La undécima entrega de la serie
policíaca que tiene como protagonista a Armand Gamache tiene, en principio,
poca verosimilitud. La naturaleza de la
bestia de Louise Penny, traducida por Patricia Antón de Vez, resulta poco creíble
dada la trayectoria de la autora canadiense. Pues es un error, y gordo. Los
prejuicios conducen al equívoco y en este caso es fácilmente subsanable, sólo
hay que buscar un poco por internet. Eso hice. Me estoy adelantando.
El antiguo jefe de homicidios de
la Sûreté du Québec, Armand Gamache, se ha retirado a Three Pines junto a su
mujer, Reine-Marie. El pueblo, casi perdido, es tranquilo y sus habitantes
mantienen, en general, una buena relación. La paz se rompe cuando un niño
desaparece y posteriormente lo encuentran muerto. El asesinato del niño
moviliza a los antiguos subordinados de Gamache, pero la investigación se
complica cuando encuentran un cañón de enormes dimensiones. Habrá otro crimen
más y la presencia en Three Pines de agentes del servicio de espionaje y un
científico crearán más confusión.
La presencia de ese cañón
descomunal en la novela hace tambalear la narración. Cuando Louise Penny asocia
ese cañón con Irak y Saddam me viene a la memoria lo leído hace años en la
prensa. Recurro a internet y ahí está, lo que cuenta la autora está basado en
hechos reales.
Gerald Bull (1928-1990) al que se
menciona como el creador de ese supercañón era un ingeniero canadiense que
desarrolló artillería de largo alcance. También es real que Bull ideó el
proyecto Babilonia para el gobierno de Irak, como se dice en la novela. Ese
proyecto tenía por objeto construir supercañones para Saddam Husseim. Los llegó
a fabricar y varias partes de esas armas fueron retenidas en varios países de
Europa. En 1991, tras la Guerra del Golfo, fueron destruidos en Irak los componentes
que quedaban. Como se cuenta en La
naturaleza de la bestia hubo un cañón denominado «Big Babylon» y otro, de
mucho mayor tamaño, llamado «Big Babylon».
Indagando un poco más me topé con
la vinculación de una empresa vasca con Bull. El diario El País publicó un artículo, el 27 de mayo de 1990, titulado El contacto español de Gerald Bull, «padre»
del supercañón iraquí, oculta su actividad en Álava. Ese contacto era un
ingeniero, experto en armamento, llamado Miguel Galdós, al que se asociaba a la
empresa Martec, ubicada en Murgía, Álava. Con posterioridad Galdós creó otra
empresa, denominada Trebelán, que realizó diversos proyectos para el Gobierno
iraquí. Esa empresa vasca mantuvo relaciones comerciales, en 1989, con la firma
Space Research Corporation creada por Gerald Bull.
A la empresa Trebelán y sus
conexiones con Iraq le dedica El País
varios artículos en 1990.
El gobierno británico había
alertado al español sobre la posible fabricación de componentes para ese
supercañón iraquí en España. Hubo otras empresas de varios países europeos que
participaron en su fabricación.
Por si esto no fuera bastante, es
cierto que Gerald Bull fue asesinado en Bruselas y se supone que fue ejecutado
por el Mossad. Penny no necesitó echar mano de su imaginación, la vida del
ingeniero canadiense da para más de una novela.
Cuando llego al final del libro
veo que la autora escribió una nota en la que explica que Gerald Bull existió.
Vaya, para una vez que no leo la nota al principio… Bueno, me sirvió para
indagar un poco y fue divertido.
Otro hecho real que se menciona
es la matanza de My Lai, en la región de Son My, en Vietnam. El 16 de marzo de
1968 tropas estadounidenses violaron a mujeres y niñas, y acabaron matando a
los habitantes de la zona. La cifra de asesinados oscila entre los 350 y los
500, aunque no se sabe a ciencia cierta.
En La naturaleza de la bestia podemos comprobar como la realidad
contribuye a la creación literaria e incluso se ve sobrepasada hasta hacerla
casi irreal a los ojos de un lector poco curioso.
Visto lo visto, la historia de
Gerald Bull da para más novelas policíacas, de espías e incluso para estudios
sesudos. No se queda atrás la figura de Miguel Galdós. Lo poco que he visto me
lleva a pensar que en su vida hay muchos secretos.
La naturaleza de la bestia me dio para mucho y además me entretuvo.
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