Hace
varios meses que los medios de comunicación vienen dedicando páginas y horas de
su tiempo a la moción de censura presentada por Vox, cuyo candidato, como ya
sabemos, es el casi nonagenario Ramón Tamames. Su pasado comunista no ha tenido
relevancia para el partido de ultra derecha. Tampoco le habrían hecho ascos a
Felipe González, Alfonso Guerra o Joaquín Leguina. No deja de ser curiosa esa
tendencia a rebuscar candidato en caladeros comunistas y socialistas. Vox tiene
esa propensión desmesurada hacia lo viejo, y no me refiero a la edad, e incluso
lo rancio.
Todo
está listo y este 6 de abril, así lo decidió Meritxell Batet, pasará a la
historia de las mociones de censura de este país.
Son
las ocho treinta de la mañana, a las nueve dará comienzo el Pleno, y en el
Congreso ya se encuentran casi todos los diputados, así como un número
importante de senadores.
Nuestros
compañeros en el exterior nos comunican que han visto entrar en un hotel
cercano a Feijóo y Gamarra acompañados de varios diputados y asesores. Al
presidente Pedro Sánchez no se le espera hasta unos minutos antes del inicio de
la sesión.
Los
portavoces aprovechan esos minutos previos para dar sus últimas opiniones a los
informadores. Desde la distancia dan la sensación de que van a asistir a una
comedia, especialmente el portavoz de
ERC, Gabriel Rufián, que hace reír a carcajadas a los periodistas.
Son
las ocho cuarenta y cinco, entra en el Congreso el señor
Tamames escoltado por Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, tras
ellos todos los diputados de Vox.
Ramón
Tamames viste un elegante traje azul, camisa blanca y corbata roja. Una imagen
muy alejada de la «exótica» a la que nos tiene acostumbrados. Semblante serio,
pero sus ojos brillan con gran intensidad. Su séquito va sacando pecho y llevan
puesta la sonrisa de serie. Se dirigen al hemiciclo sin contestar a una sola
pregunta de los reporteros que les complican el avance. Cámaras y
fotoperiodistas pugnan por hacerse un hueco. Entran en la cámara y se hace el
silencio.
En
estos momentos llega el presidente Pedro Sánchez. Una nube de informadores le
rodea. Un buenos días, una sonrisa sarcástica, y eso es todo.
Suena
el timbre de aviso, aunque no es necesario, sus señorías ya ocupan sus asientos
desde hace un rato.
La
presidenta de la cámara da la bienvenida y se procede a dar lectura a los
preceptos legales. Toma la palabra la Santiago Abascal, encargado de defender
la moción, lo hará sin límite de tiempo. Lleva un cuarto de hora hablando con
ese tono duro, algunos dicen que soberbio, que le caracteriza y es una
repetición de lo que escuchamos en cada sesión de control. Ha esgrimido un
discurso muy etéreo sin concretar nada. Los suyos le han jaleado cada dos por
tres y de vez en cuando se ha escuchado un ¡Viva España! Abascal se acaba de
referir a Tamames como un español que quiere una gran España que viva en
libertad. A los más mayores una frase similar les retrotraerá al pasado.
Da fin a su intervención con todos los diputados de Vox puestos
en pie y aplaudiendo con frenesí.
Por
cierto, aunque el señor Alberto Núñez
Feijóo no está presente en la cámara, Santiago Abascal se ha referido a él en
varias ocasiones.
Tras
varios minutos de aplausos la presidenta de la cámara pide silencio. Ramón
Tamames se va acercando a la tribuna. Lo hace con paso lento pero firme. Las
miradas convergen en él. Ya desde el
atril observa la sala y al público. Toma un sorbo de agua y da comienzo
a su discurso.
Tamames
está desgranando, con tono pausado, los motivos por los que
se presenta como candidato al gobierno de España. Lo pueden ustedes escuchar.
Hay un respetuoso silencio, cosa infrecuente en los últimos tiempos. Las filas
de la ultraderecha se muestran satisfechas con lo que oyen, rompen en briosos
aplausos. Aprovecho para enumerar algo de lo dicho por Ramón Tamames. Se
refirió a la crisis y los efectos de la inflación en la población. Hizo
mención, con tono preocupado, al paro, especialmente el juvenil y femenino.
