La economía española va de mal en peor. La
situación de las economías familiares no puede ser peor. Estamos a la cola de
los países de nuestro entorno en todo. Esto es lo que leemos y escuchamos
diariamente. Los medios de comunicación de la derecha y su extremo nos
bombardean con informaciones catastrofistas que calan en gran parte de la
ciudadanía. Esta situación es muy curiosa, resulta que a pesar de creerse esas
patrañas son pocos los que se consideran pobres o de clase baja.
No se crean que soy un negacionista de la
crisis o un pesebrero del gobierno, para nada. La realidad económica y social
no es buena para los de siempre, pero hay una diferencia, ahora los más
desfavorecidos reciben ayudas que nunca antes recibieron. Es irrefutable.
La maldita pandemia trastocó nuestras vidas a
todos los niveles y eso supuso un esfuerzo económico sin igual en España. Los
ERE y ayudas a todos los sectores económicos se llevaron ingentes cantidades de
dinero. Los hosteleros y hoteleros, pescadores, agricultores, ganaderos,
grandes empresas… obtuvieron ayudas, los hay que aún siguen pidiendo más. En la
crisis del 2007-8 el gobierno de Rajoy inyectó a los bancos, cajas de ahorros,
unos cien mil millones de euros. La desaparición de aquellas benefició a los
bancos que se hicieron con los clientes y el patrimonio que habían acumulado
las cajas de ahorro. La concentración bancaria fue una medida calculada y
premeditada.
Hubo quienes se creyeron aquello que dijeron
Rajoy y su ministro de economía, Luis de Guindos, que juraron y perjuraron que
el dinero sería devuelto a los españoles. Ya, ya.
El consumismo se apoderó de nosotros, ya
viene de largo. Empalmamos fechas «festivas» que nos llevan a consumir aún más.
Tras Reyes las rebajas, un poco más allá Carnaval, luego Semana Santa, más
adelante llega el verano y vamos peregrinando de fiesta en fiesta, nos
apuntamos con fervor cuasi religioso al viernes negro, vamos, eso del Black
Friday, y ya empalmamos con las navidades. ¿Que tienen todas en común? El
gasto desmesurado que realizamos. A esto se suman las vacaciones. Viajemos
mucho más y más lejos. Una parte no pequeña del personal pide créditos para las
merecidas vacaciones e incluso para ir de rebajas. Tal cual. No exagero y lo
saben. Los créditos al consumo han aumentado de forma notable y con ellos los
impagos. Lo han dicho las entidades bancarias, no es cosa mía.
Oigan, allá cada cual. Con su dinero pueden
hacer lo que les de la gana, faltaría más.
Critico nuestro consumismo, nuestra distorsión
de la realidad a la hora de gastar, en muchas ocasiones en cosas innecesarias.
Ese placer que alcanzamos con las compras es efímero e insaciable.
Las Navidades son el máximo exponente del
dispendio. Los ayuntamientos compiten para ver quien pone más bombillas en las
calles. Se les olvidó aquello del ahorro energético, nunca lo pusieron en
práctica. El personal nos gastamos un pastizal en amigos invisibles, papás noeles,
reyes, en turrones y chucherías varias, cada años aparecen nuevas tentaciones.
Ya hemos incorporado, por ejemplo, el panetone italiano a nuestras mesas y
acabaremos sustituyendo las uvas de Nochevieja por las lentejas. Decoramos con
profusión nuestras casas y mesas. Son muchos los que aprovechan estas fechas
para irse de vacaciones a lugares exóticos, estaciones de esquí o a visitar los
mercadillos navideños centroeuropeos.
No tenemos control. Consumir, consumir,
consumir. Nos quejaremos del precio del aceite, con razón, del pollo, de la
gasolina… siempre con razón, pero eso no nos lleva a controlar los gastos en
cosas prescindibles. Pero ¿quién soy yo para decir que es o no prescindible?
Nadie, no soy nadie.
Aunque muchos se autoengañen sigue habiendo
una clase trabajadora, mayoritaria, que llega a fin de mes con apuros. Siempre
ha sido así. La estructura económica y social no ha cambiado y las
desigualdades siguen incrementándose. En mi juventud la realidad económica
implicaba que nuestros padres no iban de vacaciones, la ropa se usaba hasta que
estaba gastada de tanto lavarla, la hipoteca del piso era sagrada y el escaso
ahorro iba destinado a su pago y así con todo.
La machacona exaltación del individualismo,
la negación de la existencia de las clases sociales y eso de que todos somos
iguales han convencido a gran parte de los ciudadanos. Lo que han conseguido es
mucha frustración, descontento, desengaño y cabreo.
Cuando te has creído esas patrañas y no
consigues satisfacer tus deseos acabas jodido y culpas a todo dios de tus
males. Me dirijo a los crédulos.
Nada ha cambiado. Los ricos y poderosos lo
son más que nunca. Hay una clase baja en la que cada día hay más trabajadores
con empleo sumidos en la pobreza, una clase media que es la que mantiene el
Estado con sus impuestos y una clase alta forradísima, que apenas paga
impuestos y que controla los resortes del poder.
Me joroba la falta de capacidad crítica de
nuestras sociedades que se dicen avanzadas y ricas, me disgusta ver como
trabajadores que ganan ochocientos o mil euros se creen que son clase media. Me
sorprende la apatía y el conformismo que rayan en la resignación.
Viendo lo que se ve, bares y restaurantes
hasta arriba, hoteles con el cien por cien de ocupación, aviones repletos,
destinos vacacionales desbordados,
tiendas con colas inmensas para pagar…
¿o van decime que no? ¿Dónde cojones está la crisis?
Las crisis son el sustento del sistema
económico. Con cada una de ella se hace «limpieza» y se «regenera» la economía.
Las empresas menos solventes desaparecen del mercado mientras las más robustas,
y grandes, se hacen con los despojos haciéndose así aún más grandes y
poderosas. Las crisis las pagamos la clase trabajadora, que somos todos los que
lo hacemos o hicimos por cuenta ajena, y la clase media.
Los datos de beneficios empresariales son más
elevados que nunca. No es extraño, el consumo privado es uno de los pilares del
crecimiento. Leo y escucho en medios de comunicación que las familias gastan
cada vez menos en alimentos, no lo negaré. La explicación me parece evidente,
las familias diversifican, fragmentan, sus gastos y los salarios dan para lo
que dan.
Que nadie se equivoque, los responsables, en
mayor medida, son los grandes empresarios, los gobiernos, el sistema económico
que tenemos y no modificamos, pero también las decisiones que cada uno de
nosotros tomamos a la hora de gastar.
La crisis, las crisis, se producen por un
sistema económico que se sustenta en el incremento de consumo y el descrédito
del control, que nada tiene que ver con la austeridad impuesta por los poderes
financieros. ¿Cómo que no? ?Austeridad para qué? Para reducir o no subir los
salarios y por lo tanto incrementar beneficios empresariales a costa de los
trabajadores.
Cada vez son más lo que hablan de
decrecimiento, eso no significa recortar salarios, implica reducir el consumo,
la producción global y lograr una sociedad más justa. Seguir creciendo ¿para
qué? Para consumir, consumir, consumir y así dar más beneficios que se reparten
injustamente.
¿Dónde cojones está la crisis? En el sistema
económico.
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