Mario Conde anda dándole vueltas
a eso de cumplir años. Llega a los sesenta.
“Él sabía a la perfección que ser
viejo – incluso sin llegar a ser un viejo de mierda – resulta una condición
horripilante por todo lo que conlleva, pero, muy en especial, por arrastrar
consigo una amenaza insobornable: la cercanía numérica y fisiológica de la
muerte. Porque dos y dos son cuatro. O mejor: cuatro menos tres es uno…, solo
uno, un cuarto de vida, Mario Conde”.
Vaya, ahora que lo pienso para
sesenta me quedan…
Ya se han dado cuenta que hablo
del Mario Conde expolicía y ahora comerciante, mejor dicho, buscador de libros en
su amada La Habana. Para los más despistados Conde es el protagonista de unas
cuantas novelas del cubano Leonardo Padura (Premio Princesa de Asturias de las
Letras 2015).
Mario Conde es un buen tipo.
Amigo de sus amigos, honrado, aspirante a escritor, fumador, bebedor de lo que
puede y comedor de lo que pilla. Si destaca por algo es por la fidelidad que
guarda a sus amigos, que es recíproca. Carlos, el Conejo y Yoyi integran el
grupo más cercano a Conde, sin olvidar a Josefina (madre de Carlos) que de la
nada les hace unos magníficos guisos. Tamara, siempre en segundo plano, pero
sin la cual Mario Conde no viviría. Luego están los amigos que se fueron. Otro
presente-ausente es su viejo jefe Antonio Rangel, que aún habiendo sufrido un
derrame cerebral y haber perdido el habla es uno de los pilares sobre los que
se apoya Conde.
¡Qué desastre! Llegué hasta aquí
y todavía no he dicho ni una palabra de La
Transparencia del Tiempo, el último libro de Padura.
El robo de una estatua de una
virgen negra pondrá a investigar a Conde. Nunca está demás ganarse una pasta
con trabajos extras. La cosa se complica cuando se cometen dos asesinatos.
Los prósperos, e ilegales,
negocios del arte en Cuba sirven para mostrarnos una realidad que los turistas
no vemos. La Habana esconde otros mundos: el de la miseria, el hambre o la
corrupción a los más altos niveles. Conde se da con ellos de bruces, incluso
descubre lugares sórdidos que hasta para él eran desconocidos.
No falta la opresión por la falta
de libertad ni el anhelo por descubrir otro mundo, aunque sea el de Miami. Pero
tras las duras críticas hay un gran amor por La Habana y sus gentes, por Cuba.
Las investigaciones del
sexagenario Conde – espero que me perdone – se entremezclan con el recorrido de esa virgen negra robada. Los templarios, las guerras entre bigaires y buscaires, la
Guerra Civil española e incluso los nacionalistas catalanes se introducen en la
novela, logrando casi una historia aparte. “Las existencias de Antoni Barral,
si en verdad las hubiera tenido en ese plano del acontecer físico e histórico
que se conoce como realidad”, es el encargado de contarnos las peripecias de
esa virgen.
Al intercalar las andanzas de
Antoni Barral las investigaciones de Mario Conde quedan interrumpidas y eso me
provocó cierta ansiedad. Y con ello no quiero decir que no resulten interesantes.
Eso sí, en una ocasión tuve que volver atrás para retomar el hilo conductor.
Son 440 páginas que leí
recordando La Habana que conocí al tiempo que recorrí otra desconocida para mí.
Padura-Conde siempre me han deparado unos gratos momentos. Me caen bien.
Conde celebrará, le obligarán a
celebrar, su sesenta cumpleaños… De momento los lleva bien. Come, bebe y hace
el amor con ganas, aunque en alguna ocasión recurra al sildenafilo. Los temores
van tomando su espacio, sobre todo el de la soledad.
Pues nada, lo mejor que puedo
hacer es recomendarles que lo lean y así se forman su opinión. Lo tendrán en su
biblioteca pública más cercana o en su librería preferida.
Mario Conde cumple 60 años by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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