Lo se. Una vez más voy a
repetirme. No me importa, aunque me llamen pesado. Otros siguen erre que erre y
al final, ya ven, ganan por agotamiento del contrario. No soy tan ingenuo y se
que esto es una batalla perdida. De todas formas, ahí seguimos.
Y es que no tengo la menor duda,
no señor: la culpa de la crisis, de todos nuestros males sociales, es de los
trabajadores de las administraciones públicas. ¿Qué digo yo? ¿Trabajadores?
Déjenme que me ría.
Las administraciones están
plagadas de gentes que cobran y sobran a todas luces. Todos hemos visto que no
perdonan un café o dos, o los que se tercien. Trabajan pocas horas, tienen moscosos, puentes, acueductos, cobran
todos los meses y encima te ponen mala cara cuando les vas a pedir algo.
¡Menos mal! menos mal, que les
rebajaron el salario y dentro de poco se lo volverán a recortar. Ya estaba
bien. Quienes se creían estos. En la privada no aguantaban ni diez minutos.
Sin ir más lejos ¿y los
Ayuntamientos? ¿Cómo están los Ayuntamientos? Donde tenían que estar dos hay
seis. Llegas tú y todos desayunando o haciendo la compra. No puede ser. Hay que
meterlos en cintura y despedir a la mitad. ¡Si es que los presupuestos de los
Ayuntamiento se van en pagar a todos esos! Luego, venga, a subir el IBI, el
agua, la basura. ¡No me extraña, con todos esos comedores!
Hace cuatro días eran 60 y cinco
años después ya son 130. Claro, así no hay quien lo aguante. ¡Venga subir
impuestos! ¡No se donde vamos a llegar!
No, pero la culpa no la tienen
ellos. Los sindicatos, los sindicatos, ahora tenían que pagarles ellos. No
dicen nada y cuando lo hacen es para enchufar a unos y a otros. Así nos va,
pero ellos, esos sí que viven bien. Subvenciones por todos los lados, horas
sindicales y vete tú a saber que más. Luego se quejan y ¡venga huelgas! ¡Sí los
mandaran a todos a trabajar! Esos sindicaleros
están a lo suyo. Venga a meter gente ¡como ellos no les pagan! Gentuza. ¡Un
pico y una pala les daba yo!
¿Cuántas veces hemos escuchado
esto y cosas peores? Resulta que los trabajadores de lo público acumulamos
todos los males habidos y por haber. No importa lo bien que hagamos nuestro
trabajo ¡somos unos privilegiados! No se valoran nuestras capacidades ni
nuestro trabajo, a no ser que un día metamos la pata. Da igual que hubiese una
oposición para llegar al puesto o no. No importa que la inmensa mayoría de los
trabajadores que hoy realizan sus funciones en las administraciones no sean
funcionarios, sino personal laboral. A todo el mundo le importa un pepino que
en los últimos doce o catorce años hayamos perdido poder adquisitivo. Todo dios
se alegró de nuestro recorte salarial y se está frotando las manos ya que,
probablemente, nos llegue otro. Pero nadie habla de que ellos quisieran estar
en nuestro pellejo y por una u otra razón no lo están. Ya, ya. Lo nuestro fue
enchufe y lo de ellos mala suerte. No todos estamos donde estamos por
cuestiones eléctricas. Haberlos los hay, pero no somos todos ni mucho menos.
Ni los trabajadores, ni los
sindicatos son responsables de los desaguisados de los gestores de lo público.
Los ciudadanos tienen que exigir responsabilidades también por estas cuestiones
y no lavarse las manos.
Hay quienes nos critican, nos despedazan, y al mismo tiempo no se quieren enterar
de cuando un político se sube el sueldo más de un diez por ciento, de cómo
utiliza de forma fraudulenta los bienes públicos o empufa la administración que
regenta hasta límites insospechados. En estos casos no se dice ni mú, no vaya a
ser que se enfade el mandamás y además pierda la oportunidad de convertirse en funcionario. Llegado el caso, eso sí, la culpa del número de trabajadores y de
lo vagos y maleantes que somos.
Al final lo de siempre: los
funcionarios, prejubilados de la mina, los profesores, médicos, etc. etc, y los
sindicatos, faltaría más, los culpables
de todo. Políticos, empresarios, banqueros, especuladores y si me apuran los
futbolistas, del Madrid y el Barca, claro, todos unos benditos.
Así nos va. Venga, regalen un
funcionario estas fiestas y así podrán insultarle y vejarle todos los días. No
se desazonen que ya vendrán otros y les pondrán a unos trabajadores sumisos,
mal pagados y escasamente cualificados para ofrecerles esos servicios, que además
les van a salir mucho, muchísimo más caros.
¡Ah! y no se preocupen, en poco
tiempo volveré sobre lo mismo. La campaña contra los servicios públicos no hizo
más que empezar. Primero cargan contra los trabajadores luego sobre los propios
servicios.
¿La culpa?: de los trabajadores de las administraciones por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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