24 feb 2021

Artimañas para cargarse las democracias

 

 

La verdad es que esperaba que el ensayo Cómo mueren las democracias de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, traducido por Gemma Deza Guil, tuviese un carácter más general y analizasen las causas, cierto que variadas, de cómo se deterioran las democracias. En cierta medida lo hacen, pero fundamentalmente se centran en Estados Unidos.
  La primera edición es de 2018, cuando Donald Trump llevaba más de un año de presidente y ya denotaba formas autoritarias. Bueno, ya llegó con ellas a la Casa Blanca. Los indicios y las primeras medidas que tomó auguraban males diversos, la realidad fue mucho peor.
  Los autores establecen cuatro señales de advertencia conductuales que pueden ayudarnos a identificar a una persona totalitaria. Teniendo en cuenta esos patrones podemos evitar males mayores y cortar el paso a políticos autoritarios.
  Según Levitsky y Ziblatt las élites políticas tienen un papel determinante para contener a los populistas. Junto a esas élites los partidos políticos son una pieza clave: «Una prueba esencial para las democracias no es si afloran o no tales figuras, sino si la élite política y, sobre todo, los partidos políticos se esfuerzan por impedirles llegar al poder, manteniéndolos alejados de los puestos principales, negándose a aprobarlos o a alinearse con ellos y, en caso necesario, haciendo causa común con la oposición en apoyo a candidatos democráticos».
  Los autores, visto estos planteamientos, parece que no conceden ninguna relevancia al papel de los ciudadanos. Para ilustrar esas afirmaciones ponen el ejemplo de la Alemania nazi y la Italia fascista. Olvidan, desde luego intencionadamente, que la situación de los años veinte y treinta en Europa no es equiparable a nuestra realidad. Esa comparación necesitaría muchas matizaciones.
  Lo que no cabe duda es que los autoritarios y dictadores utilizan las instituciones democráticas, de manera más o menos sutil, manipulando la legalidad para destruir la democracia.
  Es cierto que en períodos de crisis económica, que llevan aparejados descontento social y desafecto político, surgen personajes vocingleros, carentes de escrúpulos, que se erigen en falsos faros sociales. El desaliento de los ciudadanos y el desconcierto político hace que esos oscuros personajes se instalen en el poder o en sus aledaños. Es un hecho contrastado por los historiadores y sobre el que insisten los autores de Cómo mueren las democracias, así dicen, por ejemplo: «Los autócratas en potencia suelen usar las crisis económicas, los desastres naturales y, sobre todo, las amenazas a la seguridad (sean guerras, insurgencias armadas o atentados terroristas) para justificar la adopción de medidas antidemocráticas».
  Hasta no hace mucho tiempo teníamos la idea, errónea, que las democracias se terminaban con el triunfo de golpes de Estado. En muchas ocasiones sí ha sido así. Los autores ponen varios ejemplos, entre ellos España y el golpe de Estado franquista. Las explicaciones que dan sobre ese golpe de Estado son simples y tendenciosas. Acuden a justificaciones trasnochadas que fueron utilizadas por los golpistas. Para muestra vean: «El malestar en el mundo rural y cientos de incendios premeditados de iglesias, conventos y otras instituciones católicas llevaron a los conservadores a sentirse asediados y presas de una furia conspiratoria». Quienes reduzcan el golpe franquista a este tipo de premisas desconocen la Historia y están justificando lo injustificable.
  Ponen también cómo ejemplos los golpes de Estado de Chile y Argentina. Los reducen a problemas internos de esos países y para nada mencionan la implicación directa de Estados Unidos.
  En fin, Cómo mueren las democracias creo que necesita puntualizaciones y explicaciones más detalladas e incluso menos parciales en ocasiones. De todas formas es interesente ya que expone características de la democracia estadounidense que no dejan de resultar muy curiosas para nosotros. Una democracia que permite cosas cómo esta: «Los presidentes que encuentran obstáculos para sacar adelante su programa pueden esquivar a la asamblea legislativa emitiendo órdenes ejecutivas, proclamaciones, directivas, acuerdos ejecutivos o memorandos presidenciales, los cuales adquieren el peso de ley sin necesitar la aprobación del Congreso. La Constitución no prohíbe tal actuación».
  La victoria de Donald Trump extrañó a muchos, aunque no debiera ya que se sustenta en una forma de entender la política en Estados Unidos que proviene de la Guerra de Secesión. Según nos cuentan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt «sólo en la década de 1930 existían en Estados Unidos hasta ochocientos grupos extremistas de derechas». No hay que remontarse tan atrás, «a partir de Ronald Reagan en 1980, el Partido Republicano asimiló a la derecha conservadora y adoptó posturas cada vez más cercanas a los evangélicos, como la oposición al aborto, el apoyo a la oración en las escuelas y, posteriormente, la oposición al matrimonio entre homosexuales».
  Trump puso al descubierto la fragilidad de una democracia que todos creíamos firme y segura. Su gobierno se convirtió en el gobierno menos democrático, con un presidente que amenazaba a sus adversarios con meterlos en la cárcel, atacaba a la prensa y finalmente negó la validez de las elecciones y alentó a sus huestes a dar un golpe de Estado. Lo que nos parecía solo posible en una «república bananera» sucedió en el que se considera el país más democrático del mundo.
  Los autores consideran que el principal causante del desvío democrático y del enfrentamiento es el Partido Republicano. Ahora «los dos partidos están divididos por temas de raza y religión, dos temas profundamente polarizadores que tienden a generar una mayor intolerancia y hostilidad que los temas políticos tradicionales, como los impuestos o el gasto público».
  En los últimos tiempos estamos viendo cómo la extrema derecha están ocupando parcelas de poder en España, no nos creamos que son diferentes a Trump y demás ralea. Ya hemos visto las consecuencias. La democracia la defendemos los ciudadanos con actitudes y formas democráticas.
  Este tipo de libros pueden ayudarnos a comprender la realidad. Esta es mi opinión, ustedes léanlo y se formarán la suya.


                                                     


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