Dicen por ahí que la sensibilidad
es consustancial al ser humano. Cuentan también que los artistas tienen una
dosis más elevada de sensibilitas que
el resto de los mortales. Son ellos, los artistas, quienes con su agonía
creadora nos deleitan y engrandecen nuestra humanidad.
Pues será verdad.
Desde luego hay gente que tiene
la piel muy sensible, pero que muy sensible, demasiado. Y eso significa intransigencia. La
intransigencia conduce al enfrentamiento. El enfrentamiento a la pérdida de
sensibilidad. La insensibilidad a la deshumanización.
Hubo un tiempo en que se
comprendían, o cuando menos se soportaban, las salidas de tono de los demás con
mayor templanza. Sí, se lo aseguro, lo hubo. Hoy no hay templanza, ni sosiego
ni leche que le dieron. A la primera de cambio se salta a la yugular del
hipotético agresor. Un chiste, una canción, una fotografía, un lo que sea es
capaz de desatar la agresividad contenida. Eso sí, apelan a su derecho a la
libertad para intentar destruir a su “enemigo”. Ahí tienen a las redes sociales que se prestan a
todo tipo de cruzadas, son unas magníficas herramientas propagadoras de fobias, odios y
miserias.
Cualquier tiempo pasado nunca fue
mejor, hasta ahora.
Todo aquello que dividió a las
personas, y que parecía desterrado, resurge con nuevos bríos. Los nacionalismos,
las fronteras, las banderas, los dioses, las diferencias de opinión, de color o
de procedencia de nuevo vuelven a ser la escusa para el enfrentamiento. No es
algo que haya surgido por generación espontánea. La desmemoria y la falta de
reflexión son el caldo perfecto para qué los más retrógrados cocinen la
sociedad a su antojo.
No nos engañemos, vamos cuesta
abajo, de culo y sin frenos.
A flor de piel by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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