Morir nos morimos todos. Me acabo
de cubrir de gloria. Dicha la tontería, otra cosa es que no todos morimos
iguales. La desigualdad ante la muerte existe, vaya que si existe. No me pongo
trascendente. Para morir iguales es
el título del último libro de Rafael Reig. Sin más dilación: me gustó. Por
cierto, hay una canción del cantante y compositor mexicano José Alfredo Jiménez
Sandoval que tiene ese mismo título. Cada uno de los capítulos del libro
comienza con una frase de alguna de las canciones de ese compositor.
El protagonista, Pedrito Ochoa,
es un hospiciano que se mata a pajas, ve a la Virgen y quiere hacerse rico.
La Transición es el telón de
fondo. No es un libro de Historia. Con unas pinceladas por aquí y otras por
allá nos ambienta a la perfección. Eso sí, los que vivimos esos años lo
pillamos todo, los más jóvenes lo dudo. El libro puede ser una buena disculpa
para que indaguen en esa etapa reciente de nuestra Historia.
Este aspecto me prestó (gustar en
asturiano) mucho. Rafael Reig, repito, no necesita aportar un montón de datos
para ponernos en situación. La “nueva” política, los cambios de chaqueta, la
dictadura, la libertad, el 23 F ,
los pelotazos económicos, el dinero
negro, el tráfico de niños, la prostitución, la homosexualidad, las drogas, el
SIDA… son fiel reflejo de lo que vivimos. Todo ello aderezado con humor, ironía
y socarronería, tan del gusto de los asturianos.
Para morir iguales tiene muertes e investigaciones. No es una
novela policíaca. Tampoco es una novela religiosa o sobre religión, aunque se
aparezca la Virgen y las monjas estén muy presentes. Por cierto, lo de la
Virgen es la virgen. Vean un ejemplo: “Qué fatiga, ¡pero qué fatiga! – se quejó
con un resoplido -. Un cuerpo desnudo es hermoso, no es nada malo, chiquillo.
Se llama libertad”. Esto lo dice la Virgen. Respuesta de Pedrito: “Eso lo dice
usted porque está buena”.
Las monjitas… Ayyy las monjitas:
“Había diez monjas en aquel sótano, el mismo número que el de platos en el
comedor. Era una habitación grande, con una mesa de billar, un par de sofás y
una mesa en la que había tres botellas de coñac vacías y otras tres llenas,
además del tocadiscos”. Lo demás lo dejo
a su imaginación, aunque es mejor que lean a Rafael Reig.
No pasa desapercibida la manía de
Pedrito - ¿Reig? – hacia los existencialistas, mencionados en varias ocasiones:
“A mí el miedo a los hippies se me pasó con los años, aunque nunca he llegado a
convencerme de que sean tan inofensivos como se cree. Ahora quizá me parecen
más peligrosos – y mucho más pelmazos – los existencialistas”.
La suerte de Ochoa cambiará
cuando sus abuelos se hacen cargo de él. La realidad no es la que conocía, la
del hospicio, pero sigue siendo cruel. Se topa con las clases sociales y sus
barreras que solo puede franquear el dinero, así lo cree Pedrito. De ahí su
objetivo de ser rico a toda costa.
Las amistades de la infancia no
se olvidan. Siendo adulto se producen reencuentros. Él es el único que logró
abrirse camino, los demás se quedaron en el pozo. Bueno, eso no es del todo verdad.
Pedro Ochoa narra en primera
persona y con ello da una visión de sí mismo que induce a la comprensión y la
pena. Ya, ya. ¿Con otro tipo de vida habría sido todo diferente? Probablemente.
¿Tendrían razón las monjas y todos eran carne de presidio? ¿Ellas los convirtieron
en lo que llegaron a ser? Puedo seguir haciéndome preguntas pero cómo no voy a
responder a ninguna les recomiendo que lean el libro. Que sí, me gustó.
Búsquenlo en su biblioteca
pública o librería preferida.
Lo que sea Para morir iguales by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
No hay comentarios:
Publicar un comentario