La desmemoria histórica que
practican algunos nos está encaminando al olvido, a creer que los logros
sociales -conseguidos en los últimos 35 años- estuvieron siempre ahí. Y no es
así. La universalización de los servicios públicos es una conquista
democrática.
Se pasó de un Estado
autoritario-paternalista en el que los servicios existentes –escasos y
deficientes- eran una dación generosa del dictador y su camarilla o, en su
defecto, obra benéfica de una iglesia católica cómplice y tridentina a otro
donde se habla de derechos y deberes.
Dentro de los servicios públicos
básicos, todo lo relacionado con la salud ha ido adquiriendo mayor importancia
social a la par que ha supuesto un incremento notable de las prestaciones y por
lo tanto de las inversiones económicas.
El proceso de cobertura de las
contingencias relacionadas con la salud fue largo.
Precedentes como el Seguro de
Enfermedad (1942) o el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (1947) se
mostraron claramente insuficientes. La Ley de Bases de la Seguridad Social
(1963) o la Ley General de la Seguridad Social de 1966 seguían muy alejadas de
una cobertura real, estable y universal.
La gran reforma de la Seguridad
Social comenzó en 1978 gracias a los Pactos de La Moncloa y en la Constitución
se recoge (artículos 41 y 43) la obligación de los poderes públicos de organizar
y tutelar la salud.
La década de los años 80 del
siglo pasado fue la del afianzamiento del sistema público de la seguridad
social y de la salud.
No pretendo hacer una historia de
nuestro sistema público de salud ni mucho menos. Sirvan estas pinceladas de
recuerdo y de base a la realidad sanitaria comarcal. Y es en esta dinámica de
cuidado y protección integral de la salud en la que debemos enmarcar el
Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea.
El 27 de junio de 1986 se
inauguró el hospital del suroccidente asturiano. El acto fue presidido por el
ministro Ernest Lluch y contó con la presencia de Severo Ochoa. Desde hace 27
años es el hospital de referencia de la salud comarcal a la vez que un gran
dinamizador de la economía de la zona.
Con este hospital por primera, y
casi podemos decir que única vez, los ciudadanos del suroccidente se sintieron
tratados con equidad, con justicia, como ciudadanos de pleno derecho. Transmite,
todavía hoy, confianza, seguridad y tranquilidad. Percepciones todas ellas que
contribuyen de forma notable a que la calidad de vida sea algo real.
Con el paso de los años, el
suroccidente ha ofrecido pocas alternativas a sus moradores y el despoblamiento
y envejecimiento de la población se ha convertido en un problema endémico.
La actual situación de crisis
contribuye a una mayor intranquilidad por el futuro, de la que no se libra el
Hospital Carmen y Severo Ochoa. Pero este miedo no es de ahora.
Cuando en 2009 tuvimos acceso, y
no por voluntad de los administradores sanitarios asturianos, a la Propuesta de
Plan Director de Inversiones del Área de Salud II de Asturias, el tristemente
famoso Plan Director, la alarma social fue más que justificada. El tiempo lo ha
demostrado.
El actual consejero de Sanidad,
Faustino Blanco, ha reconocido que no se va a tener en cuenta ese documento. Ha
sido Blanco quien ha cifrado el coste de ese “estudio” en 400.000 euros.
El periplo de aquel Plan Director
fue, cuando menos, curioso.
Se contrató a la empresa EC
Consultora y Gestión Sanitaria, dirigida por Javier Elola, gurú sanitario, para
su redacción. Tras las protestas, se modifica ese plan con personal del SESPA
y, en teoría, ahora se queda en un cajón. Eso sí, los 400.000 volaron. Aquellas
111 páginas no se merecían ese dinero.
Con posterioridad se compraron
unos terrenos que aún no se sabe a qué se van a destinar.
Estamos en 2013 y la preocupación
continúa. El agrupamiento de las áreas sanitarias causa desasosiego e
incertidumbres.
Los argumentos a favor de la
fusión de las áreas son que hay que reorganizar el sistema sanitario asturiano,
que es necesario adaptarlo a la realidad actual y aplicar los avances
tecnológicos que permitan abaratar costes.
A esos argumentos nadie se opone.
Siempre y cuando eso no signifique que los pacientes del suroccidente tengamos
que volver a desplazarnos a Oviedo para ser atendidos.
Más población, mayor esperanza de
vida supone un incremento del gasto sanitario. Cierto. Pero estamos hablando de
la salud de las personas y eso en ocasiones se olvida.
En el caso de la comarca del
Narcea se esgrime que la población ha disminuido mucho en los últimos años,
además de ser una de las más envejecidas de Asturias. Cierto, pero por eso
mismo su importancia se acentúa.
Otro de los pilares de ese
argumentario es que la innovación tecnológica es constante, muy cara y hay que actualizarse
permanentemente. El último de esos “grandes” alegatos es el excesivo consumo
sanitario por parte de la población.
No vamos a discutir esas
cuestiones, están ahí. No son invenciones. Pero también tenemos que recordarles
a los gestores sanitarios públicos que ellos han sido los responsables directos
de la situación actual, no los ciudadanos.
Los ciudadanos del suroccidente
demandamos una atención sanitaria adecuada y la queremos, dentro de lo
razonable, en el Hospital Carmen y Severo Ochoa. Pedimos que las prestaciones
que se vienen ofreciendo no desaparezcan. Así de sencillo.
Los ciudadanos no hemos
gestionado nada, somos usuarios y por lo tanto no somos responsables de los
desaguisados existentes. Lo son personas, con nombres y apellidos, que aún
continúan realizando labores de gestión sanitaria. Algunas han regresado al
sector privado.
Si en 1986 se creyó
imprescindible este hospital, hoy, en 2013, las condiciones objetivas nos
demuestran que sigue siéndolo. Cuando el nuevo HUCA esté en funcionamiento
veremos lo que pasa. Mientras, las dudas persisten.
Un hospital irreemplazable: el Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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