Tuvo también un recordatorio a la injusticia de los impuestos. No dejó de
reseñar la preocupación social por el estado en que se encuentra la sanidad o
la educación. La problemática de los alquileres de pisos y la falta de
viviendas sociales fueron otros de los aspectos mencionados por el candidato
Tamames. Y no se dejó en el tintero los continuos enfrentamientos entre los
socios del Gobierno.
Prosigue su alocución. Oigámosle: «Y para esos problemas hay que
actuar con una contundencia de la que usted, señor Presidente, carece. En
primer lugar, permítanme que se los cite y con posterioridad los desarrollaré.
Si logro el apoyo mayoritario de la cámara tomaré una serie de medidas que
considero prioritarias, siendo consciente de que necesitan tiempo para
consolidarse, que espero se me conceda».
La expectación se palpa. Toma un poco de agua y sonríe. Hay van
sus argumentos.
«En
primer lugar, el gobierno ejercerá un control riguroso de los precios, de forma
especial los referidos a la cesta de alimentos y carburantes».
Los
diputados de extrema derecha se miran unos a otros y remueven en sus escaños.
Parece que esa medida no estaba prevista. Continúa el señor Tamames.«Respecto a los impuestos serán progresivos y no se permitirán artificios
contables y exenciones fiscales que enriquezcan aún más a los más ricos.
Lucharenos activamente contra el fraude y la devolución de los defraudado será
efectiva. Hostigaremos, hasta su desparición, a los paraísos fiscales».
Murmullos
de desaprovación. Los diputados de Vox se miran unos a otros incrédulos.
«Desde
el Gobierno tomaré las medidas necesarias para que las empresas contraten a
jóvenes y mujeres de forma prioritaria. Exigiremos el cumplimiento escrupuloso
de la legislación vigente así como el salario mínimo. En caso de incumplimiento
habrá sanciones muy severas».
Los
murmullos ya no son tales, vociferan. Desde las filas de Vox se ha escuchado
«este tío se volvió loco». «¡Qué dices!
¡Estos comunistas no cambian!» Caras de estupor.
Ramón
Tamames toma carrerilla. Parece no escuchar la fenomenal bronca que se ha
montado.
«Revocaremos
todos los acuerdos con las clínicas y hospitales privados para destinar esos
fondos a los públicos en exclusiva. Se construirán los hospitales públicos
necesarios y se hará todo lo posible para que el personal sanitario que trabaja
fuera de nuestras fronteras regrese al país. Para ello incrementaremos los
salarios a unos niveles dignos con contratos indefinidos. En ese mismo
sentido revocaremos todos los conciertos
educativos con colegios privados o concertados, dedicando todos los esfuerzos a
la educación pública gratuita en todos los niveles».
En
estos momentos los gritos de traidor, viejo comunista chocho y todo una
retahíla de insultos salen de las filas de Vox. Abascal tiene la cara desencajada.
Las peticiones de la presidenta de silencio no se escuchan. Desde las filas de
Unidas Podemos, ERC, Bildu y resto de partidos de izquierda aplauden y dan
vítores a Tamames, que se mantiene imperturbable.
El
candidato eleva su voz todo lo que puede y malamente se le escucha decir que el
Estado construirá todas las viviendas públicas necesarias y hará todo lo
necesario para evitar la especulación urbanística.
El
ruido es ensordecedor. En los escaños del Gobierno el Presidente y sus
ministros literalmente se parten de risa. En los escaños populares no saben a
qué atenerse, aunque se ven muchas caras de disgusto.
Más
que gritos parecen aullidos, pataleos. La confusión es total. Traidor hijo de…
comunista de m… me cago en tu m… El espectáculo al que estamos asistiendo es
inaudito, increíble. La presidenta Batet es incapaz de controlar la situación.
Desde donde nos encontramos creemos entender que se suspende la sesión. Las
luces del hemiciclo se apagan y encienden. La bronca no cesa. Ahora extrema
derecha y resto de diputados, excepto populares, se enfrentan en una guerra de
insultos.
Desde
la tribuna Ramón Tamames mira sonriente el espectáculo. Varios ujieres se han
apostado en las escaleras de acceso a esa tribuna para proteger al candidato.
En los escaños algunos diputados de Vox
parecen dispuestos a irse hacia Tamames y son retenidos por diputados del PP.
El caos es total.
Según
está la situación los diputados pueden llegar a las manos.
Tamames
sigue imperturbable, con una leve
sonrisa, contemplando el dantesco espectáculo.
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