Hay cuestiones sobre las que
creíamos haber llegado a un consenso social y ahora estamos comprobando que no
era así. Nuevamente se abre el debate sobre el aborto.
El tema no es baladí ya que en él
se concitan ideas, creencias y todo tipo de pasiones. Es muy difícil conciliar
los argumentos, tan dispares, que se utilizan para defender o atacar el derecho
de las mujeres a interrumpir el embarazo.
Desde 1985 el aborto está
despenalizado en España. Tres eran las circunstancias legalizadas: en caso de
violación, malformación grave y riesgo para la salud física o psíquica de la embarazada.
Para llegar hasta ahí, la ley
tuvo que pasar por el tamiz del Tribunal Constitucional. El recurso previo de
inconstitucionalidad fue interpuesto por José María Ruiz Gallardón, padre del
actual ministro de Justicia, junto con otros 54 Diputados. Coincidencias de la
vida.
El tribunal, integrado por doce
miembros, falló que el proyecto de ley era “disconforme con la Constitución”.
De los doce magistrados, cinco realizaron votos particulares.
Pasaron los años y el tema se
había quedado reducido al ámbito religioso. La Iglesia Católica siempre
manifestó su oposición. En ocasiones, grupos integristas católicos acosaban a
clínicas abortistas, pero no pasaba de ahí.
En el año 2010 se promulga la Ley
Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del
embarazo. Con esta ley, entre otras materias, se deja claro que la mujer podrá
tomar la decisión sobre la interrupción de su embarazo de forma libre y sin
intervención de terceros.
Se pasó de una ley de supuestos a
una de plazos. Ahora, Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, quiere
regresar a un sistema de supuestos, aunque por lo que se sabe tendrá un
carácter mucho más restrictivo. Y esto no es solo opinión mía, muchos
integrantes del Partido Popular así lo ven y por este motivo aún siguen dando
vueltas al borrador.
El ministro de Justicia considera
que la malformación del feto no deber ser causa para terminar con un embarazo.
Apela al convenio de la ONU sobre discapacidad de las personas para sustentar
su opinión. El señor ministro da la categoría de persona a unas células, a un
feto, y desde ese argumento elabora toda su justificación.
Esa “verdad”, entrecomillada,
tiene mucho de concepción religiosa.
Seamos claros, la visita del
presidente del gobierno, Mariano Rajoy, al papa Francisco y las declaraciones, ese
mismo día, del presidente de la Conferencia Episcopal, Rouco Varela, pidiendo
la reforma en profundidad de la legislación vigente, no es casualidad.
Una vez más, nos encontramos con
una idea religiosa y otra laica del Estado y las leyes que nos rigen. La
religiosidad individual está tomando cuerpo de ley en el BOE.
En los años 80, José María Ruiz
Gallardón alegaba, por ejemplo, que la despenalización del aborto era
inconstitucional por no tener en cuenta el consentimiento del padre. Argumento
que a todas luces a muchos pareció, y parece hoy, como paternalista y machista.
Mucho se podría decir y ya se
dijo. Desde la sociedad española este debate estaba cerrado. Una minoría lo
abrió y nos ha liado a todos los ciudadanos en esta disputa interminable.
Yo lo tengo claro. La ley del
aborto es un derecho que tienen las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.
Para ello tienen que tener todas las garantías médicas y legales a su alcance.
No voy a entrar en reproches a la
curia católica o los católicos en general, solo les pido que no mezclen sus
creencias personales con las leyes que atañen a la sociedad en su conjunto.
La legislación vigente es para
aquellas mujeres que desean acogerse a ella, nada más. Cualquier recorte en
este aspecto es un retroceso social y creo que además es machista.
Disfruten de la vida y
desterremos el dogmatismo de nuestra sociedad.
A vueltas con el aborto by M. Santiago Pérez Fernández is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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