Ya deberíamos tener claro que
somos una democracia bastante imperfecta. Nos faltan, aún, muchos hervores y
sobre todo práctica democrática.
Los españoles cuando nos
empeñamos en algo parece que nos lo tomamos muy a pecho y que nos vamos a comer
el mundo, luego la cosa va flojeando y perdemos fuelle. Reconozcámoslo, nos
falta constancia y perseverancia en algunas ocasiones. En el ejercicio de
convivencia democrática dejamos bastante que desear como sociedad.
Oyéndonos hablar no hay nadie que
aprecie más la libertad que los españoles. Si para refrendar esta opinión hay
que poner encima de la mesa el levantamiento contra los invasores franceses,
pues se pone. En esos momentos de exaltación no nos acordaremos de la cantidad
de veces que nos hemos liado a garrotazos. Mucho menos recordaremos que no hace
tanto tiempo en este país se lloró a un dictador sanguinario. Pero ahora somos
demócratas hasta el tuétano y que no venga nadie a darnos lecciones. Que no se
les ocurra.
Cuando se nos calienta la vena
sacamos a relucir la transición y luego hinchamos pecho. Ahí tenéis, le decimos
al mundo. No recordamos que fue un pacto producto del miedo a un nuevo
enfrentamiento entre españoles. ¿Era necesario en ese momento? Sí, soy de los
que piensan que fue necesario. Pero tampoco es para tirar voladores. Hoy
todavía estamos desbrozando esa transición y no hemos terminado. Dos ejemplos:
el PP no ha condenado el franquismo y la Ley de la Memoria Histórica levanta
ampollas.
Las democracias añejas han
logrado unos consensos importantes en cuestiones que aquí se revisan cada vez
que cambia el gobierno. Educación, sanidad, derechos sociales, libertades
individuales se modifican en función del color político.
Ahora estamos asistiendo a una
oleada de cambios que nos están retrotrayendo a los inicios de aquella
transición.
Cuestiones que solo estaban en el
argumentario de la curia católica, como son el aborto o los matrimonios entre
personas del mismo sexo, han vuelto a ponerse en la palestra política por mor
de quienes confunden la fe -cuestión privada- con la política -cosa pública.
Otra de las peculiaridades de los
políticos hispanos es que siempre encuentran justificación para todo lo que
hacen. Es más, sus partidos los protegen hasta límites que sobrepasan lo
sensato y prudente. Aquí no dimite nadie.
Han llegado a la impostura
democrática de creer que el ganar unas elecciones les da patente de corso para
modificar su programa electoral, mentir y engañar. La oposición tampoco se
queda a la zaga en esto.
Los demócratas dan explicaciones,
las que les piden y hasta las que no. En España hace ya mucho tiempo que se
implantaron los comunicados y ahí seguimos. Ruedas de prensa las mínimas, no
vaya a ser que a los “plumillas” se les ocurra preguntar algo. La gran bufonada
de la presencia ectoplasmática de nuestro presidente de gobierno fue de
antología.
Me imagino que los sátrapas del
mundo ya habrán visionado ese vídeo.
Otro de los signos distintivos de
nuestra joven e imperfecta democracia es la obsesión que tienen algunos de
intentar convertir en asunto de Estado
sus vergüenzas y chanchullos personales.
Unos iban bajo palio y otros
subían a Montserrat.
Últimamente hay quienes desean
que el Rey asuma papeles que no le corresponden y eso no es constitucional y
por lo tanto no es democrático. Y no digo yo que sea él quien lo pretenda. ¡Dios
me libre y guarde a su majestad muchos años!
Vale, dejémoslo en que se trata de un anacronismo, pero por
favor, que mantengan él y su prole las formas.
No podemos tildar de democráticas a las leyes que van en
contra de los ciudadanos. No se pueden justificar las que provocan seis
millones doscientos mil parados ni las que exprimen a la mayoría de la
población. No es democrático que unos pocos acaparen la inmensa mayoría de la
riqueza de España y otros se encuentren en la desesperación de la nada.
Ya para terminar, en una democracia los tribunales no pueden
tardar años en emitir sus veredictos o el fraude fiscal ser algo normal o que
las grandes fortunas estén exentas prácticamente de tributar. No, eso no es una
buena democracia.
Tenemos que seguir aprendiendo a ser demócratas y eso solo se
consigue con el debate abierto, directo y la fiscalización ciudadana de todos los
servicios públicos y sus servidores.
Ya está bien de endogamias.
Leyes, formas, transparencia, libertades públicas y privadas
son consustanciales a la Democracia. Si falta alguna de ellas, algo falla.
Disfruten de la vida y recuerden, por favor, que más allá de
la democracia hace mucho frío.
Curiosidades de nuestra democracia por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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