3 may 2023

La España sombría entre 1939-1945

 


  El golpe de Estado franquista de 1936 desencadenó la peor catástrofe que puede sufrir un país, una guerra civil. Del 36 al 39 la muerte recorrió España. Los militares golpistas, con Franco a la cabeza, prolongaron la guerra con un único objetivo, exterminar al mayor número posible de enemigos, eso eran los españoles que no pensaban como ellos. El fin de la guerra no supuso el cese de las muertes y el sufrimiento. Hasta bien entrada la década de los cuarenta los fusilamientos continuaron, al igual que la persecución y encarcelamiento de cualquier persona que el régimen recién instaurado considerase «peligroso». Realmente no cesaron en ningún momento aunque se redujeron en número. Los últimos fusilamientos se produjeron en España el 27 de septiembre de 1975, Franco murió en 20 de noviembre de ese año. El dictador murió matando.
  La España de posguerra fue terrible. Hambre, enfermedades, estraperlo, revanchas, traiciones, persecuciones, exaltación del líder hasta lo absurdo, curas que enseñaban la buena dirección política y espiritual a base de hostias, encarcelamientos, muerte…
  Como no podía ser de otra manera, tanto la Guerra Civil como la posguerra sirvió de tema para una gran cantidad de novelas. Una de las últimas es Castillos de fuego de Ignacio Martínez de Pisón.  La novela, de 697 páginas, está dividida en cinco capítulos, o libros como él los denomina, que abarcan fechas muy concretas. La acción transcurre entre 1939 y 1945. Tiene una base histórica. Así, Martínez de Pisón nos ofrece una parte de la bibliografía que utilizó y que da consistencia a lo narrado
  Es una obra con muchos personajes, por lo que se trata de eso que denominan novela coral. Esos personajes van hilando la historia. Cada uno de ellos con una vida que se asemejaba a la de otros muchos españoles. Así tenemos una joven taquillera que tras quedar embarazada tiene que recurrir a alejarse de su hijo y dedicarse a la prostitución. A un profesor universitario que es apartado de la enseñanza por envidias y se recluye en un monasterio para alejarse de un mundo que no comprende y que le ha sido tan hostil. También tenemos a un joven tullido, con un hermano encarcelado, que se acercó a los comunistas sin ser consciente de lo que hacia. Estos son algunos de esos personajes que nos irán mostrando la España de aquella etapa tan despiadada de nuestra historia que se escribía en negro, gris y sangre.
  La Guerra Civil trastocó trágicamente la vida de los españoles. En la posguerra el baño de sangre continuó y la represión sobre los «perdedores» alcanzó unas cuotas de crueldad insospechadas. La inmensa mayoría de la población luchaba por sobrevivir, y es literal, muchos, demasiados se quedaron por el camino. Unos se convirtieron en chivatos y cómplices del franquismo, otros sufrieron el destierro interior o el ostracismo, y hubo quienes tuvieron que soportar maltratos, cárcel, campos de concentración o batallones de trabajo. Mucho peor fue para aquellos que fueron fusilados por orden de tribunales corruptos sin pruebas de nada y solo por el mero hecho de ser republicanos, socialistas, comunistas o cenetistas.
  No es una novela que se centre en los desmanes del franquismo, recrea la vida en esa etapa de 1939 a 1945 donde cualquier atisbo de empatía, de humanidad, desapareció. El concepto tan cristiano de amor al prójimo  no se practicó, es más, durante la Guerra Civil y la posguerra los curas estuvieron muy activos denunciando a cualquier sospechoso de deslealtad al franquismo.
  La policía y la Guardia Civil se convirtieron en represores de cualquier manifestación contraria al régimen y así siguieron durante toda la dictadura. Recordemos a la temida Brigada Político-Social, creada formalmente en 1941 y desarticulada plenamente en 1986. Eso sí, la mayoría de sus integrantes continuaron sus carreras en la policía.
  De forma indirecta Castillos de fuego recoge también los problemas y desavenencias  en la Falange. En varias ocasiones el autor introduce personas reales con el fin de poner en contexto algunas situaciones en las que se ven inmersos los personajes de ficción.
  Frente a los «ganadores» Ignacio Martínez de Pisón nos muestra la vida, aspiraciones, frustraciones de un grupo de «perdedores» que aunque es mucho lo que les distancia les une la miseria reinante, tanto ética como de subsistencia.
  Entre los «perdedores» hay unos pocos hombres y mujeres que luchan por no perder la esperanza de una España sin Franco, los comunistas. Una parte de sus integrantes se adhieren al partido comunista sin tener unos mínimos conocimientos sobre la ideología que lo sustentaba. La disciplina era fundamental para seguir adelante y la aplicaban de forma contundente. Los críticos pagaban muy caro su disidencia, incluso con la vida.
  Grupos guerrilleros continuaron la lucha armada en zonas muy concretas y con unos efectivos muy escasos. Tras la derrota en la Guerra Civil adquirieron renovadas esperanzas de echar del poder a Franco cuando Alemania e Italia comenzaron a perder la guerra mundial que asolaba el mundo. Vana ilusión. Todo lo contrario, el comienzo de la Guerra Fría supondría el espaldarazo internacional a Franco, pero esa es otra historia.
  El Partido Comunista de España en aquellos años estaba totalmente supeditado, como todos, a las directrices de Rusia. Ni siquiera levantaron la voz por el pacto Ribbentrop-Mólotov, ministros de Asuntos Exteriores alemán y soviético firmado en 1939.
  Queda de manifiesto en Castillos de fuego las diferencias de análisis de la situación política en España entre los comunistas del interior y los del exilio. Aunque en realidad unos y otros no supieron ver la fortaleza del régimen dictatorial. Visto con la perspectiva de hoy da pena comprobar la ingenuidad de los análisis.
  Pisón no enmascara lo sucedido y recoge las purgas dentro del partido comunista, que tanto daño  les habían hecho ya durante la guerra.
  Los logros guerrilleros quedaron reducidos a mera anécdota desde el punto de vista de lograr el derrocamiento del franquismo. La operación más importante promovida por el Partido Comunista fue la de la Invasión del Valle de Arán, con la que pretendían provocar el levantamiento contra la dictadura. Ese movimiento se produjo en octubre de 1944. Terminó en un rotundo fracaso. El PCE decidió abandonar la vía guerrillera en 1948.
  La presencia de hechos históricos en Castillos de fuego es imprescindible para aproximarnos a la sociedad de esa etapa. Ignacio Martínez de Pisón es un cronista de la España franquista muy sólido sin caer en la demagogia. No escribe desde el rencor, lo hace con respeto, dando a sus personajes y a las circunstancias que les envuelve un tono mesurado, por trágicos y terribles que sean sus actos. Intenta comprender sin sectarismo. La lectura de sus novelas son una buena fuente para acercarse con posterioridad a la Historia sin apriorismos, sin rencillas y con respeto hacia unos momentos de la historia de España tan trágicos.
  Les recomiendo Castillos de fuego y en general todas sus obras.

 

 


 Comentario para Cadena Ser Occidente  3 mayo 2023


 

 

 

 

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