¡Tramposos! ¡Así no vale! ¡No es
justo!
Su cabreo es monumental. Otra vez
más sabe que lo tiene difícil. No llegará el primero, tampoco el segundo, ni
siquiera el tercero. Para qué engañarse, llegará el último. Él no tiene la
culpa. Sale con una desventaja insalvable.
Desde que llegó a esa casa se
sintió un perdedor. Maldita sea su suerte.
Depende de donde caigas así te
irá, le habían dicho.
No les creyó. Siempre pensó que
con su esfuerzo podía llegar a la meta que se propusiese. ¡Qué equivocado
estaba!
La realidad es cruel.
Sus anhelos nunca se cumplirán.
Él no es nadie. Su férrea voluntad no vale para nada. Todo está predeterminado.
Está inmerso en una farsa.
¡Es terrible! ¡Os odio! ¡Soy una
marioneta en vuestras manos!
Miraba hacia arriba y allí
estaban los otros. ¿Cuál era su mérito? ¡No es justo!
El que estaba por encima no le
escuchaba. No quería oír a ese quejica.
Siempre está igual. Toda la vida
con lo mismo.
No apartaba sus ojos del que
tenía sobre él. Yo lo conseguiré, vaya que sí. Lo voy a alcanzar. ¡Le dejaré atrás y los que
están más altos que se preparen!
Por encima de ellos se veían otros. Todos querían ascender un poco más. Ninguno miraba para el que estaba
debajo. Su objetivo estaba más y más arriba. ¿Qué había en lo alto? ¿Qué les
obligaba a esa lucha titánica?
Silencio.
Un año y otro y otro. Siempre lo
mismo y todos en el mismo sitio. En algún momento, un hueco quedaba vacío, pero
nadie ocupaba su puesto. La brecha entre unos y otros se ampliaba.
El de abajo del todo sigue
maldiciendo.
Nunca lo lograré. Vaya desgracia la mía, menudo Papa Noel escalador estoy hecho, ¡mira que vivir en el primer piso! ¡Maldita sea mi suerte!
Nunca lo lograré. Vaya desgracia la mía, menudo Papa Noel escalador estoy hecho, ¡mira que vivir en el primer piso! ¡Maldita sea mi suerte!
El eterno perdedor by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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