Decir que la burocracia tiene mala prensa es
casi una obviedad por lo generalizadas que están las opiniones negativas sobre
ella. Seguramente la mayoría de los ciudadanos hemos tenido alguna mala
experiencia a la hora de tramitar algún papel en una administración pública,
¿será motivo suficiente para denostar a las administraciones y a sus empleados?
Pues parece que sí. Este es el caso de Sara Mesa y su último libro Oposición,
en el que no deja títere con cabeza.
La protagonista de la novela, Sara, entra
como interina en una administración pública y se plantea ganarse la vida con un
puesto fijo, para ello tendrá que aprobar una oposición. Desde el primer
momento se siente fuera de lugar. No le encomiendan trabajo alguno y su mesa
está situada en un pasillo. Desde ahí contempla el pasar de los días sin nada
que hacer y se admira de que sus «compañeros» tengan una escasa actividad. Sus
superiores tampoco sabe a qué se dedican, ni siquiera ejercen la función de
supervisar los trabajos a su cargo.
Con tanto tiempo disponible Sara analiza al
resto del personal y se hace una idea sobre su personalidad, pero sin entablar
ninguna relación con ellos. Nadie se fija en ella, excepto Beni que trata de
ser amable y la aconseja. A Sara le parece una sinsustancia y una pesada por
querer animarla para que prepare las oposiciones.
Los días pasan y Sara sigue sin saber que
tiene que hacer, sus esfuerzos por lograr una respuesta resultan baldíos. La
situación parece que puede cambiar cuando su jefa le dice que van a crear una
OMPA (Oficina de Mediación y Protección Administrariva) y ella será la
encargada de recibir las reclamaciones. Esas expectativas iniciales se ven
frustradas y Sara tomará una decisión que repercutirá en su futuro.
La protagonista se obsesiona cada vez más con
el examen de la oposición que le generará tensión y dudas.
Conoce a una informática, Sabina, que hará
que sus horas en la oficina sean más llevaderas. Sara parece que siente algo
más que amistad por ella, cuestión que no se aclara, pero una vez más llegará el desengaño.
La novela está narrada en primera persona. No
falta la jerga administrativa y sus procesos.
En una entrevista con la Revista Mercurio
Sara Mesa afirmó que ese trabajo, en las administraciones, no sirve para nada.
«Trabajan en silencio, muy aplicados y serios». Se pregunta que motiva a las
personas a presentarse a una oposición.
Mesa trabajó un tiempo en una administración,
no sé que hizo o dejó de hacer, pero la inquina es total.
La autora reconoció, en esa misma entrevista,
que en general se documenta muy poco y que para esta novela escuchó, con
avidez, historias sobre funcionarios y la administración pública, que en el
fondo no hacían más que confirmar su visión de las cosas.
Vamos, que se quedó con aquellas opiniones
que consolidaban su opinión sin contrastar la veracidad. Pues muy mal, Sara
Mesa.
¿Propone la autora alguna idea para evitar la
burocracia? Pues no.
La burocracia organiza la administración de
lo público, lo cual no es poco. ¿Pueden imaginar un sistema que no pase por el
control del gasto público? Me podrán decir que hay corrupción, atrasos y un montón de cosas más, pero ¿si no se
justificase todo mediante papeles, ahora informatizados, que pasaría? Hasta en
un sistema anárquico tendría un control de los recursos públicos.
La sanidad tiene una parte burocrática ¿cómo
lo solucinamos? La Justicia también es burocracia ¿la eliminamos? Cualquier
aspecto de nuestra vida, desde hace siglos, necesita de la burocracia. Es
cierto que originariamente tenía como objetivo el control de la riqueza de los
reyes y las supervisión de los impuestos que tenían que pagarle. La vida
evolucionó, las relaciones sociales y económicas se complicaron y gracias a la
organización administrativa nos libramos del salvese el que pueda.
Otra cosa es que haya que solucionar los
problemas que tiene, muchos, con el fin de servir mejor a los ciudadanos, pero
de ahí a denostar su función hay un trecho muy largo. Lo que no tiene un pase
es la crítica despiadada a los trabajadores de las administraciones. Como en
todos los sectores de la vida los hay malos y buenos, pero no hay que olvidar
que en última instancia los responsables del mal funcionamiento son los jefes.
Los maestros, profesores de todos los
niveles, tienen una carga burocrática. Muchos han preparado una oposición por
pasión por la educación, ¿tampoco sirven para nada? Las bibliotecarias y
bibliotecarios, vocacionales en su inmensa mayoría ¿cómo se les ocurriría
presentarse a una oposición si no sirven para nada? Además trabajan en
silencio, son aplicados y cuando procede son serios. Oigan, y tienen que hacer
papelo ¡Vamos, un auténtico desastre! No sirven para nada.
Acabemos con ellos, con todos los
funcionarios y trabajadores de las administraciones, al modo y manera de Trump.
Señora Mesa, escribe bien, pero es
absolutamente injusta en sus apreciaciones y no es por lo que dice en la
novela, que ya podría criticársele, si no por sus opiniones personales.
El país cambió en los últimos cuarenta años y
la burocracia a ido a la par. ¿Es mejorable? Por supuesto que sí. ¿Es
necesaria? Desde luego.
Dejémosnos de maximalismos. Hemos llegado al
absurdo de que hay gentes que aseveran que en España no tenemos una democracia
y que sobran la mayoría de los trabajadores de las administraciones, o lo que
es lo mismo, insisto, personal de limpieza, policías, jueces, médicos,
profesores, etc. y todos ellos necesitan, sí o sí, informes, documentos… ¿quien
los elabora?
Ahora que lo pienso, ¿a ver si Sara Mesa
resulta que es una anarcoliberal? Una democracia necesita unas administraciones
eficaces, ágiles, que solucionen los problemas no q ue generen más, y eso pasa en demasiadas ocasiones, pero
de ahí a denostar la función pública hay un abismo. Aunque Mesa se centra en
los que mueven los papeles sin ellos es imposible el funcionamiento democrático
del Estado.
No estoy de acuerdo con usted y sus opiniones
no me gustaron nada. Se lo dice un bibliotecario.
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