmero de la cocinera o cocinero. Al consumir platos cocinados el riesgo de comer algo en mal estado disminuye, pero nada de confiarse. Es lo mismo que con el agua, embotellada.
  Los normal es que pongan cuchara, tenedor y en su caso palillos. Nada de cuchillos. Las carnes, los alimentos, llegan muy cortados y si es necesario se sujeta el pedazo con el tenedor y se «corta» con la cuchara. Me obligué a utilizar los palillos y acabé cogiendo cosas pequeñitas. Buenooo, me pongo medalla. En fin.
  Por principio, en los «chiringuitos» de la calle no ponen servilletas. Las pides y te las traen. Por más que lo intenté no pude ver como se limpian los morritos. Será que abren bien la boca y no se manchan y nosotros somos muy zafios. A lo que iba. En un par de «restaurantes», uno en la calle y otro en local cerrado, pedimos las susodichas, nos trajeron un recipiente cilíndrico, del tamaño de un bote grande de pimientos o tomates y allí venían… era un rollo de papel higiénico. Tal cual. Nos partimos de risa. Lo que vale para limpiar uno sirve también para lo otro. Prácticos a más no poder.



  Hablando de esto de la ingesta alimentaria en Bangkok, y como espectáculo callejero, hay que darse una vuelta por Chinatwon. Cenamos muy bien. No es necesario fijarse demasiado en el entorno donde preparan la comida.
  Pasando de uno a otro, de los baños, a no ser en lugares más «occidentalizados», mejor no hablar. Para los apuros, que los habrá, se solucionan en las grandes superficies comerciales o áreas de descanso, gasolineras…


  Por la ciudad de Bangkok nos movimos en todos los transportes existentes: BTS (tranvía), metro, barco, taxi y tuk-tuks. Un consejo, en los taxis no aceptar tarifa fija para ir a ningún sitio, siempre, pero siempre, es más barato que pongan el taxímetro. Muchos no quieren al ver que somos extranjeros, no pasa nada, se para otro y alguno acepta. Se ahorra mucho dinero. No creerse eso de que negociar es bueno para el turista. Además, si llevas el navegador puesto y te ven no te dan rodeos. En caso de atravesar peajes es el cliente el que lo paga, pero pasando dos te puede salir por unos tres euros.



  Con los tuk-tuks los recorridos son cortos y ahí no queda otra que pactar tarifa. Hay otros transportes que particularmente no recomiendo: hay motos taxi. Los «taxistas» llevan un chaleco naranja. Viendo como conducen en moto ni de broma me subí.
  Otra curiosidad es el número de casas de masaje existentes, atendidas por mujeres. Los masajes, en muchos casos, se hacen a la vista de todos el mundo, en locales cerrados con grandes cristaleras. También habrá de esos con «final feliz», aunque yo no los vi o no me enteré que lo eran. No me presté a recibir uno, mi cuerpo no está para experimentos, solo apto para fisios titulados.
  Hay una realidad con la que te das de bruces, la existencia de los kathoey, los ladyboys. Creo que todos sabemos que son personas con una identidad de género diferente que por aproximarnos a una definición, inexacta, podríamos asimilar a mujer trans. Los definen también como tercer sexo. Es cierto que algunas se dedican a la prostitución, pero también las ves desempeñando otros trabajos. Aparentemente es una realidad social asumida, pero tras leer varios artículos las apariencias engañan y las familias, para empezar, no las aceptan de buen grado. La intolerancia es universal.
  Tailandia está plagada de pequeños comercios donde comprar y fumar marihuana, es legal. No sé si fumar en la calle lo es, pero en los locales había mucho turista. No, no entré. Y no soy un pureta, no me dio la gana.
  Una pincelada del clima. Tailandia tiene un clima tropical húmedo. La temporada de lluvias va de junio a octubre. Nos cayeron algunas trombas, no todos los días. Duraron un par de horas e igual que llegaron se fueron. Llegamos a alcanzar los 38 grados y un 92 por ciento de humedad. Eso es sudar. Es necesario hidratarse de forma continua. ¡Qué bien sientan las duchas al llegar al hotel!
  Intentar resumir lo que vi y sentí me llevaría un montón de páginas. Hay algunas cosas que no quiero dejar de comentar.

Monjes budistas en el hotel donde nos alojamos para bendecirlo.
  
  Los tailandeses, al menos en apariencia, son muy religiosos. Por las calles hay pequeños santuarios ante los que muchos ciudadanos hacen una reverencia, incluidos los taxistas cuando realizan una carrera.
  El número de templos y budas es inmenso. Todos diferentes. Muy coloridos. Alguno, como el Wat Muang o el Wat Samphram, alucinantes y muy friquis. Incluso el súper conocido y visitado Wat Rong Khun, en Chiang Rai, el Templo Blanco, tiene sus «cosillas». En los laterales, tras traspasar la puerta principal, hay pinturas en las que se pueden ver a Michael Jackson, Kun Fu Panda, naves de la Guerra de las Galaxias, Minions, Transformers… No es broma, allí están. No se podían hacer fotografías dentro. Esto me parece un guiño a los más jóvenes. No hay mal que por bien no venga.

  Además del fervor religioso, son, sin duda, un reclamo turístico de primer orden. El peregrinaje turístico de uno a otro es enorme. Doy fe de ello. Alrededor de ellos hay unos cuantos negocios que imagino que pertenecen al templo o monasterio y tienen empleados. No creo que dejen ese chollo a otros. A la entrada tienen unos recipientes para realizar donativos. En uno, en Wat Paknam Bhasicharoen, tienen una caja fuerte de buen tamaño para proteger los donativos.

 
  En varios templos vimos figuras hiperrealistas de monjes que por una u otra razón destacaron. Vamos, que el figurar también es del gusto de los monjes budistas. Ah, los monjes tienen asiento reservado en los metros y transportes públicos, pero la verdad es que vimos situaciones en las que se tuvieron que aguantar de pie, nadie les cedió su lugar.
  No hay diferencia, en lo esencial, entre las religiones. ¿Qué es lo esencial? Las pelas, el personalismo, el poder y el control social.
  Ya para acabar, Phuket. No es solo una ciudad, es una provincia al sur del país. Se trata de una isla desde la que se pasa a Phang Nga por un puente. Es el gran centro turístico del país y se nota en el número de viviendas y habitantes. Tiene una densidad de población de más de 700 habitantes por kilómetro cuadrado. Es un sin fin de hoteles, grandes o pequeños, tiendas, restaurantes, lugares de ocio… y como no, ahí está la calle Patong Beach, repleta de bares, discotecas con chicas insinuándose y realizando bailes provocativos públicos. No hay forma de decirlo de otra manera, en este sitio, y otros similares, está lleno de puteros, muchos occidentales. Las ladyboys se dejan fotografiar a cambio de dinero.


   Hay algo que no pasa desapercibido en todo el país, el culto a la personalidad centrada en el rey y en menor medida la reina. Espacios públicos, privados, están plagados de fotografías reales, muchas de enormes dimensiones. Hay más fotos reales que budas, lo que ya es decir.
  Hasta aquí llego. Tailandia un país de contrastes, hermoso, que se mueve entre el subdesarrollo y la tecnología. Un país tan diferente a nuestra cultura que nos hace ver, como todos los demás, que no somos el centro del mundo, que nuestros problemas dejan de ser tales en cuanto te alejas de nuestras ridículas fronteras, sobre todo las mentales. Me gustó. Lo disfruté.




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