24 sept 2018

Isabel Archer vuelve en La señora Osmond


Las secuelas son complicadas, difíciles en cine e imposibles en literatura. Pues ni corto ni perezoso John Banville lo hizo en La señora Osmond, traducción de Miguel Temprano García, secuela de Retrato de una dama de Henry James. No es su primera vez. Ya resucitó a Philip Marlowe, el detective creado por Raymond Chandler, en La rubia de ojos negros. En aquella ocasión la firmó con su alter ego Benjamin Black.

Los personajes de la obra de James reaparecen. Traiciones, mentiras y secretos salen a la luz. La inocente Isabel Archer toma la iniciativa, no sin dudas y temores. Dubitativa inicialmente - hasta la desesperación - va cogiendo carrerilla pero no sin tropiezos. Las decisiones que toma son producto de la casualidad más que de su determinación. Al final nos da un respiro, y a trancas y barrancas sale más o menos airosa. Con tanta vacilación Isabel Archer resulta un poco cargante.

“Tengo fortuna propia; no muy grande, pero aun así es una fortuna; y soy… - hizo una pausa y sus labios se curvaron en una sonrisilla irónica- supongo que la palabra es libre”. Es comprensible, las mujeres estaban educadas para otros fines. El sometimiento femenino recorre la novela. Al final la búsqueda de la libertad, la independencia y la venganza –tal cual- es el motor que mueve a Isabel, sin olvidar la autoflagelación por los errores que cometió.

Daremos un paseo por Inglaterra, París, Florencia y Roma. Nos moveremos en la encorsetada sociedad victoriana, cargada de hipócritas formalidades. Tendremos, por suerte, el contrapeso de la aparición de las sufragistas, del feminismo, el socialismo y la homosexualidad.

Suelo echar una ojeada a lo que escriben los “críticos oficiales”, la alabanza es la tónica. Cuando se publicó hubo una crítica que no dejaba bien parado a Banville, ahora la leí. Está escrita por el novelista norteamericano Jeffrey Eugenides y sí, le da caña.

“El ritmo de la novela no es precisamente ligero, y cuantos más pasajes farragosos añade para reforzar el espíritu y la forma jamesianos, más tediosa se vuelve la novela”. Dicho así es exagerado. Me parece normal, en este caso, que el lenguaje sea un poco alambicado, pero de ahí a que tenga pasajes farragosos y tediosos va un trecho.

Prosigue el párrafo: “Es fácil perdonar a James por mantener un ritmo lento como la época en la que vivió. En el caso de Banville, parece deliberado hasta la perversidad”. Suena muy mal. Más que una opinión, buena o mala, parece que hay algo más. No me parece una crítica realizada por alguien que conoce el oficio. Bueno, tal vez sí. Los navajazos entre escritores es algo bastante usual.

Jeffrey Eugenides continúa con otras lindezas: “Pero no hay forma de recrear a Henry James, recrearlo totalmente, sin poseer su propio cerebro, de manera que se tenga a cada instante sus pensamientos y sus reflexiones exactas”. Lo siento, esto es una verdadera gilipollez.

Banville no es James. Perogrullada.

Desconozco la intención de John Banville más allá de construir, narrar, otra obra con los mismos personajes, y alguno nuevo, ambientada en la misma época. Una continuación en sentido estricto me parecería una tontería, no creo que Banville lo pretendiese.

¿Se puede leer antes que Retrato de una dama? Sí. Tal vez sea mejor leer en primer lugar La señora Osmond y a continuación Retrato de una dama, así se evitan prejuicios. La obra de James a estas alturas soporta cualquier comparación.

Me gustó. John Banville-Benjamin Black tiene muchos registros como escritor y no me defrauda.

Pues nada, se la recomiendo y más tarde a por Retrato de una dama. En su biblioteca pública o librería preferida los podrán encontrar.

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