La última guerra civil española,
su prolongación con el fin de exterminar al “enemigo”, una posguerra
sangrienta, una férrea dictadura con el mantenimiento de la pena de muerte
hasta su final tienen a un mismo causante-protagonista: Franco.
La figura del dictador, cuarenta
y tres años después de su muerte, sigue siendo reverenciada por una parte de
los españoles. Unos lo hacen por haber sido sus cómplices, otros por ser
estómagos agradecidos y el resto por ignorancia supina.
Desde hace unos años se ha ido
produciendo un revisionismo histórico en torno al franquismo. La falta de unos
mínimos conocimientos históricos favorece que esas opiniones hayan calado en
una parte de la población.
El transcurso del tiempo ha
vuelto olvidadizos a quienes sufrieron la dictadura, la inmensa mayoría de la
población. Lo peor de todo es que hay jóvenes que se han creído las mentiras
que les han transmitido y piensan que la etapa franquista fue la mejor de
nuestra historia. No tienen ni idea de cual fue la realidad.
No voy a entrar en cuestiones
políticas, económicas o sociales. Sí quiero hacer referencia a esa mentira que
recorre cada dos por tres las redes sociales,
y me refiero al tema de la protección social a los trabajadores, que
atribuyen al franquismo.
La Constitución republicana de
1931 recoge lo siguiente en su Art. 46:
“El trabajo, en sus diversas formas, es una obligación social, y gozará
de las leyes. La República asegurará a todo trabajador las condiciones
necesarias de una existencia digna. Su legislación social regulará los casos de
seguro de enfermedad, accidentes, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte; el
trabajo de las mujeres y de los jóvenes y especialmente la protección a la
maternidad; la jornada de trabajo y el salario mínimo y familiar; las
vacaciones anuales remuneradas; las condiciones del obrero español en el
extranjero; las instituciones de cooperación, la relación económico-jurídica de
los factores que integran las producción, la participación de los obreros en la
dirección, la administración y los beneficios de las empresas, y todo cuanto
afecte a la defensa de los trabajadores”.
¿Se enterarán de una vez? No
creo, no leen. Si lo hicieran igual se encontraban con muchas sorpresas.
El Art. 47 de esa misma constitución
dice:
“La República protegerá al campesino y a este fin legislará, entre
otras materias, sobre el patrimonio familiar inembargable y exento de toda
clase de impuestos, crédito agrícola, indemnización por pérdida de la cosecha,
cooperativas de producción y consumo, cajas de previsión, escuelas prácticas de
agricultura y granjas de experimentación agropecuarias, obras para riego y vías
rurales de comunicación. La República protegerá en términos equivalentes a los
pescadores”.
Hasta la década de los años 60
los indicadores económicos de España no alcanzaron las cifras de los años de la
República. Cuando la economía empezó a mejorar,
a base de enormes sacrificios, la industria española no pudo asumir la
creciente mano de obra y millones de ciudadanos tuvieron que emigrar. Y no es
cierto que todos los que tuvieron que salir lo hicieran con todos los papeles
en regla. Otra mentira asumida por muchos.
De la inmigración ni hablamos. La
extrema derecha inyecta bulos de forma continua que están siendo admitidos como
verdades por gentes de toda clase y condición, incluidos personas que se dicen
de izquierdas. No, mejor no hablamos de inmigración-emigración, xenofobia y
racismo, que siempre van de la mano.
Por cierto, en el franquismo no
se habla de ciudadanos ya que ello implica, como hoy lo entendemos, derechos
civiles y políticos en una sociedad democrática. Hasta los más recalcitrantes
franquistas de hoy pondrían el grito en el cielo si se les quitara alguno de
esos derechos. Es más, se aprovechan de ellos para intentar volver a esa
ansiada dictadura.
La penetración de ideas de
extrema derecha, y de más allá, en la sociedad europea y española es
verdaderamente alarmante. El desmadre económico provocado por la falta de
regulación de los mercados, la globalización desbocada, los recortes sociales y
económicos, la pauperización de la clase media, los rescates a grandes bancos y
empresas han cabreado tanto a los ciudadanos cualquier populista tiene su
público. Con las redes sociales se están hinchando.
Los más extremistas de la derecha
están encontrando unos aliados perfectos en esa derecha que se dice centrista y
democrática. En momentos de crisis económica y social siempre ha sido así, no
es nada nuevo.
La prevista retirada de los
restos de Franco del Valle de los Caídos está animando a salir a la luz a
aquellos que siendo franquistas lo disimulaban. Ya no se esconden. Siguen
estando en el ejército, en la iglesia y en los partidos políticos.
Y tenemos la Fundación Francisco
Franco. Su función es perpetuar la memoria de un traidor – había jurado
fidelidad a la República –, de un
golpista, de un dictador. La fundación está subvencionada por el erario. No
paga impuestos.
Llevados por esta ola extremista
aprovechan la ocasión y vuelven a poner en la palestra política cuestiones como
el aborto. ¡Y lo hacen gentes del Partido Popular! Desempolvan argumentos
reaccionarios y están encantados. ¡No hay nada cómo volver a los orígenes! Siguen
instalados en la caverna.
Y todo esto no hizo más que
empezar. La derecha lleva muy mal lo de perder el gobierno y utilizan cualquier
medio para volver a recuperarlo, aunque sea a costa de retroceder más de
cuarenta años. Están cayendo en un populismo muy peligroso.
El desconocimiento de la Historia
de España es tan grande que es imposible racionalizar el debate con los
populistas de extrema derecha – vale, con todos los populistas -. La derecha de
este país, el PP, no puede seguir justificando y disculpando al franquismo. Ser
de derechas no implica defender a un dictador, a no ser… Sean de derechas, no
franquistas.
Durante cuarenta años este país
fue franquista por la fuerza, hoy muchos lo son por “devoción”. Mal vamos.
Franco y los franquistas redivivos by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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