27 dic 2023

¿Dónde cojones está la crisis?

 

  La economía española va de mal en peor. La situación de las economías familiares no puede ser peor. Estamos a la cola de los países de nuestro entorno en todo. Esto es lo que leemos y escuchamos diariamente. Los medios de comunicación de la derecha y su extremo nos bombardean con informaciones catastrofistas que calan en gran parte de la ciudadanía. Esta situación es muy curiosa, resulta que a pesar de creerse esas patrañas son pocos los que se consideran pobres o de clase baja.

  No se crean que soy un negacionista de la crisis o un pesebrero del gobierno, para nada. La realidad económica y social no es buena para los de siempre, pero hay una diferencia, ahora los más desfavorecidos reciben ayudas que nunca antes recibieron. Es irrefutable.
  La maldita pandemia trastocó nuestras vidas a todos los niveles y eso supuso un esfuerzo económico sin igual en España. Los ERE y ayudas a todos los sectores económicos se llevaron ingentes cantidades de dinero. Los hosteleros y hoteleros, pescadores, agricultores, ganaderos, grandes empresas… obtuvieron ayudas, los hay que aún siguen pidiendo más. En la crisis del 2007-8 el gobierno de Rajoy inyectó a los bancos, cajas de ahorros, unos cien mil millones de euros. La desaparición de aquellas benefició a los bancos que se hicieron con los clientes y el patrimonio que habían acumulado las cajas de ahorro. La concentración bancaria fue una medida calculada y premeditada.
  Hubo quienes se creyeron aquello que dijeron Rajoy y su ministro de economía, Luis de Guindos, que juraron y perjuraron que el dinero sería devuelto a los españoles. Ya, ya.
  El consumismo se apoderó de nosotros, ya viene de largo. Empalmamos fechas «festivas» que nos llevan a consumir aún más. Tras Reyes las rebajas, un poco más allá Carnaval, luego Semana Santa, más adelante llega el verano y vamos peregrinando de fiesta en fiesta, nos apuntamos con fervor cuasi religioso al viernes negro, vamos, eso del Black Friday, y ya empalmamos con las navidades. ¿Que tienen todas en común? El gasto desmesurado que realizamos. A esto se suman las vacaciones. Viajemos mucho más y más lejos. Una parte no pequeña del personal pide créditos para las merecidas vacaciones e incluso para ir de rebajas. Tal cual. No exagero y lo saben. Los créditos al consumo han aumentado de forma notable y con ellos los impagos. Lo han dicho las entidades bancarias, no es cosa mía.
  Oigan, allá cada cual. Con su dinero pueden hacer lo que les de la gana, faltaría más.
  Critico nuestro consumismo, nuestra distorsión de la realidad a la hora de gastar, en muchas ocasiones en cosas innecesarias. Ese placer que alcanzamos con las compras es efímero e insaciable.
  Las Navidades son el máximo exponente del dispendio. Los ayuntamientos compiten para ver quien pone más bombillas en las calles. Se les olvidó aquello del ahorro energético, nunca lo pusieron en práctica. El personal nos gastamos un pastizal en amigos invisibles, papás noeles, reyes, en turrones y chucherías varias, cada años aparecen nuevas tentaciones. Ya hemos incorporado, por ejemplo, el panetone italiano a nuestras mesas y acabaremos sustituyendo las uvas de Nochevieja por las lentejas. Decoramos con profusión nuestras casas y mesas. Son muchos los que aprovechan estas fechas para irse de vacaciones a lugares exóticos, estaciones de esquí o a visitar los mercadillos navideños centroeuropeos.
  No tenemos control. Consumir, consumir, consumir. Nos quejaremos del precio del aceite, con razón, del pollo, de la gasolina… siempre con razón, pero eso no nos lleva a controlar los gastos en cosas prescindibles. Pero ¿quién soy yo para decir que es o no prescindible? Nadie, no soy nadie.
  Aunque muchos se autoengañen sigue habiendo una clase trabajadora, mayoritaria, que llega a fin de mes con apuros. Siempre ha sido así. La estructura económica y social no ha cambiado y las desigualdades siguen incrementándose. En mi juventud la realidad económica implicaba que nuestros padres no iban de vacaciones, la ropa se usaba hasta que estaba gastada de tanto lavarla, la hipoteca del piso era sagrada y el escaso ahorro iba destinado a su pago y así con todo.
  La machacona exaltación del individualismo, la negación de la existencia de las clases sociales y eso de que todos somos iguales han convencido a gran parte de los ciudadanos. Lo que han conseguido es mucha frustración, descontento, desengaño y cabreo.
  Cuando te has creído esas patrañas y no consigues satisfacer tus deseos acabas jodido y culpas a todo dios de tus males. Me dirijo a los crédulos.
  Nada ha cambiado. Los ricos y poderosos lo son más que nunca. Hay una clase baja en la que cada día hay más trabajadores con empleo sumidos en la pobreza, una clase media que es la que mantiene el Estado con sus impuestos y una clase alta forradísima, que apenas paga impuestos y que controla los resortes del poder.
  Me joroba la falta de capacidad crítica de nuestras sociedades que se dicen avanzadas y ricas, me disgusta ver como trabajadores que ganan ochocientos o mil euros se creen que son clase media. Me sorprende la apatía y el conformismo que rayan en la resignación.
  Viendo lo que se ve, bares y restaurantes hasta arriba, hoteles con el cien por cien de ocupación, aviones repletos, destinos vacacionales  desbordados, tiendas con colas inmensas para pagar…  ¿o van decime que no? ¿Dónde cojones está la crisis?
  Las crisis son el sustento del sistema económico. Con cada una de ella se hace «limpieza» y se «regenera» la economía. Las empresas menos solventes desaparecen del mercado mientras las más robustas, y grandes, se hacen con los despojos haciéndose así aún más grandes y poderosas. Las crisis las pagamos la clase trabajadora, que somos todos los que lo hacemos o hicimos por cuenta ajena, y la clase media.
  Los datos de beneficios empresariales son más elevados que nunca. No es extraño, el consumo privado es uno de los pilares del crecimiento. Leo y escucho en medios de comunicación que las familias gastan cada vez menos en alimentos, no lo negaré. La explicación me parece evidente, las familias diversifican, fragmentan, sus gastos y los salarios dan para lo que dan.
  Que nadie se equivoque, los responsables, en mayor medida, son los grandes empresarios, los gobiernos, el sistema económico que tenemos y no modificamos, pero también las decisiones que cada uno de nosotros tomamos a la hora de gastar.
  La crisis, las crisis, se producen por un sistema económico que se sustenta en el incremento de consumo y el descrédito del control, que nada tiene que ver con la austeridad impuesta por los poderes financieros. ¿Cómo que no? ?Austeridad para qué? Para reducir o no subir los salarios y por lo tanto incrementar beneficios empresariales a costa de los trabajadores.
  Cada vez son más lo que hablan de decrecimiento, eso no significa recortar salarios, implica reducir el consumo, la producción global y lograr una sociedad más justa. Seguir creciendo ¿para qué? Para consumir, consumir, consumir y así dar más beneficios que se reparten injustamente.
  ¿Dónde cojones está la crisis? En el sistema económico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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