Hay libros en los que importa
poco lo que cuentan. Empiezo de nuevo. Hay libros que deben leerse tanto por la
historia como por la forma en que está contada. Vuelvo a comenzar. Hay libros…
Sí que los hay. Veamos si soy capaz a decirlo de una vez: a Manuel Vicent hay
que leerlo siempre.
¿Muy rotundo? Pues no sé. Sí sé
que Vicent es un magnífico escritor y que a mi me gusta todo lo que escribe.
Sus libros, sus artículos, son inteligentes, irónicos y están tan bien escritos
que me causan un gran placer.
La regata es la historia de
una travesía que se asoma una vida desconocida para la mayoría de la personas,
la de los ricos y pijos. Una actriz, un rico con oscuros negocios, un polvo
mortal y comienza la historia.
Por el libro navegan un cirujano
plástico, un aspirante a escritor, un exministro corrupto, el dueño de una
fábrica de cementos, un señor del Opus y su familia, un constructor o un
abogado famoso y trafullero al que el corazón le gasta una broma pesada y que
aunque no navega tiene su espacio. Estos y algunos más como Popete, el
mecánico, que le echa un par de huevos y es capaz de enfrentarse a los ricachos
para los que trabaja, forman parte del elenco de la novela.
Comida, calas y playas hermosas,
sol, vientos o su ausencia y tormentas cubren las páginas salpimentadas con
sexo…y con muerte. La muerte que cubre los fondos del Mediterráneo. Los
cadáveres de la insolidaridad que ya no nos conmueven a la hora de la cena en
los telediarios.
“El mar no quiere hacerse cargo de los náufragos que han muerto
luchando contra la tempestad, ya se trate de héroes, esclavos, príncipes,
mercaderes o navegantes desesperados que huyen del hambre de otras latitudes.
Solo admite a gusto a cuantos naufragan en tierra y desean que sus almas se vuelvan
azules. Cada día Ismael asistía a las noticias de miles de ahogados que
llegaban flotando a esas costas y que el oleaje arrojaba sobre su conciencia.
Esos cadáveres congelados, alineados en las playas con los ojos aún abiertos
hacia nuestro paraíso, el mar no los quería porque se debían a la crueldad y la
injusticia”.
La corrupción también compite en
esta regata. Se desliza por el libro con la discreción tan necesaria en esos
menesteres –y me refiero a la vida real-.
No se trata de una regata en toda
regla. Es un desfile de egos en el que las pequeñas historias personales van
tomando su camino.
La regata sirve a Manuel Vicent para, con unos destellos,
ofrecernos los elementos necesarios para que la historia estimule nuestra
imaginación. Realidad, con mención expresa a algunos personajes públicos,
agitada con la ironía que atesora Manuel Vicent hace que se convierta en deleite para los sentidos esa cotidianidad de la corrupción, la ostentación, la
crueldad humana y la lujuria.
No soy objetivo, desde luego.
Tampoco quiero serlo. Siempre recomiendo a Vicent.
Oigan, no se fíen de lo que yo
les diga, léanlo. Seguro que lo encuentran en su biblioteca pública o librería
más cercana.
La regata por una vida real by Santiago Pérez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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