22 mar 2023

Crisis va, crisis viene


  Las crisis financieras no son algo nuevo aunque lo parezca. Desde luego pueden surgir en cualquier país del mundo de economía de mercado, pero en Estados Unidos son periódicas y se extienden al resto del planeta con mayor o menor intensidad.
  Estados Unidos es el paradigma capitalista al que imitan el resto de las democracias liberales. La especulación financiera forma parte de su esencia. En el siglo XIX hubo, en USA, unas cuantas crisis bancarias producto de movimientos especulativos. En esos años la ausencia de controles provocaba todo tipo de desmanes financieros motivados, como siempre, por la avaricia.
  Recordamos la crisis de 1929, pero hubo otras muy importantes. Así, en 1907, una crisis provocó la caída de la bolsa de New York en un 50%. En aquellos momentos no existía un banco central que pusiera coto a todos los desmanes financieros. Esa crisis de 1907 hizo posible la creación del Sistema de Reserva Federal en 1913.
  Y llegaron los felices 20 que acabaron con la descomunal crisis de 1929. Entre el jueves 24 y el martes -Martes Negro- 29 de octubre el mercado financiero de Wall Street se desplomó arrastrando a la economía estadounidense que afectó, como no, a todo el mundo. Los estadounidenses compraron acciones de forma alocada, había bonos que ofrecían hasta un 4,25% de interés. La burbuja creció y creció. Se compraban acciones pidiendo préstamos. Había tanta demanda que los precios por acción se disparaban sin ningún sustento sólido, solo había humo, especulación pura y dura. En septiembre del 29 los precios bajaron un poco, nadie prestó atención y llegaron esos seis días de noviembre y el precio de las acciones se desplomaron y con ella la economía del país. Con la llegada a la presidencia de Franklin D. Roosevelt y la puesta en marcha del programa New Deal el gobierno inyectó cantidades ingentes de dólares en la economía lo que hizo posible la recuperación. Los economistas más liberales han criticado el New Deal, pero claro, lo hacen a toro pasado y cuando el gobierno sacó las castañas del fuego a los especuladores.
  Tras la II Guerra Mundial, como no podía ser de otra manera, hubo otra recesión a escala mundial.
  Dando un salto nos plantamos en 1973 y ahí nos encontramos con la Crisis del petróleo. En esta ocasión los promotores fueron los países árabes agrupados en la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo que decidieron no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kipur que enfrentó a Israel con Siria y Egipto. Esta medida supuso un incremento del precio del petróleo que afectó a la economía mundial.
  Avanzando en el tiempo nos damos de bruces con la crisis de octubre de 1987, cuando el índice Dow Jones perdió casi un 23 % de su valor. En un solo día «desaparecieron» 500 mil millones de dólares y los mercados mundiales se tambalearon. ¿Cómo es posible que «desaparezca» esa cantidad de dinero? Ah, misterios del sistema. Una vez más los que dicen saber de esto de la economía dicen que tras esa crisis se encontraba la sobrevaloración de activos financieros. Vamos, que es lo de siempre. Unos cuantos deciden inflar artificialmente unas acciones y cuando se han forrado las dejan caer y cuando están tiradas de precio la compran como saldos. Negocio redondo. Es tan simple como eso. Da igual que lo líen con cifras, curvas de no sé qué y palabrería barata, todo se reduce a esos chanchullos.
  Otros añitos más y nos topamos con la burbuja tecnológica que revienta en 2001. Fue, como no, el estallido de una burbuja especulativa del NASDAQ ((National Association of Securities Dealers Automated Quotation)
  Una vez más las acciones de estas empresas se pusieron por las nubes y hasta el más tonto compró acciones. Nuevamente cuando estaban en unos niveles elevadísimos llegó la caída. En España tenemos el ejemplo del alza y caída de Terra que llegó a revalorizarse en tres meses el 500%. A la mayoría les parecía normal y quisieron aprovechar la ocasión. ¡Cuántos ingenuos cayeron en la trampa! Bueno, como siempre.
  Por cierto, esto me recuerda a la estafa de Fórum Filatélico y Afinsa que prometían unas rentabilidades exageradas siendo el producto en el que invertían sellos. ¡Sellos! Cientos de personas se creyeron esa patraña.
  La guerra de Irak, en 2003, supuso para el gobierno estadounidense un desembolso archimillonario que provocó una recesión en USA, y esas crisis siempre tienen repercusión mundial. Por cierto, esto me trae a la memoria al infausto Aznar y cómo nos metió en esa guerra.
  Desde luego hubo más crisis, pero las dejaremos de lado hasta llegar a la crisis del 2007-2008 que tiene una vez más como protagonista a EEUU. Esta surgió por el colapso del sector inmobiliario, mejor dicho, por los movimientos especulativos realizados por entidades financieras estadounidenses en ese sector que, muy cucos ellos, transfirieron todas las hipotecas subprime (hipotecas basura) que pudieron al resto de los bancos del mundo. Los títulos de deuda fueron vendidos por todo el mundo, se convirtieron en un gran negocio financiero. Los bancos centrales tuvieron que inyectar miles de millones de dólares para rescatar a los bancos.
