26 mar 2023

Blanqueando el inicio de la Guerra Civil Española


  La moción de censura presentada por la ultra derecha dio para muchas noticias y más comentarios.  El discurso del candidato, Ramón Tamames, se filtró así que no supuso ninguna novedad el día que lo pronunció. No fue capaz de modificarlo, fue a piñón fijo. Desde luego no tuvo nada que ver con lo que es una moción de censura en la cual el candidato tiene que presentar un proyecto de gobierno. Tamames se centró en criticar al gobierno y lo poco que propuso lo hizo sin concretar nada. Habló de limitar los precios de la energía, pero sin aclarar nada. Además, ya sabemos lo que piensa la derecha extrema y la extrema derecha de estas cosas. No se olvidó, faltaría más, de reducir impuestos y esto entronca con una medida «estrella» dejar de gastar 60000 (sesenta mil) millones de euros de «gastos innecesarios» que saldrían de inversiones y gasto público. No está demás recordar que el PP, entre 2012 y 2014, recortó cuarenta y dos mil millones de euros y ya sabemos lo que pasó.
  Fue un discurso mediocre, cargado de nostalgia, mentirijillas y salidas de tono como la referencia a Isabel la Católica. Hizo mención al inicio de la Guerra Civil del 36 y sus orígenes que fue, sin duda, una mentira con la que intentó lavar la cara al golpe de estado. Hay revisionistas que utilizan el mismo argumento que él utilizó: «la Guerra Civil española comenzó con la revolución de octubre del 34», eso dicen. Los historiadores rigurosos niegan esa afirmación y lo explican de manera más seria y no tan simplista. Voy a resumir una que me parece bastante solvente.
  Ese profesor, pues de tal se trata, estableció cinco fases durante el período de la República que denominó así: el Gobierno Provisional y el bienio transformador, entre 1931-33; el bienio negro (1933-1935); los episodios de octubre de 1934 y, el último,  las elecciones de 1936 y los últimos días de la República en paz.
  No voy a resumir todo el libro, ni por supuesto la parte dedicada a la República y la Guerra Civil, pero me pararé en algunas cuestiones, brevemente, que escribió sobre octubre del 34.
  El autor explica el ambiente existente en España anterior a octubre. Así la posible entrada de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) coalición de partidos católicos y de derechas que se inspiró en el fascismo y nazismo, preocupaba mucho a los partidos izquierda. Existía el temor de la aparición de un «Dollfus español».
  Engelbert Dollfuss llegó a la presidencia del gobierno austriaco en mayo de 1932. Acabó con el sistema parlamentario democrático y en mayo de 1934 promulgó una nueva constitución que marcó el comienzo de un régimen autoritario denominado «austrofascismo», que seguía el modelo fascista italiano.
  En el verano del 34 la CEDA provocó la caída del gobierno Samper y el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, pidió a Lerroux la formación de un nuevo gobierno y este incluyó a tres miembros de la CEDA en él. La situación era tensa y UGT convocó una huelga general, Lerroux proclamó el estado de guerra. En Asturias la unión de la UGT y la CNT, a los que se sumaron comunistas y troskistas, se agruparon bajo las siglas UHP (Unión de Hermanos Proletarios). La huelga se declaró el 4 de octubre. Ya sabemos como acabó. El gobierno envió a las tropas africanas a Asturias para reprimir la revolución. La iniciativa de ese envío de tropas partió de Franco quien dirigió las operaciones militares desde Madrid.
  Un nuevo salto en el tiempo.
  En el verano de 1936 Hitler controlaba todo el poder en una Alemania remilitarizada. Reclamaron los territorios que perdieron en la Primera Guerra Mundial. Italia, que ya había ocupado Abisinia, estrechó lazos con la Alemania nazi y tenía la intención, Mussolini, de expandirse por los territorios coloniales franceses. Por su parte la URSS preconizaba la táctica del Frente Popular como vía democrática para acceder al poder. A todos estos movimientos que tensionaban Europa habría que añadir los pactos militares existentes entre países que complicaban aún más la situación.
  Fue en ese contexto europeo cuando se produjo el golpe de estado. Luego vendrían los apoyos internacionales, sobre todo a los golpistas, por parte de Alemania e Italia. Francia e Inglaterra dejaron en la estacada a la República y fueron personas, de todo el mundo, los que formaron las Brigadas Internaciones de apoyo a la República.
  Este autor dice, y transcribo literalmente: «Todavía hoy podrá decirse – y durante treinta y seis años la insistencia en este sentido fue evidente- que el alzamiento militar tenía como objetivo iniciar una cruzada contra una república que inevitablemente llevaba a España al caos. Podrá afirmarse igualmente que el orden público, los atentados contra la Iglesia, los continuos brotes de violencia, etc., resultaban ya insoportables para el curso normal de la sociedad, etc. Pero en el fondo el alzamiento -y en su ulterior desarrollo ello quedó bien claro- había un instinto de conservación de las posiciones de todas las fuerzas que lo apoyaron: el Ejército esperaba asumir de nuevo su papel decisorio en la vida política española, en vez de quedar relegado a una simple fuerza de seguridad al servicio de una democracia liberal o de un