Las pensiones son tema de debate
desde que empezaron a dignificarse. Se llevan una parte importante del dinero
público, al igual que la sanidad o la enseñanza. El reparto en esos tres
apartados trae a mal traer a la derecha y derecha extrema. Todo lo que se
invierte ahí les parece mucho. Sus argumentos son siempre los mismos: exceso de
personal, mala gestión y despilfarro.
La última, de momento, que trae a
mal traer a esas gentes es la indexación de las pensiones al IPC (Índice de Precios
al Consumo). Dicho más claro, que las pensiones se revaloricen según la subida
de los precios. Pues esto que parece sensato cabrea y sirve para que los más
beligerantes entre los derechistas pongan el grito en el cielo y vuelvan a
repetir, por milésima vez, que el sistema de pensiones es insostenible y que va
a llevar al Estado a la quiebra.
El nuevo jefe de la derecha,
elegido por cuatro y nombrado por aclamación, Alberto Núñez Feijóo, ha dicho
que vincular las subidas de las pensiones al IPC es una barbaridad. Este buen
hombre no tiene problemas en subirse el salario de acuerdo con la subida de ese
mismo IPC. En fin.
Luego están esos economistas
televisivos que se ganan una buena pasta metiendo miedo y diciéndoles a los más
jóvenes que lo van a tener muy crudo para cobrar su pensión.
También se menea mucho la
cuestión de que las pensiones más elevadas no tienen que tener la misma subida
que las más bajas. Siguiendo ese criterio llegaría un momento en que las
pensiones más bajas se igualaran a las más elevadas. ¿Dónde quedaría la
equidad? Claro, lo mejor es que desaparezca las pensiones públicas.
Parece que las gentes que dicen
estas cosas quieren que volvamos a trabajar, como nuestros abuelos, hasta el
día de nuestra muerte. Me produce una enorme triste ver a trabajadores, a
personas de clase baja y media, tragar con todas esas mentiras. El reparto de
la riqueza es cada día más desigual. La pobreza se ha incrementado al igual que
las diferencias sociales. Así y todo hay quienes despellejan las ayudas sociales
a los más desfavorecidos y ponen en tela de juicio las pensiones. Pues nada,
tranquilos, ya llegarán a cobrarla y qué pena no poder recordarles sus
comentarios de hoy.
Hay también, faltaría más, gentes
con voz pública que dan varapalos disimulándolo. Este es el caso de una
politóloga y periodista llamada Estefanía Molina quien publicó en El País un artículo titulado Los
pensionistas ‘devorando’ a sus hijos.
El título ya es una declaración
de intenciones. La entradilla, cuando dice «los jóvenes no entienden que se
suban las pensiones más altas de jubilados con la casa pagada mientras a ellos
se les condena a la precariedad», es maniquea, un despropósito y una ofensa a
los mayores con vivienda en propiedad. En muchas ocasiones, en la mayoría, se
han pagado con mucho esfuerzo a lo largo de veinte o treinta años. ¿Quieren los
jóvenes con veinte años ser propietarios de una vivienda? Ojalá, pero el mundo
no funciona así.
Estefanía Molina afirma que en su
entorno, gente de 25 a 30 años, hay un cambio de mentalidad que poco tiene que
ver con las ideologías en esto de las pensiones. Lo puedo entender. Se han
tragado eso de que las ideologías o no existen o son perversas. Así les va a
quienes reniegan de ellas, no entienden las relaciones económicas y sociales por
las que se mueve el sistema capitalista en el que vivimos.
Molina, al igual que el PP, cree
que es un error indexar las pensiones al IPC. Estoy seguro que en su momento
aceptarán que sus pensiones pierdan poder adquisitivo.
Para que no se le vea tanto el
plumero Estefanía Molina introduce una particularidad: las pensiones más
elevadas. Siguiendo con sus argumentos establece una relación, irreal y
perversa, entre pensiones elevadas y la precariedad laboral que sufren los
jóvenes. A pesar de la opinión de Molina creo en la solidaridad
intergeneracional, en caso contrario estamos, estarán, abocados una sociedad
mucho más desigual donde la vida dependerá en exclusiva del poder económico de
los individuos.
Esta politóloga afirma que las
actuales pensiones son un 20% más elevadas que el salario más habitual en
España. La pensión media es de 1087,5
euros mensuales, la de viudedad de 776,8 euros mes y las no contributivas
421,40 euros mes. Vamos, para tirar voladores. La pensión más elevada en España
está en unos 2800 euros.
Lo dicho, establecer esa relación
entre salarios y pensiones es malévolo y mentiroso.
Se le podría contraargumentar
diciendo que si los salarios son tan bajos es por la escasa movilización social
para exigir mejoras. Se han demonizado las exigencias laborales, los sindicatos
y las huelgas. ¿Qué esperaban? ¿Se creían que los empresarios iban a regalarles
algo? ¿Se creían que los logros alcanzados no se podían revertir?
Establecer esa relación me parece
una simpleza.
Intenta, cómo sea, dividir y
crear incertidumbres. Repite eso de la solidaridad que hay que ejercerla con
los que más lo necesitan, en lo cual estoy de acuerdo, pero utilizado en este
caso de las pensiones como ella lo utiliza es una perversión. Llega al extremo
de aseverar que ser propietarios de una vivienda es un factor clave en las
desigualdades. Repite sus mantras. Es una manipuladora muy pobre de recursos.
Por si esto nos pareciera poco
recurre a que muchos pensionistas tienen bono de transporte independiente de
sus ingresos. Aún pudiéndole dar alguna razón resulta difícil por ser tan
trapacera.
Intenta remediar sus asertos
diciendo que no es que las abuelas quiten el pan pero remata con «lo cierto es
que el dinero que vaya a pensiones sí supone una renuncia a otras prioridades que
también son políticas». Y se queda tan tranquila.
Será politóloga pero tiene poco
rigor y consistencia.
Argumentos como estos conducen a
la insolidaridad, al fomento del individualismo, al sálvese el que pueda y al
incremento de la desigualdad. Una sociedad desarrollada debe pensar en el
conjunto de los ciudadanos y no enfrentarlos. ¿Qué las pensiones necesitan
replantearse? Hágase, pero no a costa de recortarlas o reducirlas a la nada.
Las pensiones fueron fruto del trabajo y sacrificio de muchas generaciones. Han
proporcionado una vejez digna a las personas y todo lo que vaya en su contra es
ir en contra de la justicia y equidad.
Las pensiones tienen que ser
públicas, fruto del esfuerzo colectivo, todo lo demás es joderlas y jodernos a
nosotros y a las generaciones venideras.
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