17 dic 2013

El eterno perdedor


¡Tramposos! ¡Así no vale! ¡No es justo!

Su cabreo es monumental. Otra vez más sabe que lo tiene difícil. No llegará el primero, tampoco el segundo, ni siquiera el tercero. Para qué engañarse, llegará el último. Él no tiene la culpa. Sale con una desventaja insalvable.

Desde que llegó a esa casa se sintió un perdedor. Maldita sea su suerte.

Depende de donde caigas así te irá, le habían dicho.

No les creyó. Siempre pensó que con su esfuerzo podía llegar a la meta que se propusiese. ¡Qué equivocado estaba!

La realidad es cruel.

Sus anhelos nunca se cumplirán. Él no es nadie. Su férrea voluntad no vale para nada. Todo está predeterminado. Está inmerso en una farsa.

¡Es terrible! ¡Os odio! ¡Soy una marioneta en vuestras manos!

Miraba hacia arriba y allí estaban los otros. ¿Cuál era su mérito? ¡No es justo!

El que estaba por encima no le escuchaba. No quería oír a ese quejica.

Siempre está igual. Toda la vida con lo mismo.
No apartaba sus ojos del que tenía sobre él. Yo lo conseguiré, vaya que sí.  Lo voy a alcanzar. ¡Le dejaré atrás y los que están más altos que se preparen!

Por encima de ellos se veían otros. Todos querían ascender un poco más. Ninguno miraba para el que estaba debajo. Su objetivo estaba más y más arriba. ¿Qué había en lo alto? ¿Qué les obligaba a esa lucha titánica?

Silencio.

Un año y otro y otro. Siempre lo mismo y todos en el mismo sitio. En algún momento, un hueco quedaba vacío, pero nadie ocupaba su puesto. La brecha entre unos y otros se ampliaba.

El de abajo del todo sigue maldiciendo.

Nunca lo lograré. Vaya desgracia la mía, menudo Papa Noel escalador estoy hecho, ¡mira que vivir en el primer piso! ¡Maldita sea mi suerte!



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