«Menuda mierda de democracia
tenemos. El Gobierno quiere controlar nuestras vidas». Sólo hay que darse una
vuelta por las redes sociales para ver repetido ese mensaje, o parecidos,
cientos de veces. La derecha y extrema derecha, casi indiferenciables hoy en
España, se encargan de repetirlo como un mantra.
Regular los precios del alquiler
de viviendas es para nuestra derecha un atentado a la propiedad. Una vez más la
derecha miente. Primero, esa regulación no es de obligado cumplimiento en todo
el Estado. Segundo, no se va a expropiar ninguna vivienda, por lo tanto no se
atenta contra la propiedad de ningún particular. La regulación de los precios
es una realidad en países de la Unión
Europea cómo Alemania, Francia, Italia…
Este es el último ejemplo de
atentado a la libertad, pero no es el único, según esa gente. La izquierda
socialista y comunista es lo único que saben hacer, restringir la
propiedad, la libertad y subir los impuestos, ya lo dice IDA (Isabel Díaz
Ayuso), y eso es como decir el nuevo oráculo.
¿Y qué me dicen de encerrarnos en
casa cómo hicieron? ¡Nos obligaron a ponernos unas mascarillas cómo si fuésemos
delincuentes! No contentos con ello nos impusieron unas vacunas que no saben
que efectos secundarios van a tener.
Pero vamos a ver, nos
controlan hasta el vino que tenemos que
beber. ¡Viva el vino!
Todo son prohibiciones y
obligaciones. Nos obligan a abortar, a asesinar con la eutanasia. No respetan
la vida. Menos mal que todo cambiará cuando vuelva a gobernar el Partido
Popular. Ya han anunciado que piensan derogar la ley de eutanasia.
Para qué vamos a hablar del boicot a la renovación de los órganos constitucionales por parte del Partido Popular. Por mucho que lo intenten disfrazar estuvieron incumpliendo la ley. Ahora solo les queda el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), pero ese es otro cantar y ahí siguen saltándose la ley a la torera, nunca mejor dicho.
Leyes y más leyes. Normas y más
normas. ¿Quiénes se creen que son para coartar nuestra libertad? Los
socialistas-comunistas no se conforman con esto, además nos roban nuestro
dinero. Nos roban con los impuestos, nos arrebatan el patrimonio que con gran
esfuerzo consiguieron nuestros padres. Se lo deben llevar hasta en bolsas de
basura. Ejem.
Ahora se esfuerzan más que nunca,
el gobierno social-comunista, en obligarnos vivir con unas normas de
comportamiento y vida impuestas por los lobbys
de gays, lesbianas y feminazis. Odian y abominan de nuestra tradición
cristiana. Quieren acabar con nuestra cultura taurina, con la caza y la pesca.
Lo dicen en las redes, lo gritan
en los mítines a sus acólitos, lo sueltan con odio en el parlamento. Todo lo
que no quieren conocer, menos aún comprender, lo odian. Así es la derecha
española, los de más allá dan pavor.
¡Viva la libertad! En nombre de
la falaz interpretación que hacen de ese término llegamos a cuestiones de andar
por casa.
Así, por ejemplo, una parte muy
importante de los conductores pasa olímpicamente de señalizar sus maniobras. En
estos incluyo a conductores profesionales. ¡Para qué van a darle al
intermitente!
Los hay que cuando escuchan
música la oyen ellos y sus vecinos. ¿A quién no le gusta la música? Además,
para deleitarse con ella tiene que estar a todo volumen. Los dioses amparen a
quienes osen protestar. Rancio es lo menos que llaman. Claro, qué tontería, en
su casa cada uno hace lo que le da la gana. ¡Sólo faltaba!
Ya, ya lo sé. Cosas de viejos.
Como también es cosa de viejos el saludar o despedirse, ceder el paso a otra
persona. Y eso de pedir «por favor» las cosas sí que es viejuno. En una oficina
de las administraciones públicas, una tienda, un bar ¿pedir «por favor»? ¡Están
ahí para atenderme! ¡Le pago yo! Podemos preguntar a camareros, profesores,
bibliotecarios, médicos…
De los botellones casi ni me
atrevo a hablar. Mentarlos y salen en tromba los padres de los jóvenes a
recriminarnos la ranciura de la que hacemos gala. ¿Quién no lo hizo de joven?
Ahora el argumento es, pobrecitos, estuvieron un año y medio sin poder
disfrutar así que… dejémosles que hagan lo que les salga de la entrepierna. ¿Y
los demás no? Los que podrían quejarse son los viejos para los que el tiempo
está muy tasado.
Ocupan espacios públicos y tienen
derecho a estar en la calle. En muchos casos los botellones los hacen en
lugares con mucha población. Los fines de semana se convierten en inhabitables.
No descansa ni dios. Pero claro, tienen derecho. El respeto al descanso de los
vecinos queda relegado al disfrute de los jóvenes.
¿Sujetarnos a normas y leyes?
¿Dónde queda el sacrosanto derecho a la libertad individual? Según la derecha, la extrema derecha y los
neoliberales desbocados, el individuo tiene que poder hacer lo que le dé la
real gana, eso sí, cuando gobiernan los social-comunistas. Ellos son gente de
orden y se acaba la diversión con su llegada al poder. Legislan recortes de
derechos individuales y colectivos. Para muestra valga la denominada «Ley
mordaza». Intentan controlar los medios de comunicación y colocar a los suyos
en los órganos de control al gobierno o en los jurisdiccionales… venga sí, los
otros también, pero lo suyo es más escandaloso. A los últimos nombramientos de
órganos judiciales me remito.
No olvido que la aplicación de
las leyes por parte de algunos jueces españoles es incomprensible para una
parte importante de los ciudadanos y eso, sin duda, contribuye a un desprecio
de las reglas.
La humanidad se ha ido dotando a
lo largo de los siglos de unas normas y leyes que en principio tienen como
objeto el regular la vida en común y que no andemos a la gresca por todo. La
aceptación mayoritaria de esas pautas ha logrado que tengamos una sociedad
desarrollada en la que la convivencia es posible. Si nos las saltamos en
función de nuestro interés personal no iremos bien y haremos jirones en una parte
esencial de lo que nos cohesiona socialmente.
Lo diré una y mil veces, la exaltación
exacerbada del individualismo, en detrimento de lo social, ha causado estragos
en la convivencia
Mirando de lo general a lo
particular o viceversa vemos que algo nos está pasando y no estaría mal que
revisásemos de forma colectiva e individual nuestros estándares de convivencia.
Na, coses de vieyu.
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