Las crisis financieras no son algo nuevo aunque lo parezca. Desde luego
pueden surgir en cualquier país del mundo de economía de mercado, pero en
Estados Unidos son periódicas y se extienden al resto del planeta con mayor o menor
intensidad.
Estados Unidos es el paradigma capitalista al
que imitan el resto de las democracias liberales. La especulación financiera
forma parte de su esencia. En el siglo XIX hubo, en USA, unas cuantas crisis
bancarias producto de movimientos especulativos. En esos años la ausencia de
controles provocaba todo tipo de desmanes financieros motivados, como siempre,
por la avaricia.
Recordamos la crisis de 1929, pero hubo otras
muy importantes. Así, en 1907, una crisis provocó la caída de la bolsa de New
York en un 50%. En aquellos momentos no existía un banco central que pusiera
coto a todos los desmanes financieros. Esa crisis de 1907 hizo posible la
creación del Sistema de Reserva Federal en 1913.
Y llegaron los felices 20 que acabaron con la
descomunal crisis de 1929. Entre el jueves 24 y el martes -Martes Negro- 29 de
octubre el mercado financiero de Wall Street se desplomó arrastrando a la
economía estadounidense que afectó, como no, a todo el mundo. Los
estadounidenses compraron acciones de forma alocada, había bonos que ofrecían
hasta un 4,25% de interés. La burbuja creció y creció. Se compraban acciones
pidiendo préstamos. Había tanta demanda que los precios por acción se
disparaban sin ningún sustento sólido, solo había humo, especulación pura y
dura. En septiembre del 29 los precios bajaron un poco, nadie prestó atención y
llegaron esos seis días de noviembre y el precio de las acciones se desplomaron
y con ella la economía del país. Con la llegada a la presidencia de Franklin D.
Roosevelt y la puesta en marcha del programa New Deal el gobierno inyectó
cantidades ingentes de dólares en la economía lo que hizo posible la
recuperación. Los economistas más liberales han criticado el New Deal, pero
claro, lo hacen a toro pasado y cuando el gobierno sacó las castañas del fuego
a los especuladores.
Tras la II Guerra Mundial, como no podía ser
de otra manera, hubo otra recesión a escala mundial.
Dando un salto nos plantamos en 1973 y ahí
nos encontramos con la Crisis del petróleo. En esta ocasión los
promotores fueron los países árabes agrupados en la Organización de Países
Árabes Exportadores de Petróleo que decidieron no exportar más petróleo a los
países que habían apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kipur que enfrentó
a Israel con Siria y Egipto. Esta medida supuso un incremento del precio del
petróleo que afectó a la economía mundial.
Avanzando en el tiempo nos damos de bruces
con la crisis de octubre de 1987, cuando el índice Dow Jones perdió casi un 23
% de su valor. En un solo día «desaparecieron» 500 mil millones de dólares y
los mercados mundiales se tambalearon. ¿Cómo es posible que «desaparezca» esa
cantidad de dinero? Ah, misterios del sistema. Una vez más los que dicen saber
de esto de la economía dicen que tras esa crisis se encontraba la
sobrevaloración de activos financieros. Vamos, que es lo de siempre. Unos
cuantos deciden inflar artificialmente unas acciones y cuando se han forrado
las dejan caer y cuando están tiradas de precio la compran como saldos. Negocio
redondo. Es tan simple como eso. Da igual que lo líen con cifras, curvas de no
sé qué y palabrería barata, todo se reduce a esos chanchullos.
Otros añitos más y nos topamos con la burbuja
tecnológica que revienta en 2001. Fue, como no, el estallido de una burbuja
especulativa del NASDAQ ((National Association of
Securities Dealers Automated Quotation)
Una vez más las acciones de estas empresas se
pusieron por las nubes y hasta el más tonto compró acciones. Nuevamente cuando
estaban en unos niveles elevadísimos llegó la caída. En España tenemos el
ejemplo del alza y caída de Terra que llegó a revalorizarse en tres
meses el 500%. A la mayoría les parecía normal y quisieron aprovechar la
ocasión. ¡Cuántos ingenuos cayeron en la trampa! Bueno, como siempre.
Por cierto, esto me recuerda a la estafa de
Fórum Filatélico y Afinsa que prometían unas rentabilidades exageradas siendo
el producto en el que invertían sellos. ¡Sellos! Cientos de personas se
creyeron esa patraña.
La guerra de Irak, en 2003, supuso para el
gobierno estadounidense un desembolso archimillonario que provocó una recesión
en USA, y esas crisis siempre tienen repercusión mundial. Por cierto, esto me
trae a la memoria al infausto Aznar y cómo nos metió en esa guerra.
Desde luego hubo más crisis, pero las
dejaremos de lado hasta llegar a la crisis del 2007-2008 que tiene una vez más
como protagonista a EEUU. Esta surgió por el colapso del sector inmobiliario,
mejor dicho, por los movimientos especulativos realizados por entidades
financieras estadounidenses en ese sector que, muy cucos ellos, transfirieron
todas las hipotecas subprime (hipotecas basura) que pudieron al resto de los
bancos del mundo. Los títulos de deuda fueron vendidos por todo el mundo, se
convirtieron en un gran negocio financiero. Los bancos centrales tuvieron que
inyectar miles de millones de dólares para rescatar a los bancos.