socialismo más o menos atenuado; la Iglesia quería recuperar su predominio espiritual sobre España y sus no escasos privilegios en materia de familia, educación e incluso finanzas; los terratenientes, industriales y grandes financieros de Renovación Española esperaban volver atrás, al statu quo de las vísperas de 1931 y que en 1936 se veía seriamente amenazado; muchas de las clases medias, y aún no pocos elementos de las clases bajas, aspiraban a persistir en sus situaciones acomodadas o en sus objetivos de utilizar las vías de una movilidad vertical; los carlistas conspiraron, y marcharon al frente después, con una convicción más o menos firme de que el hundimiento de la República les permitiría recuperar sus fueros y, tal vez, entronizar a su pretendiente; por último, los falangistas, al calor de la ayuda nazi y fascista que prácticamente daban por asegurada, y sobre la base de ser el grupo con una mayor agresividad ideológica en el contexto de la derecha, contaban con lograr el dominio del aparato del Estado para, desde él, inagurar su programa nacional-sindicalista, en una pretendida vía media entre el capitalismo y el socialismo, que hiciese posible igualmente el acceso de España a una serie de reivindicaciones de signo imperial».
  Esta es una explicación más amplia, pero no tanto, y más contrastada por los historiadores sobre los motivos y quienes fueron los causantes del Golpe de Estado de 1936 con Francisco Franco al frente. Por cierto, fue curioso ver como poco a poco fueron desapareciendo los generales que podían eclipsar a Franco. Tuvieron muchos accidentes.
  Este mismo autor afirma que está históricamente claro que el alzamiento militar comenzó a gestarse tras el triunfo del Frente Popular. En este sentido el autor cita a Hug Thomas quien afirmó que todo estaba preparado con antelación a julio del 36 y que la Guerra Civil Española no fue una consecuencia del asesinato de Calvo Sotelo.
  Otra cita literal de nuestro autor: «Todo estaba listo, pues, para ir a la guerra civil; para algunos desde semanas atrás; para muchos, desde el 16 de febrero de 1936; para Sanjurjo desde agosto de 1932; para no pocos desde el mismo 14 de abril de 1931. Los propósitos de detalle del alzamiento no estaban perfectamente definidos, pero en sus líneas generales no puede decirse que no estuviesen suficientemente claros».
  Basten estos argumentos para desmontar la opinión del candidato Ramón Tamames en la moción de censura propiciada por Vox sobre el inicio de la Guerra Civil Española. Por cierto, no les he mencionado el título del libro, se titula La República, La Era de Franco, editado por Alianza Editorial, en 1973, las notas que transcribo son de la edición de 1983 y su autor es... Ramón Tamames.
  ¡Qué distinto aquel y este Tamames! En aquel entonces era un profesor riguroso, compaginaba su faceta de economista con la de historiador y tuvo un gran reconocimiento académico. Su vida política fue otra cosa.
  En la década de los cincuenta, del siglo pasado, fue activista estudiantil. Estuvo detenido por la policía franquista y acabó preso. En 1976 fue miembro del Comité Ejecutivo del PCE (Partido Comunista de España). En 1977 obtuvo el acta de diputado. Participó en las negociaciones de los Pactos de la Moncloa. En 1979 fue elegido concejal por Madrid llegando a ser teniente de alcalde. En 1981 abandonó el PCE. En 1984 fundó un partido político llamado Federación Progresista, con el que concurrió dentro de las listas de Izquierda Unida (IU). Fue cabeza de lista por IU al ayuntamiento de Madrid. En 1989 apoyó la moción de censura contra Juan Barranco abandonando IU, se convirtió en un tránsfuga, y se alió con el CDS y el PP. Barranco abandonó la alcaldía y Tamames la política no mucho tiempo más tarde.
  Después de eso sus apariciones públicas no fueron muchas pero la deriva política que tomó cada vez era más perceptible hasta sumarse a posturas muy de derechas. Su última comparecencia ha servido para confirmar esa deriva a la ultra derecha.
  Los años no son una disculpa para nada, la niñez sí pero la vejez no. Su argumentario en la moción  fue contestado por los partidos de izquierda, nacionalistas y regionalistas. Tamames no respondió por aburrimiento y sobre todo por falta de datos e información para rectificarlos. Él llegó a la moción para criticar, no para proponer nada pues nada concretó. Eso de decir que tenía no sé cuantas soluciones es trampa, una burda trampa.
  Sus apoyos, aunque no en votos, fueron del PP y Ciudadanos, por supuesto el de Vox. Al final la moción fue rechazada por 201 votos, 53 a favor de Vox y un ex diputado de Ciudadanos y 91 abstenciones del PP.
  Mientras todo esto pasaba en el Congreso Alberto Núñez Feijóo estuvo desaparecido.
  Ramón Tamames quedó, para muchos, como un ególatra desfasado y no comprende el presente. Sus planteamientos forman parte de ese pasado que la mayoría queremos abandonar de una vez. Fue cómplice activo de la extrema derecha. Realizó un discurso simplón, alejado de la realidad y poco riguroso.
  Para finalizar su astracanada ha puesto a la venta el discurso de la moción de censura en formato electrónico por 4,74 euros. En fin.

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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