Cada día que pasa mi desconcierto
es mayor. Cualquiera con más criterio podría decirme: es el déficit, estúpido. Y
tendría razón.
Hay quienes van comprendiendo lo
que está pasando y así lo manifiestan. El presidente del Gobierno, Mariano
Rajoy, considera “lógica la contestación social” pero defiende que estos
“grandes esfuerzos y sacrificios” permitirán la salida de la crisis.
Estos sacrificios solo tienen un
objetivo: la reducción del déficit. No hay más. Lo han dicho todos los miembros
del gobierno, todo el Partido Popular. Incluso para el consejero de Economía de
la Generalitat catalana el déficit es su principal quebradero de cabeza. Y de
ahí para abajo les preocupa a todos.
Yo, en mi ingenuidad, puedo
preguntar: oigan y las personas ¿dónde quedan?
La respuesta no está en el aire,
se encuentra en la modificación del artículo 135 de la Constitución Española.
Estamos tan informados que se nos
olvidan muchas cosas, incluso las importantes.
El modificado artículo 135 dice:
“Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de
las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de
sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta”. Repito: “su pago
gozará de prioridad absoluta”.
Ahora es cuando me volverían a
repetir: es el déficit, estúpido. Y aún tendrían más razón ya que lo dice la
Constitución.
El Gobierno es tan escrupuloso en
el cumplimiento legal que no tiene problemas para recortar en sanidad,
educación, servicios sociales, cultura o lo que se tercie. La prioridad
absoluta está clara, lo demás son zarandajas.
Allá por 2011, el 26 de agosto,
los Grupos Parlamentarios Socialista y Popular en el Congreso presentaron
conjuntamente una Proposición de Reforma del artículo 135, solicitando su
tramitación por el procedimiento de urgencia y su aprobación en lectura única.
Corriendo, corriendo se debatió
en el Pleno el 2 de septiembre de 2011. En la votación el resultado fue el
siguiente: votos emitidos 321,
a favor 316, en contra cinco.
Sin parar, el Senado debatió la
proposición el 7 de septiembre, cinco días después, cinco. De la votación
resultó que de 236 votos emitidos, 233 fueron a favor y tres en contra.
PSOE y PP lograron ponerse de
acuerdo en esta cuestión de Estado. Para los despistados: lo digo con ironía.
El último trámite fue un poco más
lento. Nadie solicitó un referéndum y el Rey sancionó y promulgó la reforma
constitucional el 27 de septiembre de 2011.
La mayoría de la población no
dimos mucha importancia, en ese momento, a lo que estaba pasando. La premura
del proceso, casi con nocturnidad y alevosía, así como el escamoteo del debate
público han contribuido a que las medidas económicas y sociales que se están
tomando ahora estén bendecidas por ese artículo 135 de la Constitución.
Los que presionaron al anterior
gobierno y lo están haciendo con el actual, sabían muy bien lo que se traían
entre manos y las consecuencias que iba a ocasionar. Los grandes prestamistas del
Estado español ataron bien atado el cobro de sus intereses.
Ahora no valen lloriqueos.
Si lo hicieron como lo hicieron
fue por presiones y porque no sabían como explicarlo a los ciudadanos. De ahí
las prisas y que se hiciese a la chita callando.
El planteamiento fue bien
sencillo: seguimos prestando dinero a España pero hay que garantizarnos el
cobro de nuestro dinero y los intereses, que ya veremos cuales son. Zapatero
tragó y aceptó, Rajoy está desmadrado y quiere se más papista que el Papa. Más
madera.
Así que ya ven, lo que hacen es
legal, constitucional y además viene refrendado por una mayoría incontestable
en las urnas. Lo que nos toca es callar.
Por cierto, ese mismo artículo
dice que los límites del déficit estructural podrán superarse en caso de
catástrofes naturales, recesión económica o situaciones extraordinarias que
perjudiquen la situación financiera, la sostenibilidad económica o social del
Estado, entonces ¿a qué demonios están esperando para cambiar?
Disfruten de la vida y está claro
que no dan puntada sin hilo. Para nosotros dejan ajo y agua.
Es el déficit, estúpido por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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