España no se libró de esta crisis, ¡vaya que
no! La influencia de la crisis no fue muy relevante, pero las oportunidades las
pintan calvas. La situación de la banca española no era la mejor, especialmente
la de las cajas de ahorros que estaban gestionadas, en su mayoría, por
políticos sin los conocimientos necesarios y que además estaban a las órdenes
de sus partidos. Desde esas cajas de ahorros se financiaron todo tipo de
iniciativas políticas y taparon pufos políticos.
A lo que iba. Se aprovechó la ocasión para
sacar a la luz las debilidades del sistema bancario español y fue tal el
desastre que emanó que el gobierno de M. Rajoy llegó al rescate el sábado 9 de
junio de 2012. Inyectaron 58000 millones de euros, eso dicen, aunque hay quien
afirma que fueron unos 100000. Bueno, al final es igual, lo pagamos nosotros.
De esa cantidad el Estado ha recuperado unos 6000 millones, no se confía en que
se recuperen más.
Los
bancos privados alegan que ese dinero fue mayoritariamente para las cajas, lo
cual es cierto, pero no dicen que con posterioridad al rescate adquirieron los
restos de esas cajas a precio de saldo, en varias ocasiones por un euro. Eso
sí, los bancos adquirientes hablan de inyecciones de fondos para sanear las
entidades. Oigan, eso ya se hizo con nuestro dinero. Con esas operaciones los
bancos se hicieron con un patrimonio inmobiliario muy importante, seguramente
valorado en miles de millones y además se quitaron a la competencia de encima,
a la par que les llegó, sin esfuerzo alguno, miles y miles de clientes. Los
grandes bancos españoles fueron los beneficiados de esta crisis que presumo que
en parte fue inducida para mayor gloria del Santander, CaixaBank, Sabadell,
Bankinter o Unicaja.
Un
recuerdo especial para Bankia. El rescate de Bankia supuso a las arcas del
Estado más de 22000 millones de euros. También nos dijeron, el ministro Luis de
Guindos, siendo presidente M. Rajoy, que el rescate lo pagarían los bancos.
Pues bien, de Bankia sólo se han recuperado 3300 millones. Al frente de ese
banco estuvo el amigo de Aznar Miguel Blesa, con posterioridad el súper
ministro aznariano Rodrigo Rato, que ya sabemos como acabó, en la cárcel. Es
curiosa esa coincidencia en que los ministros y muchos amigos de Aznar acaben
en la cárcel por ladrones. Por cierto, el señor de Guindos trabajaba para
Lehman Brothers, ¿recuerdan el papel de esta empresa de servicios financieros
en la crisis del 2007?
No habíamos salido de esa brutal crisis, que
afectó a los más indefensos de la sociedad española, en la que el gobierno popular de M. Rajoy no
puso ningún parche que la paliase y como éramos pocos llegó Silicon Valley
Bank. Sí otra vez un banco estadounidense. Su situación asustó a todo el mundo
financiero. Este banco es el número dieciséis por tamaño de USA. Su anuncio de
que necesitaba recaudar 2250 millones de dólares para cubrir pérdidas asustó
hasta al gobierno. Silicon Valley Bank tenía entre sus clientes, principalmente,
a las empresas tecnológicas. La caída del valor de las acciones de las
tecnológicas, siempre infladas especulativamente, junto a la subida de los
intereses desestabilizaron al banco. El Silicon Valley Bank compró enormes
cantidades de bonos de renta fija que al subir los tipos de interés el precio
de los bonos disminuyó, así sus inversiones perdieron valor. Esa situación
provocó que muchos clientes decidieran retirar sus depósitos, pero el banco no
tenía suficiente liquidez para hacer frente a esas retiradas de dinero ya que
estaba invertido en bonos del Estado. El susto se trasladó al resto de los
bancos, no solo los estadounidenses. Para que no cundiera la alarma la Reserva
Federal y el gobierno llegaron al rescate.
Nuevamente, aprovechando la coyuntura, salta
la chapuza de otro banco, el Credit Suisse. ¿Causas? Pérdidas multimillonarias,
cambios de ejecutiva y todo este se reduce a una pésima gestión. ¿Qué pasó?
Pues nada, el Banco Nacional de Suiza inyectó 100000 millones de dólares y
garantías de 9000 millones por pérdidas de crédito.
El resto de los bancos entraron en pánico y
sufrieron cuantiosas pérdidas en bolsa. Tal vez se asustaron pensando que los
iban a investigar a ellos.
El sistema de libre mercado sufre ciclos
económicos que son descritos como movimientos de producción capitalista que
tienen cuatros fases: crisis, depresión, reanimación y auge. En la práctica los
ciudadanos sufrimos estas fases, que siempre las acabamos pagando.
