9 feb 2021

Vida, muerte y más en una habitación de hospital


 Una habitación de hospital. Cinco personajes. Enfermedad. Muerte y algo más. De eso trata Dicen los síntomas, novela de Bárbara Blasco, ganadora del XVI Premio Tusquets de Novela 2020.
  La protagonista, Virginia, acude todos los días a visitar a su padre al hospital donde se encuentra en coma. La novela se desarrolla entre esas cuatro paredes que huelen a enfermedad, secreciones varias y a muerte. No es el escenario ideal, pero no por ello deja de ser muy real.
  Virginia no es Carmen Sotillo, pero le da un buen repaso a ese padre que ya no le puede responder. El resentimiento que alberga hacia él la obliga de manera enfermiza a visitarlo a diario. Lo considera un padre egoísta, casi tiránico. Una imagen del pasado puede ser la causa de la desafección paterna.
  La madre y la hermana de Virginia ponen el contrapunto a la protagonista. Una madre resignada, preocupada por el qué dirán, y una hermana, Esther, que es el ojito derecho de los padres, consentida y mandona. Aunque, tal vez, Virginia tenga una imagen distorsionada de su madre: « ¿Tú crees en el amor? – le pregunto a bocajarro. Hace como que no ha oído la pregunta, la cabeza borneada como si oyera un rumor lejano de una tormenta. Se gira bruscamente. - Una vez me enamoré. - ¿De él? No responde. Hay un puchero de años a punto de romperse. - ¿Y cómo se vive sin poder aferrarse siquiera a la idea del amor? – Hay cosas más importantes, comer por ejemplo, la estabilidad. Los hijos» (pág. 239).
  Esther, por su parte, es esa hija modélica, madre y esposa ejemplar.
  Virginia va a su bola. Trabaja de camarera por decisión propia, es filóloga y ansía ser madre. Ese empeño la lleva a mantener relaciones sexuales con desconocidos sin ningún tipo de protección. También está obsesionada con las enfermedades. No me queda claro si es algo patológico, puro morbo o sencillamente es así. Sea como sea, tiene bastante de enfermizo: «…me interesa la enfermedad, que no consigo olvidar el sentido trágico de la existencia, el hecho de que mi cuerpo quiere acabar conmigo y finalmente va a conseguirlo» (pág. 38).
  Sí de esto hay quienes sacan la conclusión de que se trata de una parábola de las crisis de toda una generación pues bien, allá ellos.
  Virginia es un personaje complicado, de eso no cabe duda. Es, a su vez, la narradora en primera persona, lo cual da fuerza a lo narrado y un carácter subjetivo.
  Dicen los síntomas es una novela de la decepción, de la desilusión personal y familiar. La constatación de que todo puede ir mal y de ahí, tal vez, ese empeño por la enfermedad y por extensión la muerte. Y a pesar de todo, hay espacio para el humor, ácido, pero al fin y al cabo humor.
  He hablado de cinco personajes y de momento solo he mencionado cuatro. Sí, el padre no dice nada pero está muy presente, casi cómo Mario. Hay un quinto, del que apenas sabemos nada y, sin embargo, adquiere un papel muy relevante en la vida de Virginia y que dará sus frutos.
  No es un libro para dar saltos de alegría, pero se agradece que en este mundo tan moñas una novela tenga como hilo conductor la enfermedad y la muerte. Por cierto, hace referencia a varios autores y libros que han tratado la enfermedad.
  Los hipocondríacos pueden abstenerse.




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