Si es usted anglófilo o si le gustan las novelas históricas lean Bournville de Jonathan Coe, traducido por Javier Lacruz.
La novela hace un recorrido por la Gran Bretaña contemporánea. El hilo conductor son los miembros de una familia de Birmingham y una fábrica de chocolate. Así realizaremos un recorrido por el final de la Segunda Guerra Mundial, la coronación de Isabel II el 2 de junio de 1953, la final de la Copa del Mundo que ganó Inglaterra en 1966, la boda de Carlos y Diana, el entierro de Diana, las relaciones de Gran Bretaña y la Unión Europea a través de la guerra del chocolate, Boris Johnson, el Brexirt y el COVID-19. La novela recoge hechos reales con personajes reales.
Un momento, ¿qué no se acuerdan de la guerra del chocolate? Se lo resumo.
En primer lugar, confirmarles que la fábrica de chocolate Cadbury existe y es una de las más importantes del mundo, creada en el suburbio de Bournville.
La denominada «Guerra del chocolate» entre Gran Bretaña y las Comunidades Europeas, precedente de la Unión Europea, tuvo como leitmotiv determinar si las empresas debían fabricar el chocolate con aceite vegetal o con manteca de cacao. Gran Bretaña utilizaba aceites vegetales por lo que los países que elaboraban el chocolate con manteca de cacao se oponían a ello en base que lo consideraban de peor calidad, además era más barato y por lo tanto era competencia desleal. Tras más de veinte años de disputa llegaron a un acuerdo en el año 2000.
El autor dedica unas cuantas páginas a esta «guerra» iniciada en 1973 y aprovecha para hablar de como se tomaban las decisiones en Bruselas en aquellos momentos. En aquel tiempo por allí andaba un joven que «tenía como una fregona de pelo rubio en la cabeza y conducía por Bruselas un Alfa Romeo rojo, con heavy metal sonando a todo trapo en el equipo del coche… había decidido sobrevivir a la tediosa tarea de informar sobre Bruselas para el Daily Telegraph tomándoselo todo a broma, manipulando alegremente los hechos e inventando historias...» (pág. 293)
¿Les recuerda a alguien? Eso es, se trataba de Boris Johnson que ya denotaba maneras para primer ministro. Ironía. Será este Boris quien tendrá la responsabilidad de gestionar la pandemia de COVID-19 y así les fue.
Me pareció oportuno recordar esta curiosidad histórica debido a su trascendencia económica ya que estaban hablando de miles de millones de euros de hoy.
Una puntualización. La publicidad del libro, repetida por aquellos que no lo han leído hablan de un relato «brutalmente divertido». Pues no, para nada. No sé que gana la editorial con mentir y mucho menos los que repiten la sinopsis que les facilitó la editorial. Es muy corriente, incluyo medios de comunicación que se consideran «solventes».
Bournville recoge también hechos muy relevantes como fue la incorporación de las mujeres al trabajo en las fábricas durante la Segunda Guerra Mundial, los hombres estaban en el frente. Al finalizar la guerra la mayoría de las mujeres volvieron al trabajo en casa, pero otras siguieron en ellas y desde ese momento la presencia de las mujeres en todos los ámbitos laborales fue en aumento de forma imparable. Aún nos queda camino por recorrer, empezando por la igualdad salarial.
La entrada de las televisiones en los hogares fue trascendente, tanto a nivel político como posteriormente publicitario. Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1936, pero no sería hasta la década de los cuarenta cuando se convirtió en un fenómeno de masas.
Como curiosidad en España hasta el 28 de octubre de 1956 no se puso en marcha oficialmente la televisión, pero a las casas de los trabajadores no llegó hasta finales de los años sesenta.
Jonathan Coe toca la cuestión del racismo y de la radicalización de sectores de la sociedad hacia el conservadurismo reaccionario y es que en los años posteriores a la Segunda Guerrra Mundial «parecía que a causa de ella se habían desatado fuerzas peligrosas (el racionalismo, la integración, el igualitarismo) que amenazaba con sacudir los cimientos del antiguo orden» (pág. 115).
El autor recoge ideas de hace ochenta años que siguen siendo utilizadas por los mismos sectores sociales que en aquel entonces, veamos: «… pero es una maniobra de los sindicatos, y eso es lo último que necesitamos en este momento. Los sindicatos ya tienen demasiado poder en este país, en mi opinión. Los sindicatos no llevan la voz cantante» (pág. 139). Más adelante llegaría Margaret Thatcher y pondría las cosas en su sitio. Es una ironía. Así les va ahora a los trabajadores británicos.
La mirada del autor se dirige también al nacionalismo, en este caso el galés. Ejemplo va: «Es que la gente esta muy enfadada. Solo que tu gente nunca se entera de nada. Solo venís aquí de vacaciones. Pero la gente está enfadada, evidentemente» (pág. 193). «- Para empezar toda esa estupidez de nombrar Príncipe de Gales al Príncipe Carlos. - Pero es que el Príncipe Carlos es el Príncipe de Gales – le dije. - Vale, ¿y de quién fue la idea? Nunca le pedimos que fuese nuestro príncipe. Si tiene que haber un Príncipe de Gales, ¿por qué no puede ser un gales? ¿Por qué tiene que ser inglés?» (pág. 193).
Ahora que lo pienso esto me recuerda a otros príncipes y princesas. Bueno, no sé porqué me preocupo, en nuestro caso es por designación divina. Aunque en estricta puridad fue por designación de un dictador. En fin, esa es otra historia.
La novela llega en su narración hasta 2020.
Bournville es de lectura amena y es de esas novelas que sirven para refrescar la memoria a los más mayores, a los más jóvenes les puede despertar la curiosidad, en ambos casos está muy bien.
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