7 feb 2018

Nieva, pues paramos


A la que caen cuatros copos de nieve tiramos de móvil y ya estamos haciendo fotos y vídeos. El siguiente paso es subirlas a las redes antisociales.

¡Qué bonito! ¡Qué pasada! ¡Guapísimo! ¡Qué envidia!

Como cubrió todo el mundo se echa a la calle y a los praos. La belleza impoluta se acaba en un instante.

La vida empieza a ralentizarse. Los niños no van al colegio, los padres tienen dificultades para ir al trabajo. Alguien se tiene que quedar con los niños.

¡Qué bonita es la nieve!

Al segundo día los centímetros acumulados van en aumento. Cocinas y calefacciones están a tope. Algunos nos acordamos de la factura de la luz.

Pegamos la nariz a los cristales y vemos caer los copos. Nos quedamos alelados.

¡Qué guapo!

Los niños andan de un lado para otro de la casa. Los abuelos se quedan con ellos. Al atardecer del segundo día la tensión se masca. Padres cansados, abuelos estresados y los niños columpiándose en las lámparas.

Tercer día y las líneas telefónicas siguen caídas. ¡No hay acceso a Internet! Las televisiones tienen apagón forzoso. Los colegios siguen cerrados, algunas empresas también. Hay autónomos que cogen vacaciones. Los ganaderos trabajan el triple. Pero eso sí, todos contemplan la nieve embelesados.

Las cenas familiares parecen refectorios cartujos. De vez en cuando  miran de reojo hacia la ventana y alguien suelta un bufido. Tras la cena se sientan, contemplan la profunda negrura de la pantalla de la tele. Resoplido. ¡Todos a la cama! ¡Es muy temprano, quiero jugar! ¡He dicho que todos a la cama y se acabó!

La nieve sigue cayendo. Lo hace con más intensidad. Hay quien se da cabezazos contra la ventana. De más de una casa salen rugidos.

Los abuelos recuerdan con sus nietos las nevadas de sus tiempos jóvenes. ¡Aquello sí qué eran nevadas! Les cuentan como el ALSA les pagaba unas pesetas por palear para abrir la carretera desde Tineo a La Espina o El Rodical. ¡Aquello sí qué eran nevadas! ¡Más de un metro!

Escuchamos en la radio que hubo más de 10.000 asturianos sin energía eléctrica. El suroccidente astur se llevó la peor parte. Hay pueblos que llevan tres días sin electricidad ni teléfono.

¡Qué bien lo estarán pasando! Especialmente los de Ibias que además les cayó un argayu inmenso en la principal vía de comunicación con el resto de Asturias.

¡Uf, menos mal! La televisión volvió. Nos dan cuenta de los problemas en toda España y nos recuerdan los 3.000 vehículos atrapados en la AP-6 dieciocho horas. Terrible. Allá les mandaron a la Unidad Militar de Emergencia (UME). Bien.

Nos informan en la tele que el suroccidente asturiano sigue con grandes problemas y que hay muchos pueblos que continúan aislados, sin luz ni teléfono. Según nos han contado, en la radio, son vecinos de la zona quienes ayudan a abrir  caminos con tractores para que los técnicos puedan acceder a los lugares donde están las averías.

¡Qué envidia, menudas fotos deben estar haciendo!

Un momento, por favor. Me asomo a la venta. Hago varias fotos y vídeos. Los subo. Ya estoy aquí, perdón.

Tendremos más nieve. ¿Cuántos días van? He perdido la noción del tiempo. El blanco me tiene atrapado.

Me voy al Facebook y veo que aquellos que decían “qué guapo está mi pueblo” empiezan a echar pestes. El grito de VALE YA se hace presente. ¡Ayyyy! No quiero decir que sean volubles, no, faltaría más.

En estos momentos me vienen a la cabeza alemanes, polacos, noruegos, suecos ¿cómo vivirá esa gente?

Los servicios de emergencias nos avisan de que todo está controlado y que se está haciendo todo lo necesario. Hasta Gregorio Serrano, director de la DGT, cambió el wifi por el walkie-talkie. Las autoridades locales, móvil en mano, están a loro y si es necesario, más adelante, pedirán explicaciones.

Mientras, muchos ciudadanos seguirán sin luz, teléfono o una carretera limpia por la que transitar.

¡Cómo cambian los tiempos! Somos unos blandos.

¡Qué bonita es la nieve! Nieva, pues paramos.

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