  España no se libró de esta crisis, ¡vaya que no! La influencia de la crisis no fue muy relevante, pero las oportunidades las pintan calvas. La situación de la banca española no era la mejor, especialmente la de las cajas de ahorros que estaban gestionadas, en su mayoría, por políticos sin los conocimientos necesarios y que además estaban a las órdenes de sus partidos. Desde esas cajas de ahorros se financiaron todo tipo de iniciativas políticas y taparon pufos políticos.
  A lo que iba. Se aprovechó la ocasión para sacar a la luz las debilidades del sistema bancario español y fue tal el desastre que emanó que el gobierno de M. Rajoy llegó al rescate el sábado 9 de junio de 2012. Inyectaron 58000 millones de euros, eso dicen, aunque hay quien afirma que fueron unos 100000. Bueno, al final es igual, lo pagamos nosotros. De esa cantidad el Estado ha recuperado unos 6000 millones, no se confía en que se recuperen más.
  Los bancos privados alegan que ese dinero fue mayoritariamente para las cajas, lo cual es cierto, pero no dicen que con posterioridad al rescate adquirieron los restos de esas cajas a precio de saldo, en varias ocasiones por un euro. Eso sí, los bancos adquirientes hablan de inyecciones de fondos para sanear las entidades. Oigan, eso ya se hizo con nuestro dinero. Con esas operaciones los bancos se hicieron con un patrimonio inmobiliario muy importante, seguramente valorado en miles de millones y además se quitaron a la competencia de encima, a la par que les llegó, sin esfuerzo alguno, miles y miles de clientes. Los grandes bancos españoles fueron los beneficiados de esta crisis que presumo que en parte fue inducida para mayor gloria del Santander, CaixaBank, Sabadell, Bankinter o Unicaja.
  Un recuerdo especial para Bankia. El rescate de Bankia supuso a las arcas del Estado más de 22000 millones de euros. También nos dijeron, el ministro Luis de Guindos, siendo presidente M. Rajoy, que el rescate lo pagarían los bancos. Pues bien, de Bankia sólo se han recuperado 3300 millones. Al frente de ese banco estuvo el amigo de Aznar Miguel Blesa, con posterioridad el súper ministro aznariano Rodrigo Rato, que ya sabemos como acabó, en la cárcel. Es curiosa esa coincidencia en que los ministros y muchos amigos de Aznar acaben en la cárcel por ladrones. Por cierto, el señor de Guindos trabajaba para Lehman Brothers, ¿recuerdan el papel de esta empresa de servicios financieros en la crisis del 2007?
  No habíamos salido de esa brutal crisis, que afectó a los más indefensos de la sociedad española,  en la que el gobierno popular de M. Rajoy no puso ningún parche que la paliase y como éramos pocos llegó Silicon Valley Bank. Sí otra vez un banco estadounidense. Su situación asustó a todo el mundo financiero. Este banco es el número dieciséis por tamaño de USA. Su anuncio de que necesitaba recaudar 2250 millones de dólares para cubrir pérdidas asustó hasta al gobierno. Silicon Valley Bank tenía entre sus clientes, principalmente, a las empresas tecnológicas. La caída del valor de las acciones de las tecnológicas, siempre infladas especulativamente, junto a la subida de los intereses desestabilizaron al banco. El Silicon Valley Bank compró enormes cantidades de bonos de renta fija que al subir los tipos de interés el precio de los bonos disminuyó, así sus inversiones perdieron valor. Esa situación provocó que muchos clientes decidieran retirar sus depósitos, pero el banco no tenía suficiente liquidez para hacer frente a esas retiradas de dinero ya que estaba invertido en bonos del Estado. El susto se trasladó al resto de los bancos, no solo los estadounidenses. Para que no cundiera la alarma la Reserva Federal y el gobierno llegaron al rescate.
  Nuevamente, aprovechando la coyuntura, salta la chapuza de otro banco, el Credit Suisse. ¿Causas? Pérdidas multimillonarias, cambios de ejecutiva y todo este se reduce a una pésima gestión. ¿Qué pasó? Pues nada, el Banco Nacional de Suiza inyectó 100000 millones de dólares y garantías de 9000 millones por pérdidas de crédito.
  El resto de los bancos entraron en pánico y sufrieron cuantiosas pérdidas en bolsa. Tal vez se asustaron pensando que los iban a investigar a ellos.
  El sistema de libre mercado sufre ciclos económicos que son descritos como movimientos de producción capitalista que tienen cuatros fases: crisis, depresión, reanimación y auge. En la práctica los ciudadanos sufrimos estas fases, que siempre las acabamos pagando.
