11 dic 2017

Tocan a muerto

La muerte no es lo que era. Menuda gilipollez. La muerte es lo que ha sido siempre, una putada inevitable.

Antes la muerte era un acto social. En la mayoría de los casos el muerto nunca había congregado tanta gente a su alrededor. Es más, nadie había hablado también de él. Más aún, los muertos lograban que pusieran cara de pena hasta los que se alegraban de su tránsito. Hoy con unos tuits van sobrados.

La muerte no es lo que era.

Hasta no hace mucho los velatorios se hacían en las casas. La habitación dónde se producía el óbito se despejaba rápidamente y se convertía en escaparate. No faltaba la comida y las bebidas, sobre todo en las largas noches de invierno. Era el momento propicio para los recuerdos, las lágrimas y las risas. A más noche y bebidas más recuerdos y risas. Al final solo quedaban las risas.

Los niños se despedían de sus muertos. Ahora se les esconden. Se acercaban serios, con un poco de miedo a dar el último adiós. Una miradita rápida y tal vez un beso en la distancia y salían a jugar con sus familiares. De vez en cuando unas risas infantiles ponían el contrapunto a los lloros. ¡Chsss! ¡No deis tantas voces!

¿Quién se acuerda de los responsos caseros?

Ahora los tanatorios hacen de la muerte a una cuestión aséptica. El muerto se ve desde un cristal que recuerda a una gran pantalla de televisión. A las diez de la noche se cierran y es en ese momento cuando el muerto se da cuenta de su soledad.

La muerte no es lo que era.

Las campanas tocaban a muerto. Su lenta, lastimosa letanía se adueñaba de los pueblos y las gentes bajaban la voz. Hoy las campanas se han quedado reducidas a un reclamo turístico.

Se había perdido la costumbre de tocar a muerto, en Tineo también. Desde hace poco han retomado esa práctica y la han cogido con ganas.

Ahora las campanas me retrotraen a un tiempo en el cual la muerte era muy real e impregnaba gran parte de la existencia de los vivos. Su tañido sigue siendo triste. Hay quienes siguen haciendo de la muerte y la tristeza el epicentro de su existencia. No se han enterado que la muerte es un agujero negro que se lo traga todo.

Cada vez que oigo las campanas tocar a muerto pienso en los vivos.

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