Los premios literarios suelen
estar rodeados de sospechas de amaño, en el caso del Planeta esas dudas se
convierten en certezas. Es el segundo premio literario mejor pagado del mundo,
por delante del Nobel. En este año su cuantía la subieron a un millón de euros.
Si ese dineral ya supondría destacados en los medios de comunicación lo de este
año fue exagerado y aún no se acabó. El motivo ya lo saben. Concedieron el
premio a Carmen Mola, que los lectores sabían que era un seudónimo, pero
resulta que no escondía a ninguna mujer, son tres hombres. Por más señas tres
guionistas de nombre Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez. Y se lió.
Hemos oído y leído de todo. Unos
critican a los ganadores por esconderse detrás del nombre de una mujer, otros
los defienden argumentando que es algo normal en la literatura. Pues sí y no.
Me explico.
Comprendo a los que les critican
pues se están aprovechando de una ola en la que las mujeres, tras siglos de
ocultación se están haciendo con el espacio que les corresponde en el mundo,
también en el literario. Hay, además, una concienciación entre la población
femenina que las lleva a leer lo que escriben otras mujeres. Los guionistas son
conocedores de un dato relevante, las mujeres leen mucho más que los hombres.
El conjunto de todo esto es posible que les indujera a utilizar cómo seudónimo
el nombre de una mujer. Al menos eso parece. En las entrevistas que realizaron
a «Carmen Mola» no insinuaron que no fuese una mujer.
Tras los esfuerzos que vienen
realizando las mujeres por ocupar el espacio que les corresponde no parece muy
ético el utilizar un nombre femenino. Me parecen unos aprovechados. Ya sé que
habrá quienes apelen a su libertad para hacer lo que hicieron. Desde luego,
tienen esa libertad, pero los demás también tenemos derecho a criticarles tal
decisión.
Lo más habitual fue que las
mujeres escritoras hayan tenido que usar seudónimos con nombres masculinos en
una sociedad patriarcal y machista. Permítanme que recoja unas palabras que no
son mías: «autoras que tuvieron que usar un pseudónimo para que su obra viera
la luz. Porque escribir no encajaba entre los intereses que se
atribuía a las damas. Porque la historia se empeñaba en ocultarlas. De
hecho aún hoy nos sorprende descubrir la pluma detrás de ese libro que hace
años leímos y que creímos que era de un autor, cuando en realidad se trataba de
un pseudónimo...». ¿Saben de quién son estas palabras? De la editorial Planeta
que en su página web hay un apartado titulado «10 escritoras que firmaron sus
libros con pseudónimos masculinos». Más claro agua.
Por cierto, saben quién quedó
finalista. Imagino que la mayoría no lo recordarán. Cosas de la publicidad.
Paloma Sánchez- Garnica fue la finalista con la novela Últimos días en Berlín.
Ah, antes de que se me olvide. He
leído críticas a una librería por haber quitado los libros de «Carmen Mola» de
sus estantes. Pues no entiendo el motivo. En el caso de esa librería madrileña,
Mujeres y Compañía, los retiraron ya que está especializada en literatura
femenina. ¿Dónde está el problema?
Les confieso que no me he leído
ningún libro de «Mola». Ojeé alguno pero no me llamaron la atención.
No soy un lector de gustos muy
definidos. Leo de todo. Respecto a sí leo más libros escritos por hombres o
mujeres pues no lo sé. No me fijo. En la biblioteca o librería escojo, cuando
no conozco a la autora o autor, tras leer trocitos del libro. Unas veces
acierto y otras me doy un batacazo. No pasa nada.
Entre los últimos libros que he
leído están los de tres autoras asturianas. Animal
de Leticia Sierra, Un asesino en tu
sombra de Ana Lena Rivera y Tarada
de Carolina Sarmiento. Son mujeres. No utilizan seudónimo y ahí están,
abriéndose un hueco en el mundo editorial tan plagado de títulos y con un
número de lectoras y lectores cada vez más numeroso.
Hoy, además de los títulos
mencionados, les recomiendo que visiten su biblioteca pública o librería más
cercana. Miren, rebusquen y seguro que encontrarán algún libro de su gusto.
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