A la que caen cuatros copos de nieve tiramos de móvil y ya estamos haciendo fotos y vídeos. El siguiente paso es subirlas a las redes antisociales.
¡Qué bonito! ¡Qué pasada! ¡Guapísimo! ¡Qué envidia!
Como cubrió todo
el mundo se echa a la calle y a los praos.
La belleza impoluta se acaba en un instante.
La vida empieza
a ralentizarse. Los niños no van al colegio, los padres tienen dificultades
para ir al trabajo. Alguien se tiene que quedar con los niños.
¡Qué bonita es
la nieve!
Al segundo día
los centímetros acumulados van en aumento. Cocinas y calefacciones están a
tope. Algunos nos acordamos de la factura de la luz.
Pegamos la
nariz a los cristales y vemos caer los copos. Nos quedamos alelados.
¡Qué guapo!
Los niños andan
de un lado para otro de la casa. Los abuelos se quedan con ellos. Al atardecer
del segundo día la tensión se masca. Padres cansados, abuelos estresados y los
niños columpiándose en las lámparas.
Tercer día y
las líneas telefónicas siguen caídas. ¡No hay acceso a Internet! Las
televisiones tienen apagón forzoso. Los colegios siguen cerrados, algunas
empresas también. Hay autónomos que cogen
vacaciones. Los ganaderos trabajan el triple. Pero eso sí, todos contemplan
la nieve embelesados.
Las cenas familiares
parecen refectorios cartujos. De vez en cuando miran de reojo hacia la ventana y alguien
suelta un bufido. Tras la cena se sientan, contemplan la profunda negrura de la
pantalla de la tele. Resoplido. ¡Todos a la cama! ¡Es muy temprano,
quiero jugar! ¡He dicho que todos a la cama y se acabó!
La nieve sigue
cayendo. Lo hace con más intensidad. Hay quien se da cabezazos contra la
ventana. De más de una casa salen rugidos.
Los abuelos
recuerdan con sus nietos las nevadas de sus tiempos jóvenes. ¡Aquello sí qué eran
nevadas! Les cuentan como el ALSA les pagaba unas pesetas por palear para abrir
la carretera desde Tineo a La Espina o El Rodical. ¡Aquello sí qué eran
nevadas! ¡Más de un metro!
Escuchamos en
la radio que hubo más de 10.000 asturianos sin energía eléctrica. El
suroccidente astur se llevó la peor parte. Hay pueblos que llevan tres días sin
electricidad ni teléfono.
¡Qué bien lo
estarán pasando! Especialmente los de Ibias que además les cayó un argayu inmenso en la principal vía de
comunicación con el resto de Asturias.
¡Uf, menos mal!
La televisión volvió. Nos dan cuenta de los problemas en toda España y nos
recuerdan los 3.000 vehículos atrapados en la AP-6 dieciocho horas. Terrible.
Allá les mandaron a la Unidad Militar de Emergencia (UME). Bien.
Nos informan en
la tele que el suroccidente asturiano sigue con grandes problemas y que hay muchos
pueblos que continúan aislados, sin luz ni teléfono. Según nos han contado, en la radio, son
vecinos de la zona quienes ayudan a abrir caminos con tractores para que los técnicos
puedan acceder a los lugares donde están las averías.
¡Qué envidia,
menudas fotos deben estar haciendo!
Un momento, por
favor. Me asomo a la venta. Hago varias fotos y vídeos. Los subo. Ya estoy aquí, perdón.
Tendremos más
nieve. ¿Cuántos días van? He perdido la noción del tiempo. El blanco me tiene
atrapado.
Me voy al
Facebook y veo que aquellos que decían “qué guapo está mi pueblo” empiezan a
echar pestes. El grito de VALE YA se hace presente. ¡Ayyyy! No quiero decir que
sean volubles, no, faltaría más.
En estos momentos
me vienen a la cabeza alemanes, polacos, noruegos, suecos ¿cómo vivirá esa
gente?
Los servicios
de emergencias nos avisan de que todo está controlado y que se está haciendo
todo lo necesario. Hasta Gregorio Serrano, director de la DGT, cambió el wifi por
el walkie-talkie. Las autoridades
locales, móvil en mano, están a loro y si es necesario, más adelante, pedirán
explicaciones.
Mientras,
muchos ciudadanos seguirán sin luz, teléfono o una carretera limpia por la que
transitar.
¡Cómo cambian
los tiempos! Somos unos blandos.
¡Qué bonita es
la nieve! Nieva, pues paramos.
Nieva, pues paramos by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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