  Esos ciclos económicos son periódicos. Hay una división clásica de las crisis que afectan al sistema capitalista. En esa división hay un ciclo corto denominado Kitchin que tiene una duración de cuarenta y dos meses de promedio. En ese tiempo se recorre todo el ciclo mencionado más arriba.
  Joseph Kitchin (1861-1932) fue un estadístico británico, también empresario, que encontró pruebas de la existencia de este ciclo económico corto, de ahí la denominación del ciclo con su nombre.
  Hay otros ciclos denominados Juglar o medios con una duración media de ocho años y medio de duración. En ese tiempo se producen crisis cíclicas y auges.
  Joseph Clément Juglar (1819-1905) fue un economista y médico francés para el que las crisis económicas no son sucesos casuales sino cíclicas en las actividades comerciales, financieras e industriales. Según Juglar a los períodos de prosperidad les seguían unos de crisis, por ello se le considera el descubridor de los ciclos económicos y a ello se debe su denominación.
  Como no hay dos sin tres, hay un tercer ciclo largo llamado Kondrátiev. Tiene una duración de cincuenta años. En este ciclo se puede producir un crecimiento económico, que puede estar inducido por revoluciones tecnológicas que abaratan costes de producción e incrementan la productividad. Pero donde hay luz también hay sombras. No siempre es así, pueden ser momentos en los que se produzcan crisis y recesiones.
  Nikolái Dmítrievich Kondrátiev (1892-1938) fue un economista ruso que describió los ciclos económicos de larga duración, entre cuarenta y ocho y sesenta años. La existencia de estos ciclos largos eran consecuencia para Kondrátiev de grandes inversiones que requieren bienes de capital que pueden ser usados por mucho tiempo.
  Este breve resumen sirve para afirmar que las crisis no son algo nuevo y que están muy estudiadas.
  Las crisis que hemos sufrido son unas más del sistema capitalista. Crisis y capitalismo son inseparables. La globalización ha supuesto que las crisis se propaguen más rápido y sean más intensas. No hace falta ser economista para ver que la falta de controles por parte de los bancos centrales hacen posible esos desmanes. No hay una mano negra que mueva los mercados, los manipulan personas con nombres y apellidos integrados en enormes conglomerados financieros y empresariales. Los gobiernos, todos los gobiernos, de las democracias liberales no legislan, no establecen unas normas de funcionamiento de obligado cumplimiento. Eso sí, los gobiernos de turno siempre salen a su rescate e inyectan miles de millones para sacarles las castañas del fuego, un fuego creado y alimentado por ellos.
  A los ciudadanos de a pie estas crisis y recesiones nos vienen dadas, nuestra única función es la de ser los «paganinis» de los movimientos especulativos.
  Las cajas de ahorros han desaparecido en España. Eran unos bancos creados con fondos públicos que ofrecían préstamos a pequeños empresarios y ciudadanos en general. Cuando queríamos comprar una vivienda recurríamos a ellas para conseguir un crédito, eran nuestra primera opción. Esas cajas y la banca en general ofrecían tipos de interés a los depósitos, más o menos elevados en función del capital que teníamos, eso se acabó. Hoy a los pequeños ahorradores ningún banco da un sólo céntimo de interés, para obtener algún rendimiento a esos ahorros nos proponen fondos de inversión con mayor o menor riesgo. A mayor riesgo más rendimiento, pero también la posibilidad de perder todo o la mayoría de nuestros fondos. Esa es la práctica habitual, especulación pura y dura en la que muchos impositores caen. Cuando se dan el batacazo lloran y echan pestes contra el gobierno al que acusan de su mala cabeza.
  Oigan, ¿ya no se acuerdan como se llamaba a eso de invertir en bolsa, por ejemplo? Jugar, sí jugar en la bolsa. Ese término lo dice todo, se puede ganar o perder, por eso hoy no se utiliza. Ahora son miles de ciudadanos los que se apuntan a ganar dinero sin conocer los riesgos. El último ejemplo loco de inversiones es el de las criptomonedas. Miles, millones de personas en el mundo se han apuntado esa «panacea» para sacarlos de la pobreza y en su mayoría lo único que han conseguido es perder sus ahorros por su osadía. Hay que ser ingenuo para meterse en esa historia, por decirlo de forma suave. En fin.
  O se modifica y se regula la actividad bancaria, lo cual no significa intromisión sino reglas de juego claras, transparentes, y sobre todo vigiladas por los bancos centrales o iremos enlazando una y otra crisis.
  Miren, como  decían nuestros padres nadie da los duros a cuatro pesetas. Los milenial acudan a  «san Google».
  Recuerden, capitalismo y crisis son inseparables, sí les dicen otra cosa les están engañando. Igual pasa con aquellos que intentan colarnos eso del mercado libre, para nada es libre. El sistema basa su eficacia, para una minoría, en la capacidad de engañar a la mayoría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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