Cuando pasen los años, y con la
perspectiva que da el tiempo, los historiadores se lo van a pasar genial a la
hora de estudiar estos momentos.
No quiero atosigarles con una
lección de Historia pero permítanme que les ofrezca alguna información.
Los libros de Historia hablarán
de una etapa de crisis económica, social y de Estado. Harán referencia a que
los ciudadanos sintieron que fue producto de los errores políticos y que podía
haberse remediado con medidas políticas adecuadas.
Se escribirá mucho sobre los
males y perjuicios de la política exterior. Se hará recaer sobre la competencia
extranjera muchas responsabilidades, entre ellas el atraso industrial y
tecnológico.
Los factores sociales tendrán su
espacio, y no será poco. Destacarán la tendencia hacia el enriquecimiento de
algunos, la inversión en rentas, el gasto suntuario y hasta el consumo de
productos de otros países.
Los anales recogerán que la clase
media se empobreció y que la demanda se redujo de forma considerable.
Habrá estudiosos que mencionarán
las escasas inversiones de los empresarios. Recordarán que hubo quien se mostró
contrario a la extensión de la enseñanza media y superior y puso de relieve la
falta de personal para los oficios. Sí, todo esto lo contarán.
También relatarán a las
generaciones venideras los exagerados gastos de la Corte y la administración; el
endeudamiento de los municipios, un fenómeno muy generalizado, en los que
además intervenía en muchas ocasiones la malversación y la mala gestión.
Todo eso y más se estudiará en
los libros de Historia. Mejor dicho, todo esto se estudia ya en los libros de
Historia.
Esto que han leído no es una
pequeña pincelada de nuestra situación actual. Acabo de hacer una descripción -muy
breve e incompleta, soy consciente- de la crisis española del siglo XVII. La
verdad es que, salvando las distancias necesarias, el fondo es muy, pero que
muy semejante a lo qué está pasando hoy en España. Menos mal que ahora no
guerreamos tanto como en esa época.
No hay forma, a la qué nos
despistamos caemos en los viejos errores. El regeneracionismo se encargó de
estudiar las causas de la decadencia española y la generación del 98 le puso la
belleza literaria, pero la verdad es que eso poco nos consuela.
Sabemos las causas, la Historia
se repite y los desgraciados de los malos gobiernos de este país nos joden a la
primera de cambio. Una vez más, y ya son muchas, las castas dirigentes se
aíslan y no escuchan a los ciudadanos. Viven tan de espaldas a la realidad que con
cualquier decisión que toman hoy lo único que consigue es fastidiarnos mañana.
¿De verdad nos merecemos estos
gobiernos? ¿No seremos capaces de deshacernos de tanto mentecato?
Haciendo historia por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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