14 may 2020

Pijos en la calle

  Ya tengo una edad en la que los recuerdos se pierden en la lejanía. De chavalete, allá por Gijón, llamábamos pijos a la gente de dinero o a los que aparentaban tenerlo. Se reunían en la Plaza del Parchís y en la Plazuela de San Miguel, principalmente. Estaban cortados por el mismo patrón. Pelo engominado ellos, náuticos, jersey de pico en los hombros, polos del cocodrilo, Levis. Ya se hacen a la idea. Ellas con vestiditos, en su defecto también Levis, sandalias muy fashion, mucho rubito de bote, media melenita… Tanto ellas como ellos con un hablar muy fisno. No les faltaban litros de colonia cara. A los que no éramos de su clase ni nos miraban.

  Eran gente de orden. Ese tipo de gente que no te encontrabas en una manifestación. Es más, las repudiaban. Aquellas algaradas callejeras, tal cosa eran para ellos, suponían la ruptura de un orden en el que se encontraban muy a gusto.

  Los años han pasado, los pijos siguen siéndolo y sus miradas sólo las reservan para los suyos. Todo sigue igual. ¿Todo? Pues va a ser que no.
  Los pijos se han echado a la calle. ¡Qué sí! ¡Qué los pijos le han cogido gustillo a las manifestaciones!

  Ver para creer.

  Están tan ofendiditos con el Gobierno de Sánchez que no les ha quedado otro remedio que echarse a la calle. Eso sí, para defenderse de la opresión del gobierno comunistabolivariano. Gentes del barrio de Salamanca en Madrid, o de otros barrios pijos de España, han cambiado los aplausos de las ocho por caceroladas. La mayoría debe ser la primera vez que cogen una en sus manos. Da gusto verlos cacerola en ristre y bandera a los hombros.

  Me han conmovido hasta lo más profundo de mí ser.

  Los pijos no necesitan permiso para manifestarse, las calles son suyas. El estado de alarma recorta sus derechos individuales, su protesta es legítima, no necesitan autorización alguna.
  Los pijos subvirtiendo el orden, ¡quién nos lo iba a decir! pero claro, no es el suyo. Cuando menos lo esperemos los veremos en las barricadas.

  En otro tiempo se hizo famoso el Cojo Manteca – miléniales acudir a san Google – hoy tenemos otro símbolo de las protestas callejeras en ese hombre que golpea una señal con un palo de golf.

  Los libros de historia hablarán de los pijos revolucionarios. Esto es el acabose. 


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Pijos en la calle by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

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