Una habitación de hospital. Cinco
personajes. Enfermedad. Muerte y algo más. De eso trata Dicen los síntomas, novela de Bárbara Blasco, ganadora del XVI
Premio Tusquets de Novela 2020.
La protagonista, Virginia, acude
todos los días a visitar a su padre al hospital donde se encuentra en coma. La
novela se desarrolla entre esas cuatro paredes que huelen a enfermedad,
secreciones varias y a muerte. No es el escenario ideal, pero no por ello deja
de ser muy real.
Virginia no es Carmen Sotillo,
pero le da un buen repaso a ese padre que ya no le puede responder. El
resentimiento que alberga hacia él la obliga de manera enfermiza a visitarlo a
diario. Lo considera un padre egoísta, casi tiránico. Una imagen del pasado
puede ser la causa de la desafección paterna.
La madre y la hermana de Virginia
ponen el contrapunto a la protagonista. Una madre resignada, preocupada por el
qué dirán, y una hermana, Esther, que es el ojito derecho de los padres,
consentida y mandona. Aunque, tal vez, Virginia tenga una imagen distorsionada
de su madre: « ¿Tú crees en el amor? – le pregunto a bocajarro. Hace como que
no ha oído la pregunta, la cabeza borneada como si oyera un rumor lejano de una
tormenta. Se gira bruscamente. - Una vez me enamoré. - ¿De él? No responde. Hay
un puchero de años a punto de romperse. - ¿Y cómo se vive sin poder aferrarse
siquiera a la idea del amor? – Hay cosas más importantes, comer por ejemplo, la
estabilidad. Los hijos» (pág. 239).
Esther, por su parte, es esa hija
modélica, madre y esposa ejemplar.
Virginia va a su bola. Trabaja de
camarera por decisión propia, es filóloga y ansía ser madre. Ese empeño la
lleva a mantener relaciones sexuales con desconocidos sin ningún tipo de
protección. También está obsesionada con las enfermedades. No me queda claro si
es algo patológico, puro morbo o sencillamente es así. Sea como sea, tiene
bastante de enfermizo: «…me interesa la enfermedad, que no consigo olvidar el
sentido trágico de la existencia, el hecho de que mi cuerpo quiere acabar
conmigo y finalmente va a conseguirlo» (pág. 38).
Sí de esto hay quienes sacan la
conclusión de que se trata de una parábola de las crisis de toda una generación
pues bien, allá ellos.
Virginia es un personaje
complicado, de eso no cabe duda. Es, a su vez, la narradora en primera persona,
lo cual da fuerza a lo narrado y un carácter subjetivo.
Dicen los síntomas es una novela de la decepción, de la desilusión
personal y familiar. La constatación de que todo puede ir mal y de ahí, tal
vez, ese empeño por la enfermedad y por extensión la muerte. Y a pesar de todo,
hay espacio para el humor, ácido, pero al fin y al cabo humor.
He hablado de cinco personajes y
de momento solo he mencionado cuatro. Sí, el padre no dice nada pero está muy
presente, casi cómo Mario. Hay un quinto, del que apenas sabemos nada y, sin
embargo, adquiere un papel muy relevante en la vida de Virginia y que dará sus frutos.
No es un libro para dar saltos de
alegría, pero se agradece que en este mundo tan moñas una novela tenga como hilo
conductor la enfermedad y la muerte. Por cierto, hace referencia a varios
autores y libros que han tratado la enfermedad.
Los hipocondríacos pueden
abstenerse.
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