Los resultados de las elecciones generales
del 23 de julio de 2023 dejaron un panorama político harto complicado para la
formación de un gobierno. Feijóo estuvo mareando la perdiz cuando estaba claro
que no iba a conseguir los apoyos necesarios. Llevar como compañero de viaje a
la ultraderecha fue un obstáculo insalvable, no fue menos relevante todos los
insultos que profirieron al resto de los partidos por su apoyo al PSOE de Pedro
Sánchez. Ni corto ni perezoso Alberto Núñez Feijóo tiró la toalla diciendo
aquella estupidez de que él no fue presidente porque no quiso.
Llegó Sánchez y empezó a hacer encaje de
bolillos. Los números estaban claros, Puigdemont y su partido, Junts per
Catalunya, iban a tener la sartén por el mango. Las perspectivas no eran buenas
y enseguida se confirmaron. Ellos pidieron y el PSOE les concedió todas sus
peticiones. La que más trascendencia tuvo, tiene, es la concesión de una
amnistía para todos los implicados en el «procés». Los socialistas hicieron de
tripas corazón y pactaron con Junts y Bildu, tan denostados hasta esos
momentos. Junts tenía además el lastre de Puigdemont, un prófugo de la
Justicia. Bildu es ETA, eso dice la derecha extrema y la extrema derecha.
Las justificaciones socialistas no han sido
aceptadas por una gran parte de los ciudadanos. Han basado su decisión en que
si no pactaban con los nacionalistas Vox, la ultraderecha, entraría en un
gobierno del Partido Popular.
Desde la firma de los acuerdos todo ha ido de
mal en peor. Las concesiones del gobierno se suceden una tras otra. Han llegado
al extremo que hasta los presidentes autonómicos socialistas pusieron el grito
en el cielo con el tema de la condonación de la deuda catalana, luego aplicada
a todas las autonomías, lo que ha significado un desequilibrio mucho mayor.
Las gentes de Junts no engañaron, desde el
primer momento dejaron muy claro que ellos solo tenían un interés, el de los
catalanes, lo cual solo tiene de verdad un poquito. Defienden lo suyo, lo
personal, y lo de unos determinados intereses empresariales vinculados
principalmente a Pujol y al tres por ciento.
PNV y Bildu son más discretos en sus
exigencias, guardan más las formas, por contra ERC y sobre todo Junts están
desbocados. Las elecciones autonómicas las tienen a la vuelta de la esquina y
cada partido marca su territorio. Les importa un pito lo que pensamos y decimos
los no nacionalistas. Tienen un plan trazado desde hace años y en estos meses
han conseguido muchos de los objetivos que tienen marcados.
Y como éramos pocos Podemos entra al juego de
desequilibrar. No perdonan ni a Yolanda Díaz ni a Pedro Sánchez que les
separase del poder. El dogmatismo del que hacen gala les va minando elección
tras elección, parecen abocados a ser un partido residual e incluso
desaparecer.
Con todo este cacao el Gobierno no aprende.
Sigue tirando de decretos ley sin pactarlos con los grupos que le apoyan y
están que trinan. A Sánchez se le llena la boca con negociar pero a la hora de
la verdad se le olvida. Lo sucedido con la aprobación de tres decretos ley por
los pelos, broncas incluidas, debería ser un aviso para el Gobierno, no creo
que les vuelvan a pasar otra.
El Gobierno tiene que satisfacer las demandas
de un montón de partidos, excepto PP, VOX y UPN. Un sin dios. ¿Merece la pena?
Visto lo visto, como ciudadano no nacionalista, como asturiano que vive en una
zona deprimida como es el suroccidente, creo que no. No es solo que las
desigualdades se van a incrementar aún más, es que además tenemos que aguantar
la chulería de algunos de esos nacionalistas.
Entiendo que la organización de un país no
puede ser monolítica y que las aspiraciones de todos los ciudadanos tienen que
ser contempladas, pero no a cualquier precio. Si eso supone desequilibrios,
desigualdades, insolidaridad inter autonómica nos va a ir muy mal.
Por mucho que se empeñe el Gobierno no está
negociando, está comprando votos y el precio que ponen por cada voto se dispara
más que el precio de los alimentos.
Al PSOE no le queda coherencia ni integridad
política. El poder es lo trascendente, como se llega y como se mantiene en él
no tiene importancia. Si pienso en Feijóo de presidente y Abascal de
vicepresidente tiemblo. Me dan miedo.
No sé lo que esta legislatura puede durar, lo
que tengo claro es que el cabreo ciudadano va a seguir creciendo y están
abonando la llegada de la extrema derecha.
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