11 may 2023

Solo humo


 


  La dicotomía realidad-ficción no existe en Solo humo de Juan José Millás. No es nada nuevo en este escritor, incluso en sus columnas de opinión se entremezclan.  Tampoco es novedad en la literatura, es más, se trata del recurso más utilizado en la literatura. La realidad, más o menos retorcida o reconocible, es consustancial a la fabulación.
  Carlos, el protagonista, al cumplir dieciocho años recibe la noticia de la muerte de su padre, un padre ausente, con el que no tuvo ninguna relación. A partir de ahí se emparanoia.
  La obsesión con su padre le lleva a querer meterse en la propia piel del progenitor. Quiere entenderle al tiempo que desea castigarle. ¿Cómo vengarse de un muerto? El huérfano de padre se montará una historia que le llevará a una solución irreal, pero satisfactoria para él. Vamos, que el tipo vive en su cabeza una relación paterno filial imaginaria con repercusiones en su vida física. En esa fantasía onírica - o demente, vayan ustedes a saber – cuenta con la colaboración de Amelia, cómplice que cierra el círculo.
  ¿Cuántas veces leímos o escuchamos eso de «estamos vivos o somos el sueño de alguien»? o similar. Hay quienes lo sueltan creyendo que están diciendo algo trascendente, metafísico, cuando es, sencillamente, una gilipollez. No digo que este sea el caso de Millás. Tenemos una vida y soñamos con otras. Anhelamos tanto que nos puede provocar ansiedad y frustración, pero de ahí a querer vivir la vida de otro hay un trecho. Peor aún es personificar en otro a tu padre muerto, eso ya es de psiquiatra. Todo cabe en la ficción, ¿lo es? ¿lo que leo es la obra de un autor o es fruto de mi imaginación? ¿Verdad o mentira? No sé, eso es cosa de Juan José Millás.
  Por otro lado, para el autor «la realidad es el resultado de la casualidad» (pág. 85). Y digo para el autor ya que escuchándole hay una línea muy tenue entre lo narrado y lo que piensa el autor. Me remito a lo oído en el encuentro que tuvo con clubes de lectura de Asturias el pasado mes de abril, en Mieres. Discrepo, casualidades haberlas haylas, pero la realidad es consecuencia de relaciones sociales, decisiones políticas, económicas… y la confluencia de todas ellas nos ofrece el mundo en que vivimos. Con esta aseveración Millás o el personaje, ¿vayan ustedes a saber?, se muestra determinista, cuestión que no comparto ya que no creo en la predestinación.
  En los escritos de Millás las enfermedades, los males físicos, de una u otra forma aparecen. Un poco hipocondríaco es, bueno bastante. En sus intervenciones radiofónicas los achaques aparecen al igual que lo real e imaginario. Cada uno con sus manías, faltaría más.
  Otra característica de sus novelas es la brevedad. Concentra la historia y lo hace muy bien. Sus columnas de opinión son la máxima expresión de esa concisión con resultados muy buenos.
  En Solo humo además de la identidad, la paternidad, lo real y lo imaginario hay otro tema relevante, el poder de la lectura.
  El padre de Carlos era un gran lector, así lo atestigua su casa atiborrada de libros. Por el contrario Carlos no lee. En la mesita de la habitación paterna encuentra un libro muy manoseado, los cuentos de los hermanos Grimm, será el único que lea Carlos. A través de esos cuentos intentará penetrar en el pensamiento de su padre. Al tiempo que se produce ese «contacto» entre hijo y padre van surgiendo ideas en torno al papel del lector.
  La idea principal que sostiene es la de «la lectura como responsabilidad» (pág. 61). Carlos-Millás reflexiona sobre el papel del lector, así dice: «Soy un verdadero fantasma para los personajes de este cuento, volvió a reflexionar. Yo puede verlos y escucharlos a ellos, pero ellos no pueden verme ni escucharme a mí» (pág. 34). Anteriormente, pág. 32, ya había dicho: «Más calmado, comprendió oscuramente que el lector de un relato formaba parte, lo quisiera o no, de su trama, aunque en calidad de fantasma...».
  La relación de los lectores con la literatura está definida y hay una cuestión indiscutible, cada lector valora la obra en función de gustos, pensamientos, conocimientos, etc. Millás nos ofrece su idea de lo que es un lector: «Soy un verdadero fantasma para los personajes de este cuento, volvió a reflexionar. Yo puedo verlos y escucharlos a ellos, pero ellos no pueden verme ni escucharme a mí» (pág. 34). En esa implicación entre lector y novela va más allá cuando dice ¿quién sabe sí el personaje o el autor?: «Me contó que los personajes de las novelas y los cuentos se reúnen con frecuencia en una de las últimas páginas del libro, que suelen estar en blanco porque son páginas de cortesía, y discuten acerca de la existencia del lector como nosotros discutimos sobre la existencia de Dios. Decía que hay personajes que creen en el lector y personajes que niegan su existencia» (pág. 154).
  Millás encontró su camino literario tirando por la vía de la psicología, de la identidad, de esa mezcla entre realidad y fantasía llegando incluso a un cierto surrealismo. Domina el lenguaje, lo reduce al mínimo, exprime las frases. Me suelen gustar, mucho, sus columnas, con sus libros es otro cantar. No lo tengo entre mis escritores preferidos, pero lo leo. 
  En fin, cumplo mi papel como lector, con el que creo que estará de acuerdo Juan José Millás. Por cierto, leo no por responsabilidad, leo por necesidad. Soy lo que soy en tanto que lector, sin lectura no soy.

 

 

 

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