25 abr 2025

Hablando, mal, de la burocracia

 

  Decir que la burocracia tiene mala prensa es casi una obviedad por lo generalizadas que están las opiniones negativas sobre ella. Seguramente la mayoría de los ciudadanos hemos tenido alguna mala experiencia a la hora de tramitar algún papel en una administración pública, ¿será motivo suficiente para denostar a las administraciones y a sus empleados? Pues parece que sí. Este es el caso de Sara Mesa y su último libro Oposición, en el que no deja títere con cabeza.
  La protagonista de la novela, Sara, entra como interina en una administración pública y se plantea ganarse la vida con un puesto fijo, para ello tendrá que aprobar una oposición. Desde el primer momento se siente fuera de lugar. No le encomiendan trabajo alguno y su mesa está situada en un pasillo. Desde ahí contempla el pasar de los días sin nada que hacer y se admira de que sus «compañeros» tengan una escasa actividad. Sus superiores tampoco sabe a qué se dedican, ni siquiera ejercen la función de supervisar los trabajos a su cargo.
  Con tanto tiempo disponible Sara analiza al resto del personal y se hace una idea sobre su personalidad, pero sin entablar ninguna relación con ellos. Nadie se fija en ella, excepto Beni que trata de ser amable y la aconseja. A Sara le parece una sinsustancia y una pesada por querer animarla para que prepare las oposiciones.
  Los días pasan y Sara sigue sin saber que tiene que hacer, sus esfuerzos por lograr una respuesta resultan baldíos. La situación parece que puede cambiar cuando su jefa le dice que van a crear una OMPA (Oficina de Mediación y Protección Administrariva) y ella será la encargada de recibir las reclamaciones. Esas expectativas iniciales se ven frustradas y Sara tomará una decisión que repercutirá en su futuro.
  La protagonista se obsesiona cada vez más con el examen de la oposición que le generará tensión y dudas.
  Conoce a una informática, Sabina, que hará que sus horas en la oficina sean más llevaderas. Sara parece que siente algo más que amistad por ella, cuestión que no se aclara, pero una vez más llegará  el desengaño.
  La novela está narrada en primera persona. No falta la jerga administrativa y sus procesos.
  En una entrevista con la Revista Mercurio Sara Mesa afirmó que ese trabajo, en las administraciones, no sirve para nada. «Trabajan en silencio, muy aplicados y serios». Se pregunta que motiva a las personas a presentarse a una oposición.
  Mesa trabajó un tiempo en una administración, no sé que hizo o dejó de hacer, pero la inquina es total.
  La autora reconoció, en esa misma entrevista, que en general se documenta muy poco y que para esta novela escuchó, con avidez, historias sobre funcionarios y la administración pública, que en el fondo no hacían más que confirmar su visión de las cosas.
  Vamos, que se quedó con aquellas opiniones que consolidaban su opinión sin contrastar la veracidad. Pues muy mal, Sara Mesa.
  ¿Propone la autora alguna idea para evitar la burocracia? Pues no.
  La burocracia organiza la administración de lo público, lo cual no es poco. ¿Pueden imaginar un sistema que no pase por el control del gasto público? Me podrán decir que hay corrupción, atrasos y  un montón de cosas más, pero ¿si no se justificase todo mediante papeles, ahora informatizados, que pasaría? Hasta en un sistema anárquico tendría un control de los recursos públicos.
  La sanidad tiene una parte burocrática ¿cómo lo solucinamos? La Justicia también es burocracia ¿la eliminamos? Cualquier aspecto de nuestra vida, desde hace siglos, necesita de la burocracia. Es cierto que originariamente tenía como objetivo el control de la riqueza de los reyes y las supervisión de los impuestos que tenían que pagarle. La vida evolucionó, las relaciones sociales y económicas se complicaron y gracias a la organización administrativa nos libramos del salvese el que pueda.
  Otra cosa es que haya que solucionar los problemas que tiene, muchos, con el fin de servir mejor a los ciudadanos, pero de ahí a denostar su función hay un trecho muy largo. Lo que no tiene un pase es la crítica despiadada a los trabajadores de las administraciones. Como en todos los sectores de la vida los hay malos y buenos, pero no hay que olvidar que en última instancia los responsables del mal funcionamiento son los jefes.
  Los maestros, profesores de todos los niveles, tienen una carga burocrática. Muchos han preparado una oposición por pasión por la educación, ¿tampoco sirven para nada? Las bibliotecarias y bibliotecarios, vocacionales en su inmensa mayoría ¿cómo se les ocurriría presentarse a una oposición si no sirven para nada? Además trabajan en silencio, son aplicados y cuando procede son serios. Oigan, y tienen que hacer papelo ¡Vamos, un auténtico desastre! No sirven para nada.
  Acabemos con ellos, con todos los funcionarios y trabajadores de las administraciones, al modo y manera de Trump.
  Señora Mesa, escribe bien, pero es absolutamente injusta en sus apreciaciones y no es por lo que dice en la novela, que ya podría criticársele, si no por sus opiniones personales.
  El país cambió en los últimos cuarenta años y la burocracia a ido a la par. ¿Es mejorable? Por supuesto que sí. ¿Es necesaria? Desde luego.
  Dejémosnos de maximalismos. Hemos llegado al absurdo de que hay gentes que aseveran que en España no tenemos una democracia y que sobran la mayoría de los trabajadores de las administraciones, o lo que es lo mismo, insisto, personal de limpieza, policías, jueces, médicos, profesores, etc. y todos ellos necesitan, sí o sí, informes, documentos… ¿quien los elabora?
  Ahora que lo pienso, ¿a ver si Sara Mesa resulta que es una anarcoliberal? Una democracia necesita unas administraciones eficaces, ágiles, que solucionen los problemas no q            ue generen más, y eso pasa en demasiadas ocasiones, pero de ahí a denostar la función pública hay un abismo. Aunque Mesa se centra en los que mueven los papeles sin ellos es imposible el funcionamiento democrático del Estado.
  No estoy de acuerdo con usted y sus opiniones no me gustaron nada. Se lo dice un bibliotecario.

 

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