Estamos a punto de alterar el
orden establecido. En breve daremos rienda suelta a lo que llevamos dentro y
seremos libres para ponerlo todo patas arriba. Podremos transgredir todas las conductas
y que se preparen aquellos que nos han hecho la vida imposible. Es tiempo de
ajustar cuentas. Es tiempo de carnaval.
Las máscaras saldrán a la calle
para someter a escarnio a cualquiera que se haya destacado por su maldad o
estupidez. Me parece a mí que este año la casta política se va a llevar la
palma.
En estos momentos de aflicción el
recurso a la burla y la sátira, esencia de los carnavales, es una buena válvula
de escape. Y eso vale para un día, para el resto del tiempo solo queda aplicar
la ley y los principios democráticos.
El antroxu, antruejo, antroido o antruido, que así se denomina según
las zonas de Asturias, estuvo muy arraigado en nuestra tradición hasta los años
treinta del siglo pasado. En 1937 fue prohibido y se quedó reducido a algo muy marginal. Es lo que
tienen las dictaduras: bromas las justas. Del respeto a las críticas no
hablamos.
Aunque bien pensado, algunos
demócratas tampoco son muy dados al escrutinio público. Digo más, les aterran
las explicaciones y huyen despavoridos de las ruedas de prensa.
En los pueblos la fiesta se
reducía al martes por la tarde y eran los jóvenes los que se apuntaban a la
diversión. Las máscaras, los tiznados de cara y la utilización de todo tipo de
ropas viejas conformaban el disfraz.
En la actualidad, la carnavalada se reparte en
varios días e incluso semanas después
del martes gordo siguen celebrándose
fiestas de disfraces, que en la mayoría de las ocasiones son comprados. La
implantación de esta moda está ligada a intereses económicos y no tiene nada
que ver con la tradición.
En las aldeas eran corrientes las
representaciones de comedias bufas en las que la vida local era la fuente de
inspiración. La música de gaitas y tambores e incluso las campanas no podían
faltar. Las mascaradas de Pola de Allande, Os
Reises, son un buen ejemplo de cómo eran y cómo se celebraban.
Hoy no es necesario echarle mucha
imaginación, la realidad tiene tanta chunga que con copiarla es suficiente. Una
máscara de Rajoy será suficiente motivo para la cuchufleta.
Este momento del año servía de
catarsis entre vecinos pero también entre pueblos. En muchas zonas era
tradición tirar a los vecinos de un pueblo cercano un cesto de paja ardiendo
como provocación. La cosa no solía acabar muy bien y los contendientes se
empleaban a fondo para solventar la disputa.
No sé si esta tradición sigue
manteniéndose en algún lugar. En el suroccidente tengo entendido que se
realizaba en el concejo de Íbias.
No se apuren, no se nos va a
ocurrir tirar un cesto ardiendo a los bancos. Aunque metafóricamente ya lo
hemos hecho.
En las ciudades la celebración
era un poco distinta. Las partidas de enmascarados recorrían las calles y amén
de las coplas y los dichos burlescos se
entretenían en arrojar huevos contra las gentes y los edificios. Las huevadas debieron ser muy serias en
Oviedo, ya que allá por 1882 prohibieron su uso en las ordenanzas municipales.
En Avilés y Gijón tampoco
escasearon los huevos.
No faltaban, para los más
pudientes, los bailes de salón. En estos no se quebrantaba ninguna norma
social. Faltaría más.
Una costumbre urbanita arraigó con el tiempo en los
pueblos: el entierro de la sardina. El acto suponía una parodia de apariencia
litúrgica en la que el acto final, muy simbólico, era, y es, el
achicharramiento del pez.
Tras la muerte del dictador, las
máscaras volvieron a la calle. La importancia adquirida por esta fiesta es tal
que en muchos lugares es día festivo. Los disfraces no tienen comparación en
cuanto a sofisticación, pero la finalidad es la misma: trastocar el orden establecido por una horas.
Indisolubles del carnaval son las
farturas.
Antaño la comida nunca sobró en
las casas de los campesinos, pero llegado el carnaval se tiraba la casa por la
venta. En esas fechas se comía lo mejor y lo más valorado. A ello contribuía
que la matanza del cerdo estaba reciente.
No hay que olvidar que tras el
martes de carnaval se inicia la Cuaresma, días de ayunos, abstinencias y había
que hacer acopio de reservas.
En el suroccidente los cachelos
con carne de cerdo no podían faltar. La caratmietsa
era y es plato obligado por tierras de Tineo. De postre, frixuelos.
Un menú carnavalero podría ser
muy similar al que este próximo fin de semana se podrá degustar en las vigésimo
quintas jornadas gastronómicas de Tineo, compuesto por potaje de berzas con
huesos de butietso, Chosco de Tineo y
frixuelos o arroz con leche.
Por unos días seremos los
ciudadanos los que pongamos el mundo del revés y los que nos riamos de los
políticos, banqueros, curas, empresarios y demás, ellos ya tienen el resto del
año para burlarse de nosotros.
Disfruten de la vida y ya saben
que la cuaresma está a la vuelta de la esquina así que acérquense a Tineo y
degusten un buen pote de berzas.
Tiempo de transgresión por M. Santiago Pérez Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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