Las secuelas son complicadas,
difíciles en cine e imposibles en literatura. Pues ni corto ni perezoso John
Banville lo hizo en La señora Osmond,
traducción de Miguel Temprano García, secuela de Retrato de una dama de
Henry James. No es su primera vez. Ya resucitó a Philip Marlowe, el detective
creado por Raymond Chandler, en La rubia
de ojos negros. En aquella ocasión la firmó con su alter ego Benjamin Black.
Los personajes de la obra de
James reaparecen. Traiciones, mentiras y secretos salen a la luz. La inocente
Isabel Archer toma la iniciativa, no sin dudas y temores. Dubitativa
inicialmente - hasta la desesperación - va cogiendo carrerilla pero no sin
tropiezos. Las decisiones que toma son producto de la casualidad más que de su determinación.
Al final nos da un respiro, y a trancas y barrancas sale más o menos airosa. Con
tanta vacilación Isabel Archer resulta un poco cargante.
“Tengo fortuna propia; no muy
grande, pero aun así es una fortuna; y soy… - hizo una pausa y sus labios se
curvaron en una sonrisilla irónica- supongo que la palabra es libre”. Es comprensible, las mujeres
estaban educadas para otros fines. El sometimiento femenino recorre la novela.
Al final la búsqueda de la libertad, la independencia y la venganza
–tal cual- es el motor que mueve a Isabel, sin olvidar la autoflagelación por
los errores que cometió.
Daremos un paseo por Inglaterra,
París, Florencia y Roma. Nos moveremos en la encorsetada sociedad victoriana,
cargada de hipócritas formalidades. Tendremos, por suerte, el contrapeso de la
aparición de las sufragistas, del feminismo, el socialismo y la homosexualidad.
Suelo echar una ojeada a lo que
escriben los “críticos oficiales”, la alabanza es la tónica. Cuando se publicó
hubo una crítica que no dejaba bien parado a Banville, ahora la leí. Está
escrita por el novelista norteamericano Jeffrey Eugenides y sí, le da caña.
“El ritmo de la novela no es
precisamente ligero, y cuantos más pasajes farragosos añade para reforzar el
espíritu y la forma jamesianos, más tediosa se vuelve la novela”. Dicho así es exagerado. Me parece normal, en este caso, que el lenguaje sea
un poco alambicado, pero de ahí a que tenga pasajes farragosos y tediosos va un
trecho.
Prosigue el párrafo: “Es fácil
perdonar a James por mantener un ritmo lento como la época en la que vivió. En
el caso de Banville, parece deliberado hasta la perversidad”. Suena muy mal.
Más que una opinión, buena o mala, parece que hay algo más. No me parece una
crítica realizada por alguien que conoce el oficio. Bueno, tal vez sí. Los
navajazos entre escritores es algo bastante usual.
Jeffrey Eugenides continúa con
otras lindezas: “Pero no hay forma de recrear a Henry James, recrearlo
totalmente, sin poseer su propio cerebro, de manera que se tenga a cada
instante sus pensamientos y sus reflexiones exactas”. Lo siento, esto es una
verdadera gilipollez.
Banville no es James.
Perogrullada.
Desconozco la intención de John
Banville más allá de construir, narrar, otra obra con los mismos personajes, y
alguno nuevo, ambientada en la misma época. Una continuación en sentido
estricto me parecería una tontería, no creo que Banville lo pretendiese.
¿Se puede leer antes que Retrato de una dama? Sí. Tal vez sea mejor leer en primer
lugar La señora Osmond y a
continuación Retrato de una dama, así se evitan prejuicios. La
obra de James a estas alturas soporta cualquier comparación.
Me gustó. John Banville-Benjamin Black
tiene muchos registros como escritor y no me defrauda.
Pues nada, se la recomiendo y más
tarde a por Retrato de una dama. En
su biblioteca pública o librería preferida los podrán encontrar.
Isabel Archer vuelve en La señora Osmond by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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