Esos ciclos económicos son periódicos. Hay
una división clásica de las crisis que afectan al sistema capitalista. En esa
división hay un ciclo corto denominado Kitchin que tiene una duración de
cuarenta y dos meses de promedio. En ese tiempo se recorre todo el ciclo
mencionado más arriba.
Joseph Kitchin (1861-1932) fue un estadístico
británico, también empresario, que encontró pruebas de la existencia de este
ciclo económico corto, de ahí la denominación del ciclo con su nombre.
Hay otros ciclos denominados Juglar o medios
con una duración media de ocho años y medio de duración. En ese tiempo se
producen crisis cíclicas y auges.
Joseph Clément Juglar (1819-1905) fue un
economista y médico francés para el que las crisis económicas no son sucesos
casuales sino cíclicas en las actividades comerciales, financieras e
industriales. Según Juglar a los períodos de prosperidad les seguían unos de
crisis, por ello se le considera el descubridor de los ciclos económicos y a
ello se debe su denominación.
Como no hay dos sin tres, hay un tercer ciclo
largo llamado Kondrátiev. Tiene una duración de cincuenta años. En este ciclo
se puede producir un crecimiento económico, que puede estar inducido por
revoluciones tecnológicas que abaratan costes de producción e incrementan la
productividad. Pero donde hay luz también hay sombras. No siempre es así,
pueden ser momentos en los que se produzcan crisis y recesiones.
Nikolái Dmítrievich Kondrátiev (1892-1938)
fue un economista ruso que describió los ciclos económicos de larga duración,
entre cuarenta y ocho y sesenta años. La existencia de estos ciclos largos eran
consecuencia para Kondrátiev de grandes inversiones que requieren bienes de
capital que pueden ser usados por mucho tiempo.
Este breve resumen sirve para afirmar que las
crisis no son algo nuevo y que están muy estudiadas.
Las crisis que hemos sufrido son unas más del
sistema capitalista. Crisis y capitalismo son inseparables. La globalización ha
supuesto que las crisis se propaguen más rápido y sean más intensas. No hace
falta ser economista para ver que la falta de controles por parte de los bancos
centrales hacen posible esos desmanes. No hay una mano negra que mueva los
mercados, los manipulan personas con nombres y apellidos integrados en enormes
conglomerados financieros y empresariales. Los gobiernos, todos los gobiernos,
de las democracias liberales no legislan, no establecen unas normas de
funcionamiento de obligado cumplimiento. Eso sí, los gobiernos de turno siempre
salen a su rescate e inyectan miles de millones para sacarles las castañas del
fuego, un fuego creado y alimentado por ellos.
A los ciudadanos de a pie estas crisis y
recesiones nos vienen dadas, nuestra única función es la de ser los «paganinis»
de los movimientos especulativos.
Las
cajas de ahorros han desaparecido en España. Eran unos bancos creados con
fondos públicos que ofrecían préstamos a pequeños empresarios y ciudadanos en
general. Cuando queríamos comprar una vivienda recurríamos a ellas para
conseguir un crédito, eran nuestra primera opción. Esas cajas y la banca en
general ofrecían tipos de interés a los depósitos, más o menos elevados en
función del capital que teníamos, eso se acabó. Hoy a los pequeños ahorradores
ningún banco da un sólo céntimo de interés, para obtener algún rendimiento a
esos ahorros nos proponen fondos de inversión con mayor o menor riesgo. A mayor
riesgo más rendimiento, pero también la posibilidad de perder todo o la mayoría
de nuestros fondos. Esa es la práctica habitual, especulación pura y dura en la
que muchos impositores caen. Cuando se dan el batacazo lloran y echan pestes
contra el gobierno al que acusan de su mala cabeza.
Oigan, ¿ya no se acuerdan como se llamaba a
eso de invertir en bolsa, por ejemplo? Jugar, sí jugar en la bolsa. Ese término
lo dice todo, se puede ganar o perder, por eso hoy no se utiliza. Ahora son
miles de ciudadanos los que se apuntan a ganar dinero sin conocer los riesgos.
El último ejemplo loco de inversiones es el de las criptomonedas. Miles,
millones de personas en el mundo se han apuntado esa «panacea» para sacarlos de
la pobreza y en su mayoría lo único que han conseguido es perder sus ahorros
por su osadía. Hay que ser ingenuo para meterse en esa historia, por decirlo de
forma suave. En fin.
O se modifica y se regula la actividad
bancaria, lo cual no significa intromisión sino reglas de juego claras,
transparentes, y sobre todo vigiladas por los bancos centrales o iremos
enlazando una y otra crisis.
Miren, como
decían nuestros padres nadie da los duros a cuatro pesetas. Los milenial
acudan a «san Google».
Recuerden, capitalismo y crisis son
inseparables, sí les dicen otra cosa les están engañando. Igual pasa con
aquellos que intentan colarnos eso del mercado libre, para nada es libre. El
sistema basa su eficacia, para una minoría, en la capacidad de engañar a la
mayoría.
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